Madrid rinde tributo a Luis Miguel, «número uno en el ruedo y en la vida»
MADRID. La Monumental de Las Ventas rindió ayer un merecido tributo a Luis Miguel Dominguín. La Comunidad de Madrid, junto a la Unión de Abonados, homenajeó a la figura madrileña para conmemorar el LX aniversario de su alternativa en un multitudinario acto celebrado en el ... Aula Cultural venteña, llena hasta la bandera. En dicho tributo, presentado por José Pedro Gómez-Ballesteros, participaron Juan Luis Penna, presidente de la Unión de Abonados de Madrid, José Luis Moreno Manzanaro, presidente de la Unión de Abonados de España, el escritor Carlos Abella, los matadores José María Manzanares y Juan Antonio Ruiz «Espartaco» y Paola Dominguín, hija del homenajeado.
Penna hizo un recorrido por la trayectoria de Luis Miguel en Las Ventas, desde su debut con picadores en 1943, cuando se lo llevaron a hombros hasta su domicilio de la calle Príncipe, hasta su último paseíllo, en 1973. Penna, que se declaró «acérrimo partidario de Luis Miguel», quiso callar las bocas de «los que dicen que huía de esta plaza, algo falso». Glosó sus éxitos en San Isidro -se proclamó triunfador en 1948 y 1949- y recordó que fue varios años líder del escalafón, «además del torero con mayor proyección internacional de todos los tiempos».
Carlos Abella, biógrafo del homenajeado, protagonizó una sentida y ovacionada intervención: «Hizo siempre lo que quiso. Seductor y tímido a la vez, escéptico como un veterano de guerra y cínico como sólo puede serlo quien atesora una gran y brillante inteligencia, fue capaz de seducir tanto a hombres como a mujeres, a políticos de derechas y de izquierdas, a los aficionados y a quienes no lo eran, a artistas y pensadores. Quizá porque su bando estuvo siempre, en contra de la imagen que él mismo cultivó tanto, en la curiosidad, en la lealtad a los suyos y en la admiración por la inteligencia». Se refirió también a la arrolladora personalidad de un torero que despertaba pasiones: «Supo hacer de la provocación su principal atractivo sobre las grandes masas. Se atrevió a ignorar a los puristas taurinos y se codeó siempre con los brillantes números uno como él; sedujo y se dejó seducir por las mujeres más bellas, atractivas e inteligentes de su tiempo y se paseó de la mano con armadores griegos, reyes con y sin corona, pintores de fama mundial, aristócratas y financieros. Fue una personalidad de fama mundial en un tiempo en el que no había televisión, ni programas con los que estimular las más bajas pasiones del ser humano, ni en los que denigrar la heroica condición de matador de toros». Testigo directo de la muerte de Manolete, evocó las palabras del maestro madrileño después de la tragedia: «En las desgracias alguien tiene que quedarse para contarlas y de la de Manolete me he quedado yo». El escritor concluyó rememorando aquella tarde del 17 de mayo del 49, cuando Luis Miguel se autoproclamó número uno en el albero venteño levantando el dedo índice de la mano derecha, «gesto que le granjeó antipatías». «Y fue un número uno en el ruedo -señaló-, pero sobre todo en la vida».
Manzanares sólo tuvo palabras de halago hacia su padrino de alternativa: «Fue el torero más figura del toreo dentro y fuera de la plaza». También, Espartaco: «Torero largo y dominador de todos los tercios, era un ejemplo de generosidad y grandiosidad».
Paola Dominguín agradeció las loas y a continuación descubrió, junto a su hermana Lucía, un azulejo que reza así: «A Luis Miguel Dominguín, en recuerdo de su poderío y extraordinaria personalidad taurina, en el LX aniversario de su alternativa».
Al final del acto, al que acudieron numerosas personalidades del mundo del toro, apareció Cayetano Rivera Ordóñez, acompañado de su tío Curro Vázquez, lo que causó un gran revuelo.
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