Vargas Llosa, el inmortal
El premio Nobel se ha convertido en el primer escritor en español en ingresar a la Academia Francesa de la Lengua
Madrid
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Iniciar sesiónMario Vargas Llosa tenía 24 años cuando llegó a París en 1960. Llevaba entonces en su equipaje el manuscrito de su primera novela, 'La ciudad y los perros', que traía casi lista desde Madrid, y algunas anotaciones de 'La casa verde'. Tras vivir en el ... hotel Wetter, frente al museo Cluny, alquiló una pequeña estancia del apartamento donde había vivido el actor Gérard Philipe en la calle Tournon.«¡Imagínate!, Gérard Philipe», dice el escritor al recordar aquel episodio. No se trata de un detalle cualquiera. Fue lo primero que le hizo saber la casera al recibirlo como nuevo inquilino.
Vestido de perfecto traje y corbata, Mario Vargas Llosa cruzaba la puerta de Radio Televisión Francesa a las diez de la noche y trabajaba hasta las cuatro de la mañana. Escribía por las tardes, sin pausa. Así transcurrieron sus días hasta completar su tercera novela 'Conversación en la catedral', un libro que acabaría en Londres y al que el Nobel de Literatura dice deberle todas las canas que aún luce hoy. Es su mejor novela y una de las más importantes de la literatura del siglo XX.
Han transcurrido más de seis décadas de aquellos días en París, cuando el Nobel era aún una ensoñación y a Zavalita no se le había jodido aún el Perú. Ahora que regresa a la ciudad donde cortó y redactó teletipos de madrugada en un estudio de radio , la misma en la que ocupó dos modestas habitaciones, ahora lo hace de manera muy distinta a las anteriores, porque esta vez lo hace para ingresar en la Academia de la Lengua Francesa.
Mario Vargas Llosa es el primer escritor en español en formar parte el claustro de «inmortales» que integran una de las instituciones más antiguas de esa nación. Se les llama así porque su cargo es vitalicio, dada la importancia de la tarea que tienen: son portadores y guardianes de la lengua francesa. Ese fue el lema empleado por el cardenal Richelieu —«À l'immortalité»— al fundar en el siglo XVII la institución llamada a preservar el idioma de la nación que alumbró los derechos del hombre, la Enciclopedia de Diderot y d'Alembert, el genio de Flaubert y el tiempo de Proust.
En la víspera de la ceremonia oficial que se celera este jueves, el escritor Mario Vargas Llosa ha recibido en la sede de Gallimard, su casa editorial, la más prestigiosa de Francia, la espada que acompaña su indumentaria como «inmortal», condición que ahora lo acompaña por ser el guardián del sillón número 18. Esa arma distingue a Vargas Llosa con la hidalguía de quienes custodian lo esencial: las palabras . A sus 86 años, el Nobel de Literatura y único representante vivo del Boom Latinoamericano se abre paso blasonando cual último de la tribu. A partir de esta semana, será el «inmortal» del sillón número 18, aquel que alquiló la misma habitación que alguna vez ocupó Gérard Philipe en la calle Tournon de París.
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