Diego Urdiales y Ginés Marín, a hombros, le aguan la fiesta a El Juli
El riojano y el extremeño cortan dos orejas en el adiós a la afición de Logroño del madrileño
Natural de Diego Urdiales al segundo toro, al que desorejó
Diego Urdiales y Ginés Marín brindaron un toro cada uno al maestro que se despedía de la afición riojana. A la vista de los semblantes y sonrisas, los dos con amables parlamentos, aunque con capote, muleta y espada, le dijeron que no estaban dispuestos ... a dejarse ganar la partida, que una cosa es la educación y el respeto a la jerarquía y otra la competencia en el ruedo. Ahí, tanto el riojano como el extremeño le cortaron las dos orejas a los toros brindados. ¡Va por usted, maestro, pero hay que apretar!
Y vaya si apretaron. Urdiales le ganó terreno al segundo toreando con despaciosidad y sentimiento a la verónica. Un galleo por chicuelinas para llevar el toro al caballo dio dimensión de la actitud que traía ante los paisanos. Acertó el de Arnedo a no forzarlo en los primeros compases de la faena, pues el de Juan Pedro no llevaba en sus adentros el don de la entrega. Lo fue haciendo el torero en una faena que fue a más, así hasta encajarse en una soberbia serie con la mano derecha, que tuvo continuidad en apuntes del mejor toreo con la muleta en la zurda. Con el público apasionado, remató el trasteo con unos ayudados por alto, puro primor. Y faltaba el punto y final, una soberbia estocada. Se perfiló en corto y por derecho, como decían los clásicos. El estoque arriba y el toro patas arriba en cuestión de segundos. Pañolada, una oreja, otra más, que el paisanaje no criticó y la puerta grande abierta. Pudo aumentar su marcador con el quinto, del que quedan en la retina unos naturales de mano baja y largura infinita, pero la espada no entró a la primera.
También la espada privó de trofeos a Ginés Marín en el tercero tras una faena más fácil que profunda, y se desquitó con el que cerró plaza. El juampedro, amagando huidas, metía bien la cara, y Marín esgrimió su mejor arma. El secreto del temple que llevó las embestidas imantadas en su muleta. Poder, ritmo y esa despaciosidad que, como un milagro, hacía rugir la plaza. Una y otra vez. Ora a derechas en series sin principio ni fin, ora a izquierdas con naturales de excelsa templanza. La Ribera un manicomio, y media estocada arriba, arriba y fulminante. A hombros con el de casa se lo llevaron.
Plaza de toros de Logroño
- Logroño. Martes, 19 de septiembre de 2023. Segunda corrida. Dos tercios de entrada. Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y nobles.
- Julián López 'El Juli', de verde y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada corta (ovación).
- Diego Urdiales, de rioja y oro. Estocada (dos orejas). En el quinto, pinchazo y estocada delantera (ovación).
- Ginés Marín, de coral y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el sexto, estocada (dos orejas).
El primero de Juan Pedro, un colorado ojo de perdiz, bonito, demasiado bonito. Poca cosa, vamos, para Logroño. Noble sí que era el torete, tanto como falto de fuelle, y El Juli, después de recibir regalos en su despedida de esta plaza y de saludar una fuerte ovación al romper el paseíllo, apenas se ajustó. Entre que se lo pasaba por el Ebro y lo cogido con pinzas que andaba el animal, aquello no despegó. Más descarado de pitones el cuarto al que toreó con buen aire de capa. Un quite por lopecinas enardeció a la parroquia y tras el brindis al respetable parecía que podía haber triunfo. El juampedro se movía e iba largo en sus viajes. Lo llevó el madrileño por el pitón derecho, sin decir mucho, esa es la verdad. Y faltó limpieza por el izquierdo. Muchos muletazos por aquí y por allá, hasta que, de uno en uno, brilló al natural. Fue lo mejor de una tarde de adiós, que salvó por la cortesía.