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ABC Cultural

Obra maestra de Enrique Ponce en Santander

Bajo los sones de La Misión, desata el delirio y sale a hombros con un gran Juli y Ginés Marín

Enrique Ponce Fotos: Serrano Arce

Rosario Pérez , Rosario Pérez y Rosario Pérez

Crónica

El eco de «¡torero, torero!» retumbaba en el Sardinero. La plaza de Cuatro Caminos se caía literalmente. Un temblor sacudía los tendidos de tan estruendosos aplausos: se tambaleaban hasta la teclas del ordenador y el ratón pasó a mejor vida directamente. «¡Fuera la tecnología! ¡Viva ... el arte!», se oyó en el palco de al lado. El artífice de tal locura era Enrique Ponce , que provocó un éxtasis colectivo. Otra vez, como hace dos años en su laureada faena a «Bendecidito», bajo los sones de «La Misión». Ponce, artista por los cuatro costados y que sería capaz de inspirarse hasta con el último reguetón del verano , parece crecerse con las notas de Morricone. Una delicia para los sentidos tal comunión.

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