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Así se vivió la larga operación de ocho horas a Mariano de la Viña: «Le cogieron muerto del suelo»

El banderillero de Enrique Ponce estuvo en la mesa de operaciones desde las siete de la tarde hasta las dos y media de la madrugada

Alberto Álvarez y las cuadrillas trasladan a Mariano de la Viña a la enfermería Fabián Simón

Ángel González Abad

Faltaban unos minutos para las siete de la tarde cuando Mariano de la Viña caía brutalmente herido en la arena de la Misericordia. En unos angustiosos segundos llegó a la enfermería de la plaza de toros en donde ya lo esperaba el equipo médico del doctor Carlos Val-Carrereres. Desde ese momento hasta pasadas las dos y media de la madrugada, el peón de confianza de Enrique Ponce estuvo en la mesa de operaciones.

Sus compañeros de cuadrilla, con Ponce a la cabeza, respiraron hondo cuando los doctores abandonaron el quirófano de la clínica Quirón de Zaragoza y tranquilizaron a todos. La situación estaba al final controlada. Un minucioso trabajo médico, primero en la plaza, en donde se vivieron instantes dramáticos, pues el torero entró en parada cardiaca , una situación, que, según diversas fuentes, se repitió en dos ocasiones más. Dos horas tardaron en obrar el milagro de estabilizar a De la Viña y mantenerlo con vida. Un intenso trabajo del que a las puertas de la enfermería de la plaza apenas salían noticias. Se hablaba de la c ornada en el triángulo de Scarpa que ocasionó la terrible hemorragia que le hizo perder litros de sangre, otra más, o dos, en el glúteo y en la zona del riñón . O la misma que llegó a la cavidad abdominal. Y el traslado urgente a la clínica Quirón para seguir la intervención por el mismo equipo.

Entre los hombres de Carlos Val-Carrreres, su hermano Antonio, siempre a su lado, y su hija Pilar, una eminente y reconocida cirujana. Todos, junto a anestesistas y demás doctores y ayudantes, continuaron el trabajo en el quirófano hospitalario. Tenían además pendiente la cornada que recibió Miguel Ángel Perera por el sexto de la tarde y que apenas tuvieron tiempo para reconocer en la plaza.

Las primeras horas en el centro médico fueron de zozobra. Sobre las once de la noche, la esposa de Perera y los hombres de su cuadrilla respiraron tranquilos. La cornada alcanzó desde la parte posterior del muslo derecho hasta el glúteo. Extensa, pero limpia , solo afectando a la masa muscular. Y enseguida todos pasaron a la habitación. Primera buena noticia.

Sin embargo, los compañeros de De la Viña seguía tremendamente preocupados. Enrique Ponce estaba todavía en estado de shock, asimilando todo lo vivido. “Le cogieron muerto del suelo” , se repetía, a la vez que lanzaba su esperanza: “Se salvará, está en las mejores manos, esto en otro sitio...” Y subía y bajaba a la puerta del quirófano con la esperanza de recibir algo que pudiera tranquilizar a todos. Sobre la media noche, llegó diciendo que los médicos ya habían finalizado con la cornada del temible triángulo de Scarpa. “Van ahora a comenzar con el resto..., pero hay que tener esperanza”. A la vez, el mozo de espada hablaba con la esposa del herido , le transmitía serenidad, que estaba en las mejores manos y que todo iba saliendo bien, mientras preparaba todo para atender a la familia en cuanto llegara a Zaragoza.

Los minutos pasaban con una extrema lentitud, la una de la madrugada, las dos, y pasadas las dos y media, todo finalizó en el quirófano. Misión cumplida. De la Viña pasó a la UCI , la gravedad no había desaparecido, pero las caras de todos cambiaron. El doctor Val-Carreres había obrado un nuevo milagro. A lo largo de la mañana llegará el parte médico que pondrá en negro sobre blanco tanta tensión acumulada, toda la ciencia aplicada para salvar a un hombre.

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