Toros

Curro Romero, leyenda del toreo y decano de los toreros de Sevilla, cumple noventa años

El Faraón de Camas

El 1 de diciembre de 1933 nació en la calle del Ángel el Faraón de Camas, artista supremo y gran filósofo de la vida y del mundo de los toros

La emoción de Carmen Tello: «Curro Romero es sublime como persona»

Francisco Romero López 'Curro Romero' es el decano de los toreros de Sevilla José Escudiel

Ponían fin a veintidós años de 'Cuéntame cómo pasó' en una suerte de inspiración currista. Con María Galiana, sentada bajo una encina y con sus manos apoyadas sobre un bastón, preguntándole postreramente al nieto por las risas en el matrimonio y su importancia. ... Aquello era un recuerdo, en la ética y en la estética, del Faraón de Camas, a quien le gustaría ser eterno para reírse, «que es lo más grande que hay». Las sentencias senequistas del camero caen templadas y espaciadas, como sus lances. «El tiempo se nos escapa de las manos y no se da cuenta la gente». Y son noventa los años que se escurren entre las manos de quien el 1 de diciembre de 1933 nació en la calle del Ángel para convertirse en el ángel del toreo. Cuando Camas aún era un pueblo lejano a Sevilla, desde el que seguían viendo al Guadalquivir como la inesquivable placa tectónica que, como si rompiera la pangea hispalense, aislaba una tierra más zozobrada por los cañonazos de las riadas que por los bombardeos que pronto llegarían a la otra orilla.

Curro fue ajeno a todo aquello, como tampoco se enteró del despertador que pidió poner para irse de madrugada a un tentadero. Fue la primera vez, y también la última, que se disgustó con su madre. Andrea López, María Santísima del currismo, que claudicó ante el designio de Dios: el niño, que había nacido junto a un corral de gallinas y que dormía sobre un colchón de foñico de maíz, estaba llamado a ser faraón para acabar con las penurias de esa casa. Ésa fue toda la pretensión de Curro, que cuando logró «una casa con una habitación para cada uno» dejó de torear por dinero. La motivación ya era otra.

Aquella difícil infancia sigue marcando a Curro, casi un siglo después: ni el frío se ha soltado de sus huesos ni ha recuperado las horas de sueño pendientes. Dormía poco, porque soñaba despierto. Más todavía cuando de manera furtiva descubrió en un cine de verano a Currito de la Cruz, perplejo ante la torería inigualable de Pepín Martín Vázquez. Y los ahorrillos de Curro, Marqueño y 'El Niño del Pescaero' fueron para comprar un paño en el Arenal que hiciera las veces de muleta, turnada por semanas, con la que fueron toreando al cinqueño de los vientos.

Curro ya era mancebo de farmacia, dejando atrás el pastoreo por los pagos de Gambogaz y el arreón de Queipo de Llano: «¿Y usted qué es lo que hace aquí?», le preguntó al niño, que sólo tenía trece años y que cuidaba de las ovejas, cochinos y vacas del general, hasta que un día el viento trajo los 'olés' de la Maestranza. En aquella tierra de Camas, tan fértil para la labor, agarró la semilla del toreo sobre el alma herida del niño de Andrea: «Si me hubieran tratado de otra forma en Gambogaz, a lo mejor nunca hubiera querido ser torero».

El Faraón de Camas

En ese quejío del alma apareció Brageli, el primer mecenas del currismo, que se quedó sin torero para una novillada en la Pañoleta tras negarle a Marqueño los mil duros que pidió. Las sustituciones, tan fructíferas para el Faraón, protagonizaron su carrera. Como el reemplazo de Mondeño que le abrió la puerta de la Maestranza para encontrarse con Radiador, aquel novillo de Benítez Cubero con el que sonó la música desde el capote. Y ese fervor fue creciendo hasta los seis toros de Urquijo del Día de la Ascensión, que fueron «la ordenación episcopal de Curro Romero como torero de Sevilla», Antonio Burgos dixit. Ocho orejas en una misma tarde en la Maestranza, hito sin parangón en la historia del toreo. El genio destapó ese día el «tarro de las esencias», como dijo Manuel Lozano Sevilla en Televisión Española. «El torero de la armonía», como escribió Corrochano, o el «Faraón de Camas», como le bautizó Gonzalo Carvajal, crítico en 'Pueblo' que puso también lo de «El Niño Sabio de Camas» a Paco Camino y «Diego Valor» a Diego Puerta. Más que torero, Curro Romero ha sido artista, por eso inspiró cronistas, poetas, pintores y flamencos.

Lo que vendría después, no cabe en un periódico: cinco puertas del Príncipe –hubo una sexta que se negó a atravesar a hombros–, siete puertas grandes de Madrid, Medalla al Mérito de las Bellas Artes, Medalla de Andalucía, hijo predilecto de Sevilla… Innumerables reconocimientos para el que posiblemente haya sido el toreo más longevo en activo, sin interrupciones, que en la actualidad ostenta el decanato de los toreros de Sevilla.

Aunque el magno resumen de lo que ha despertado Curro Romero en la afición de los toros tiene jurisprudencia, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía confirmó un fallo de lo Social que anulaba el despido de un trabajador que se había enfrentado a unos clientes tras escuchar improperios contra Curro Romero, porque, según detalla la sentencia, el currismo es un «sentimiento altruista, una esperanza incondicional y una forma de entender la vida».

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