Toros en Bilbao: un novillo de José Cruz, digno de una emperatriz

He visto a Víctor Hernández abrir justamente la puerta grande de Las Ventas, con toreo clásico (y concesiones al tremendismo). El primero, un torito, mansea pero saca casta: no lo domina lo necesario. Se tapa matando con decisión. El cuarto acude con bravura al caballo, se lleva un fuerte puyazo y sigue embistiendo con celo: un gran novillo. Víctor, valiente, solo lo aprovecha a medias. Prolonga innecesariamente, con invertidos y bernardinas que encantan al personal: oreja, que el público pide y el presidente concede. Así estamos…

El murciano Jorge Martínez, afincado en Almería, acaba de obtener un triunfo rotundo en la feria de su segunda tierra. Devuelto el segundo por flojo, el sobrero también lo es. Jorge se luce en lentas verónicas y también maneja con gusto la muleta, aunque la justeza de fuerzas del novillo limita el éxito de una faena pulcra y elegante, mal rematada. El colorado quinto también pelea bien en varas. Jorge logra algunos muletazos estéticos, con buen gusto, pero no una faena compacta. También alarga demasiado, enfriando al público, y mata mal.

Veo por primera vez a Mario Navas, vallisoletano, que ha ganado este año el Bolsín Taurino de Ciudad Rodrigo. El tercero sale con pies pero también flaquea y queda muy corto. Las buenas maneras de Navas se estrellan contra un novillo muy parado en una porfía inútil. Muestra su inexperiencia con la espada. Al último le anda con soltura, logra templados muletazos pero también prolonga demasiado. Estocada desprendida: otra generosa oreja.

Tres horas de festejo: ¡qué disparate! Las ganas de agradar de los jóvenes no justifican la falta de sentido de la medida. Me quedo con el recuerdo del cuarto novillo, el segundo Emperador de la tarde. Como dijo Lorca de Antoñito el Camborio, era «digno de una emperatriz». La hermosura de un toro bravo.