Albacete
Roca Rey paró la tormenta en su último combate con El Juli en 'la Nueva York de la Mancha'
El peruano brinda la faena más apasionante al madrileño en una despedida de doble puerta grande
Carteles de la Feria de Albacete
Albacete
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Iniciar sesiónY de repente Roca paró la tormenta. Porque la tormenta era él. Capaz de lanzar rayos y truenos con tan asentada profundidad. Capaz de hacer temblar cielo, tendido y tierra con esa efervescente entrega. Y a la patronal empresarial, que no quiere que al ... número uno de la taquilla le roce un pitón. El «¡ay!» de la Chata llegaría a cada despacho cuando el tercer toro lo prendió de espeluznante modo, zarandeado su alargada silueta. Ni se miró el peruano, que siguió como seguía el palpitar de la afición. Ni un párpado movía las pestañas entonces ante la faena sideral.
Aquella fue la cumbre de una tarde en la que se respiraban las ganas de felicidad y toreo del gentío, que se olvidó de la lluvia y hasta de las apreturas. Hacinados como las mieses. Pero libres y disfrutones. Pese al agobio de paraguas, chubasqueros, cabelleras mojadas y huesos húmedos, el público sonreía expectante por ver un cartel que hubiese llenado dos Chatas. Qué ambientazo en Albacete, ‘la Nueva York de la Mancha’ según Azorín, el pequeño filósofo que escribió ‘Sentado en el estribo’ y tanto admiró la ciudad de la cuchillería. Con las navajas internas entre los dientes salieron las máximas figuras en su último combate. Se lidiaban los toros de la tierra, con divisa negra en memoria del patriarca. No fue la corrida soñada ni de lejos, ni por hechuras ni por comportamiento –noblota pero de mermada raza–, remendada con dos de Jandilla para abrir y cerrar el sexteto.
Borja Domecq echaría el toro del festejo, que no gustó por su anovillada presencia pero que sacó un fondo de casta extraordinario en las manos de El Juli. Qué lío formó. Tanto que las lanzas se tornaron cañas con una vuelta al ruedo en el arrastre para Adrián, del mismo bautismo que el alegre sobrino de Alberto Romero, el más julista de Albacete, que nada más terminar la corrida se marchó al Beatriz, el hotel de los toreros, para inmortalizar su instantánea con el maestro. Se había gustado el madrileño en la intensa y ligada faena, en la que acabó con series sin moverse, en un palmo de espacio. Infatigable Adrián. El toro y el sobrino de tres años. Qué cuerda la de ambos. Y perfecta la lección de geometría de Julián López desde el doblón rodilla en tierra hasta las luquecinas del broche. Suyas fueron las dos primeras orejas.
Otra cortaría al descastado cuarto, del hierro titular. «¡Juli, pon banderillas!», se desgañitaba un espectador. «Aunque sea una...», seguía. Como para poner palos andaba Asistente, tan parado, sin una gota de raza... Toda la plantaba El Juli, técnicamente perfecto, en los terrenos que pedía el toro, en las distancias y en las alturas. Y listo a rabiar hasta en ese modo de acariciar el pitón de aquel mulo obediente. Se emocionó el de San Blas tras pasear el anillo mientras se llevaba la mano al corazón. Imperecedero su idilio con esta plaza.
Y la afición salió embistiendo con la excelente corrida de Victoriano del Río
Rosario PérezGran conjunto ganadero, que propició la salida a hombros de la terna, con cuatro orejas para Manzanares, que se reencontró con su mejor toreo por el camino más sencillo y el lote más lujoso
Los tendidos vibrarían luego como nunca con Roca Rey. Ocurrió con un ejemplar de famosa reata que poco se pareció a otros de su familia. Pitado de salida, aunque este bizco castaño, con sus puntitas negras, parecía el más aparente de la primera parte. Se frenó Pescadero en el capote. Un frenazo de esos que a más de uno le harían estar detrás de la matar durante la faena. No fue el caso de Andrés, que se vino arriba ya en el quite: lentificadas las tafalleras, ceñidas las chicuelinas. Para El Juli, el ídolo de su niñez, fue el brindis de admiración. Y el Rey que ya ocupa el trono se echó entonces de rodillas en un prólogo apasionante. De escalofrío los dos pases cambiados por la espalda. Hasta poner a la gente en pie mientras el agua cesaba, mientras las nubes cárdenas se acongojaban. La tormenta era ya King Roca. Nadie le quitaba ojo desde el tendido. Ni desde el callejón: Luis Manuel Lozano no apartaba la mirada de la figura a la que todos quieren apoderar; Roberto Domínguez admiraba desde su posición aquella cátedra de dominio del peruano. Que toreó roto, mandón y por abajo. Más abajo todavía. Allá donde las raíces se alimentan, allá donde la emoción palpita. Toda por obra y gracia del limeño con un toro medio-bajo, pero que respondió cuando le sacaba lo que parecía imposible. Hundido, lo enganchaba adelante y alargaba el viaje. Hasta que en una serie de naturales, cuando iba a rematar, al volver Pescadero lo prendió en segundos angustiantes. Por el mismo lado regresó a la cara. Con más ambiciosa entrega aún, más inmenso si cabe. Tronaba el propio Roca mientras se dejaba acariciar las femorales con el toro ya acobardado. Y se intensificaron los relámpagos roquistas con el cierre por bernadinas cambiándole el viaje. Tras la muerte del animal ya no había paraguas: sólo manos que se alzaban al cielo pidiendo el doble trofeo que lo aupaba a hombros con El Juli en su último duelo en la arena del ring. Otro premio grande perdió en el musculado sexto, un jandilla que sangró mucho en varas y que transmitió en sus talentosas telas. Pero se atascó en un mitin con el acero y se anotó dos avisos. Más le dolía el fallo que la muñeca: Roca ambicionaba sumar más y más...
Feria de Albacete
- Plaza de toros de Albacete. Viernes, 15 de septiembre de 2023. Cartel de 'No hay billetes'. Toros de Jandilla (1º, de vuelta al ruedo, y 6º), Daniel Ruiz (2º, 3º, 4º y 5º), desiguales de hechuras, de justa casta y nobles en general; con más transmisión los de Borja Domecq.
- El Juli, de gris plomo y oro. Estocada trasera, tendida y desprendida (dos orejas). En el cuarto, estocada trasera (oreja).
- Paco Ureña, de verde hoja y oro. Estocada baja (oreja). En el quinto, seis pinchazos y descabello (saludos).
- Roca Rey, de tabaco y oro. Estocada desprendida (dos orejas). En el sexto, siete pinchazos y descabello. Dos avisos (saludos).
Andando se fue Paco Ureña, que cortó una oreja de un toro con aires de la Camarga. Se rompió por momentos con sincera desnudez, sin olvidar las verónicas de aúpa al quinto antes de hacer de pinchaúvas. La tarde en ‘la Nueva York de la Mancha’ estaba escrita para el que se va y para el que reina.
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