DESDE MI GRADA
La suerte suprema
Rafael Ortega, uno de los más grandes matadores de la historia, me decía, con toda sencillez: «¡Si es muy fácil! Basta con sentir, en la mano, la baba del toro»
Una importante Feria de San Isidro
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Iniciar sesiónHa sucedido repetidamente en este San Isidro, lo mismo que en muchas otras Ferias: faenas de mérito, que merecen un trofeo, no lo logran por el mal uso de la espada. Esto ha pasado siempre. La suerte de matar es la más difícil y ... la más arriesgada de todas. Lo más chocante es que no logren dominarla toreros de tan amplia trayectoria y maestría como El Juli y Miguel Ángel Perera. Todavía sorprende más que pierdan el sitio, con la espada, diestros que antes mataban tan bien como Manzanares y Talavante.
¿Por qué es la suerte más arriesgada? Porque es la única en la que el torero pierde de vista los cuernos del toro. Porque, si se ejecuta bien, el pitón derecho de la res pasa rozando el muslo derecho del torero, en una zona muy delicada. (Así fue, por ejemplo, la cornada mortal de Manolete).
¿Por qué es la suerte más difícil? Porque, además de gran valor, requiere una sincronización de movimientos muy delicada. Siempre se ha dicho, coloquialmente, que «se mata con la mano izquierda»: adelantando la muleta, se provoca la arrancada del toro para darle una especie de pase de pecho, mientras la mano derecha clava la espada. (Ahora, algunos comparan esto con el dominio del 'swing' en el golf, un deporte que apasiona a diestros como Enrique Ponce y Pepín Liria).
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Rafael Ortega, uno de los más grandes matadores de la historia, me decía, con toda sencillez: «¡Si es muy fácil! Basta con sentir, en la mano, la baba del toro». Es decir, llegarle muy cerca y conducir su embestida, mientras se cruza el muy arriesgado fielato del pitón derecho. De ahí nacen dos frases coloquiales, que resumen normas básicas: hay que matar «en corto y por derecho. Al que no hace la cruz, se lo lleva el diablo».
Ahora, es frecuente que el diestro se salga de la línea recta y clave desde fuera: la espada quedará atravesada. O que dé un salto, para sortear el pitón: la espada quedará trasera. O que entre a matar desde lejos, rápido, dando varios pasos: el toro levantará la cabeza y le impedirá clavar.
El público ignorante quiere que el toro caiga cuanto antes, sea como sea la estocada. (Para eso, bastaría con usar un arma de fuego). Es importante la colocación de la espada pero más aún lo es la forma de ejecutar la suerte. La estocada debe seguir siendo «la hora de la verdad», la suerte suprema.
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