Los enigmas de la retirada de Enrique Ponce

El próximo 8 de diciembre, Ponce cumplirá cincuenta años: una edad avanzada para estar en activo como matador. Tomó la alternativa en su Valencia natal el 16 de marzo de 1990: lleva más de tres décadas como primera figura .

En Fallas del 2019, sufrió una gravísima lesión. Quizá se precipitó al reaparecer el 11 de agosto de ese mismo año, en El Puerto, aunque esa tarde indultó un toro de Juan Pedro. Después, en Bilbao, alargó demasiado sus faenas, sin lograr conectar con uno de sus públicos favoritos.

En la breve y extraña temporada del 2020, marcada por el Covid, fue el diestro que más toreó: 16 corridas, en las que cortó 29 orejas y 1 rabo. Muchos elogiaron su compromiso con la Fiesta . También es cierto que esos festejos se celebraron, en su mayoría, en plazas de tercera categoría, con los toros que allí se lidian y ante públicos ganados de antemano por el acontecimiento.

Este año, actuó con escasa fortuna en el festival del 2 de mayo, en Las Ventas. Venía ahora de torear en Granada, Alicante y Castellón; su última tarde, en León , el domingo 27, con éxito, en una corrida mixta con Hermoso de Mendoza y El Fandi. Iba a torear ayer en Burgos, con Emilio de Justo y Roca Rey. Luego, está anunciado en Soria, Mont de Marsan, Santander, Inca, Iniesta, Bayona, Arlés... Está claro que tenía planeada una temporada intensa, a la espera de que se anuncien los carteles de las grandes Ferias españolas.

Cuentan que su cuadrilla se enteró, por boca de su apoderado, cuando llegó a Burgos para torear. Es algo insólito en la seria trayectoria profesional de Ponce. ¿Qué había sucedido para cortar así, de golpe, la temporada? Personas cercanas me hablan de que la tensión psicológica que arrastra, por su situación personal, le ha pasado factura física, con una subida de tensión. Especulan algunos con la posibilidad de que Ana Soria , su nueva novia, esté embarazada, lo que consolidaría su unión. Quizá ha habido un nuevo episodio conflictivo en relación con el divorcio, todavía no firmado, de su mujer, Paloma Cuevas; o con la primera comunión de su segunda hija... Cualquiera de esas cosas –y alguna más– puede haber sido la gota que ha rebasado un vaso ya muy lleno.

La razón de fondo está clara, son motivos personales : la situación que el diestro está viviendo con su nueva pareja, mucho más joven que él, con la diferencia de intereses, gustos y amigos que eso implica, agravada por un exhibicionismo en las redes sociales que no encaja con su anterior biografía y que ha dolido especialmente a su familia.

Otros diestros (su amigo Litri, su rival José Tomás) han vivido una situación similar con mucha mayor discreción . Eso le ha convertido en objetivo de la prensa rosa. Me cuentan la riña que les echó a algunos, en el acto de presentación de un cartel: «¡Vaya veranito que me estáis dando!». No puede quejarse de lo que él mismo ha provocado.

La tensión nerviosa que todo esto causa es muy mala para un torero, que necesita, ante todo, tranquilidad. Muchos hemos advertido sus gestos, cuando un toro ha presentado dificultades. A los que le conocen bien, no se les escapa que no disfrutaba ya en los ruedos como siempre lo había hecho. Ése es un grave síntoma. Por eso, quizá, ha decidido: «¡Hasta aquí hemos llegado!».

Es la gran pregunta que todos nos hacemos y que nadie puede responder, ahora mismo. Parece lógico que Ponce no haya pensado en una retirada definitiva sino en un descanso, para recuperar fuerzas y serenidad. Apuntan algunos que quizá, cumplidos los trámites legales de la separación , decida pasar una temporada con Ana Soria fuera de España. El destino lógico sería México o algún otro país hispanoamericano, donde es un ídolo y donde tiene amigos de tanta importancia como Miguel Alemán, por citar un solo ejemplo. Eso serviría para calmar las aguas del periodismo más sensacionalista.

Después... podría volver a los ruedos: tiene el físico de un joven y la sabiduría de un maestro. Los toros han sido su vida entera. Eso sí, a su edad y después de cierta inactividad, le sería muy duro volver a la exigencia –por los toros y por el público– de las grandes Ferias españolas.

Enrique Ponce forma ya parte muy destacada de la historia de la Tauromaquia. Los datos de su biografía taurina no tienen parangón: no merece rematarla de esta forma.