Toreó Nek y dio el concierto El Juli

Cargado de oro se presentó Nek y diamantes rebosaba su lote. Un lote de esos que los antiguos llamarían de cortijo, aunque ahora los dineros no darían ni para un adosado en Matalascañas. Sorprendió la ilusión algemesinense, con cuerda en el reloj del valor y madera para ser, mas con las lógicas carencias. Que fácil no era estar a la altura del dueto con el que se plantó en un escenario de primera y al que tuvo la generosidad de lucir en el caballo. Nunca se arredró Romero. Al contrario, Nek se lo creyó. Que ya es un paso.

Cara embestidora traía el tercero, que no perdonó a Raúl Blázquez con los palos hasta mandarlo a la enfermería. Se dobló el valenciano con estilo en el prólogo, se marchó a los medios y concedió distancia antes de presentar las telas. Ay, lo que gustan los metros de por medio, en Valencia, Madrid o Algemesí. Sencillo no era con un animal que exigía mando y que se hubiera ahormado con un puyazo mayor. Con codicia se movió, en dos marchas, y queriendo comerse por momentos la muleta con el pitón de dentro y el de fuera. Fue una faena de revoluciones –que revolucionado embestía el bravo Artero–, con una maciza tanda diestra. Faltó limpieza, sí, pero se vislumbró que en el corazón del chiquillo bombean condiciones. La mácula del acero emborronó los logros. Mucho carretón necesita. Hasta que le salgan ampollas en esos dedos que luego cruzaría la afición tras ver el pinchazo al sexto.

Noticia Relacionada

El Niño de las Monjas, el torero de las veinticinco madres

Rosario Pérez

Rezaban las religiosas por su niño, El Niño de las Monjas. Pero la gloria no llegó. Dios estaba fuera de cobertura. O no. Porque con semejante vendaval fue un milagro que los toreros se marcharan andando en un conjunto de Fuente Ymbro con tres notables novillos y una solitaria oreja para Alarcón

De bandera era Relimpio –qué profunda clase, qué categoría–, para el que alguno pidió el indulto: «¡No lo mates!». Menos mal que a la segunda se hundió la espada y llegó la oreja que recompensaba la entrega, el aplomo y el prometedor concepto de un valiente. Toreó Nek y dio el recital El Juli, cuyo lunar fue que la novillada necesitara ser remendada.

De la Cercada era el telonero. Como la pirotecnia de Tamarit dedicada a Ucrania retumbó la costalada de Lazarillo, que no era de Tormes sino de Alconchel. Un dije de obediente calidad con el que Víctor Hernández, con ese gran sentido de la colocación, demostró que está sobradamente preparado para dar el salto de escalafón. A 'revientacalderas' salió en el cuarto para no dejar escapar el tren del premio, pero el pinchazo frenó la solicitud.

Tampoco cuajó la petición con Álvaro Burdiel, dueño de un clásico sello ante un segundo a menos. El quinto, Limonero, sólo tenía de grato el recuerdo de Rocío Jurado por su querencia al cítrico gualda. Lo contaba su apoderado, Ortega Cano, pero lo cierto es que era ácido como su nombre, con esa tendencia mansa y ese viaje corto que ya pregonó con los de plata. Quiso Álvaro, en esa línea del toreo frágil y el gusto, hasta dar la vuelta al anillo. Sin presa, que ésa fue sólo para Nek en el concierto del Freixo. Laura no estaba, pero sí Artero y Relimpio.