No hay quien tosa a Garcigrande en Salamanca: corrida de muchos matices, triunfos y emociones

Talavante desoreja deprisa a un Querido de bravas excelencias, Roca se impone a un manso geniudo y Aguado embelesa con su natural sencillez en una buena corrida de triple puerta grande

Brindis de Ponce al futuro de Marco

La terna sale a hombros de la plaza de toros de la Glorieta efe

No hay quien tosa en Salamanca a Garcigrande, la única ganadería que ha superado en este siglo el centenar de toros en la Glorieta, 134 exactamente, sumados ya los de ayer. Qué corrida más interesante lidió, de más desordenadas embestidas en los principios, pero ... con ese fondo de casta que otorga emoción al toreo. Cuatro trofeos del Toro de Oro adornan las vitrinas de la finca de Justo Hernández, que se postuló para lograr una manita. Sobre la arena permanecían las huellas de Querido, un garcigrande con codicia, humillación, prontitud y fijeza. Un animal, en definitiva, con las excelencias de la bravura.

Ay, cómo era Querido: para enamorarse y llevarlo al altar de los toros bravos. «Hasta que la muerte nos separe...» Pero Talavante anduvo más cerca de un romance de verano, fugaz, demasiado acelerado, como el que quiere catar con rapidez los deseos antes de que el último rayo de sol se apague. Claro que tanta era la transmisión de Querido, tantas eran sus bondades –que no facilidades, pues ningún toro bravo lo es–, que la entonada faena (muy alejada de la extraordinaria de Valladolid) caló en el gentío, con la virtud de la unión de muletazos: ligados, según unos; empalmados, según otros; de calibre, esos por abajo. Brotó un «¡no lo mates!», pero el extremeño se perfiló y ni el pinchazo le privó de dos gentiles orejas tras la locura vivida. Tuvo el torero gesto de aplaudir a Querido, premiado con la vuelta al ruedo.

Algunos de los ‘guardianes de la seriedad del palco’ que ovacionaron el triunfo talavantino pitaron después el doble trofeo a Roca Rey. Bárbaro su mérito ante el toro de mayores exigencias. Un manso con genio que se marchó a chiqueros en cuanto probó la muleta. Allá que se fue Andrés en una faena de exposición y poderoso valor, con aplomo, en medio de la tensión por el oleaje. Hasta recrearse en alardes por la espalda en el territorio de las cercanías. De broche, unas luquecinas al hilo de las tablas. Desprendido cayó el acero, aunque cuajaría la doble petición por la importancia de la obra, con Comandante rendido al capitán del Perú.

Antes de tales glorias, la retina se embelesó de veras con la belleza aguadista. Quisiéramos darle la bienvenida a cada mañana con la naturalidad con la que Pablo recibe a los toros. ¡Qué maravilla! Uno, dos, tres... Cuánta sencillez en cada verónica, con una penúltima de tan fuerte latido como mimosa pereza. Sonreíamos todos. Y quien esto firma no dejó de sonreír durante la faena, colmada de soñadas alegrías. ¿Que no cuajó una obra perfecta? ¿Desde cuándo el arte es perfección? Al carajo las redondeces, el sota, caballo y rey. Allí no había más ministros que las propias emociones; allí no se censuraba la libertad de expresión. Del «bieeen» al «ooole» y al «aaaaanda», coral en los delantales del quite. Tan despaciosos y deletreados. ¿Y esas dos medias que nos acercaban al morir del mar, tan eterno en sus vuelos?

No olvidaremos los trincherazos con los que sacó a los medios al guapo Púgil, a su medida, ideal para un concepto que fluye con semejante armonía. Con un toquecito lo animó con la diestra, mientras remataba con más trincheras, difícilmente superables en el umbral de este otoño. Un afarolado, el cambio de mano... joyas y más joyas. Estocada y oreja para paladear. Con una contundente espada, otra más cortaría del menos bonito sexto, que se vino cruzado en el capote y con el que expuso con los palos Jiménez. Buen son mostró en la muleta cuando el sevillano le echaba las telas adelante, lo que ocurriría en la segunda mitad. Con ángel y torero siempre en su andar.

Feria de Salamanca

  • Coso de La Glorieta. Viernes, 18 de septiembre de 2024. Casi lleno (a falta de 800 entradas). Toros de Garcigrande, variados de todo, pero con mucho interés y de buen fondo en conjunto; el bravo 4º, premiado con la vuelta al ruedo; el manso 5º fue el más exigente y complejo.
  • Alejandro Talavante, de jardín y oro: pinchazo y estocada en dos tiempos (saludos); pinchazo y estocada pelín trasera y tendida (dos orejas).
  • Roca Rey, de tabaco y oro: pinchazo y gran estocada (petición y saludos); estocada desprendida (dos orejas).
  • Pablo Aguado, de esperanza y oro: estocada tendida (oreja); estocada (oreja).

El lote de la suerte cayó en las manos de Talavante. De Querido a Amoroso, que también tuvo clase. A izquierdas se centraría el pacense en unas fases más reunidas, con varios naturales al ralentí, y otras de menor encaje. El pinchazo frenó la petición. Y ese borrón privó a Roca –con los menos ‘colaboradores’– del trofeo en el segundo, un toro de más mermado poder, al que entendió con listeza y con el que calentó en las invertidas cercanías al tendido. Ochocientas entradas faltaron para el lleno total en una corrida de muchos matices, triunfos y emociones.

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