Feria de Valdemorillo
Es de Triana, se llama Juan Ortega y no está en San Isidro
Tarde exquisita del torero, a hombros en el umbral de Madrid con una vulgar corrida de José Vázquez
Juan Ortega: «Se peca más en los despachos que delante del toro»

Si el arte no respeta la voluntad del hombre, el toro menos: menuda corrida vulgar envió José Vázquez. Al carajo las voluntades. El arte es mucho más. Y allí estaba Juan Ortega para contarlo por caricias. Tres verónicas y una media bastaron para hacer ... un viaje hacia atrás. Era el capote de un dios antiguo el que volaba. Como aquella foto de Cagancho en el año 30 en Sevilla. Como la estampa en sepia en el puente de Triana. Como una seguiriya doliente de Agujetas. Como el acento de la Lola del centenario. Por las costuras y los dobladillos se le reconocía al torero que bebe en las fuentes belmontinas pero viste de plata para reivindicar aquella otra edad olvidada. Si el saludo genuflexo invitó a soñar, en el quite el aficionado maldecía que a la plaza capital se la privara «del que más despacio torea». Adelantaba la pierna Juan, hundía el mentón Ortega y toda su pureza mecía las telas hasta allá donde el mar muere, en la mismísima cadera. Se dolió en banderillas este segundo tras agarrar un buen puyazo Ignacio González. Brindó el sevillano y presentó de inmediato las yemas de contar los billetes. Al natural y naturalmente, con Decisivo punteando. Cuanto más tocaba, más se descomponía. Hasta partir el paño. Pese a los frenazos y la cara alta, toreramente lo hizo todo. Hubo una leve petición tras caerse la espada.
Feria de Valdemorillo
- Plaza de toros de la Candelaria. Domingo, 5 de febrero de 2023. Casi lleno. Toros de José Vázquez (incluido el sobrero), desiguales, mansos y deslucidos, sin clase.
- Diego Urdiales, de rioja y azabache. Pinchazo, estocada y descabello (silencio). En el tercero, estocada (ovación). En el quinto, pinchazo y estocada (silencio).
- Juan Ortega, de verde Bienvenida y plata. Estocada baja (leve petición y saludos). En el cuarto, pinchazo, otro hondo y descabello (oreja). En el sexto, estocada y descabello (oreja). Sale a hombros.
Poco había gustado al personal el ramplón cuarto, pero cuando se quedó a solas con Ortega la cosa cambió. Qué manera de llenar el escenario. Un molinete descorchó la obra, seguida de los doblones que sublimaban la torería. Aquella delicia colmaba de exquisiteces a Nocturno hasta hacerlo embestir con más calidad que ninguno. Cómo lo anduvo el trianero: eso es andar a los toros y lo demás joder el ruedo. Puro el embroque y despacioso el recorrido, con el compás que hace grande el toreo, con el trincherazo de la reivindicación de un lugar en San Isidro tras el ninguneo en los despachos. Unos ayudados rodilla tierra alumbraron un final de corte gallista. Era faena lujosa, pero pinchó y todo quedó en una oreja. Por no cambiar la tónica del sexteto, el pegajoso último no sacó ni una gota de clase. Toda la puso Ortega, con una entrega desconocida hasta ahora. Menudos naturales le sopló. Qué actitud la suya, qué armonía. Se volcó en la estocada con la ley de la verdad hasta pasear la oreja que abría la puerta de la gloria. Que era lo de menos: lo de más era el poso, el sitio que pisó y esa cadencia que paraba el tiempo, que paraba la vida y sacudía emociones.
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A pie se marchó Urdiales con un lote a contraestilo. Ni se impuso ni se confió. Diego no estuvo. Allí estaba un torero que se llama Juan, es de Triana y no está en San Isidro. Que Víctor Zabala –encantado con el entradón en la Candelaria– se lo cuente a Casas y Garrido.
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