«Escribo tu nombre: Libertad»
Al concluir el paseíllo, en la Monumental de Barcelona, estalla en los tendidos un clamor, acompañado por palmas: «¡Li - ber - tad! ¡Li - ber - tad!»

Al concluir el paseíllo, en la Monumental de Barcelona, estalla en los tendidos un clamor, acompañado por palmas: «¡Li - ber - tad! ¡Li - ber - tad!». Aparece una pancarta con la señera y esta frase: «¡Cataluña vol toros!» Y bastantes banderas rojigualdas, con el toro negro en el centro...
Han sido momentos emocionantes, desde luego; para mí, un poco melancólicos: ¡que a estas alturas haya que pedir a gritos libertad, como en épocas pretéritas!... Así estamos.
Yendo hacia Barcelona, leo el excelente informe de María Jesús Cañizares y Rosario Pérez sobre los partidos políticos catalanes y la Tauromaquia. También, en la revista «Leer», unas frases del filósofo Jesús Mosterín, uno de los «expertos» que declaró contra la Fiesta en el Parlamento catalán. Cito textualmente: «De hecho, el riesgo del torero es mínimo... El mayor riesgo que corre es el de ser herido por las banderillas que sus propios banderilleros le han clavado al bovino». Ya se ve qué bien conocen la Fiesta los «expertos» que la atacan...
El 28 de julio se votará en el Parlamento catalán la Iniciativa Legislativa Popular para prohibir las corridas de toros en Cataluña (en Barcelona, en realidad). Algunos síntomas apuntan a que la iniciativa puede prosperar.
Si eso sucede, dentro de diez días, Barcelona se habrá empobrecido culturalmente un poco más, habrá roto con una tradición catalana de siglos, se habrá hecho un poco más provinciana. Dentro de diez días, habrán conseguido su objetivo —uno más— los que desean borrar de Cataluña cualquier signo que, en el mundo entero, se identifique con la cultura española.
Con esta preocupación acudimos a la Plaza de Barcelona. Hoy estaba anunciado José Tomás. Cuando Zapatero se interesó por el diestro herido, le pidió éste que acudiera a su próxima corrida en Barcelona: la de hoy, justamente. No ha habido ocasión para comprobar si Zapatero o Montilla lo hubieran hecho...
Los toros de Victoriano del Río son nobles, encastados, justos de fuerzas; alguno se apaga o se raja. Pero permiten el triunfo de Manzanares, que corta dos orejas, y El Juli, una; de haber estado más certeros con la espada, hubieran cortado una más cada uno.
El Fundi no acaba de encontrar la forma que tuvo antes de sus percances. Al primero lo pican mucho y blandea: le da la lidia adecuada, nada más.En el cuarto, hace esfuerzos pero muestra su inseguridad, no consigue imponer su mando.
Al segundo, El Juli lo cuida muchísimo. Casi sin picar, le va enseñando a embestir y acaba dominándolo por completo, con naturales largos, de mucho mando, pero no acierta con la espada. El quinto es un bonito cárdeno claro que sale alegre: lo recibe con una larga de rodillas, algo infrecuente en su estilo. Lo deja muy entero. Como manda y aguanta, la faena va subiendo... hasta que el toro se acaba. Le ha sacado todo lo que tenía y más. Después de pinchar, agarra un estoconazo que pone en sus manos la oreja. Está en un momento magnífico: une mando, técnica, seguridad y casta torera.
También está en gran momento Manzanares. El tercero se duele en banderillas y embiste descompuesto. Consigue estupendos derechazos, con mando, temple y elegancia natural. Un cambio de mano pone a la gente de pie. Cuando el toro se raja, lo aguanta: faena de mérito, no sólo estética. Pero pincha: con lo seguro que es, creo que ha cogido el vicio de entrar a matar desde demasiado lejos y eso da tiempo a que el animal levante la cabeza.
En el último, se supera: está mejorando con el capote. Con la muleta, alarga y sostiene a la vez las embestidas: acompaña con la cadera, se enrosca el toro a la cintura. Concluye con tres circulares de filigrana, disfrutando él y haciendo disfrutar al público. Aún desde lejos, caza al toro y consigue las merecidas orejas.
Al final de la tarde, se repiten los gritos: «¡Queremos toros!» Yo recuerdo con melancolía un hermoso verso de Louis Aragon: «Escribo tu nombre: Libertad». A eso hemos tenido que volver.
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