Feria de Granada

Del bravo Caudillo a la aplastante Roca

Un sobrero de Vegahermosa sobresale dentro de la buena corrida de Daniel Ruiz, con triple puerta grande para El Fandi, Manzanares y la figura peruana

Antonio L. Juárez

Volvía la feria del Corpus y Granada era una fiesta. Miles de personas se arremolinaban alrededor de la Monumental de Frascuelo , unos con entrada y otros para ver si pescaban la de algún despistado. Las colas se alargaban hasta los tenderetes de ... abanicos y almohadillas. El mismo uso tuvieron luego: arrancar un poco de viento fresco al caldeado aire. A las ocho, media hora después del comienzo del festejo, aún desfilaba la gente por la escalera: ambientazo en la plaza, con solo algunas calvas en el tendido alto. Los que llegaron tarde se perdieron la larga cambiada de El Fandi al primero de Daniel Ruiz , la arrebujada media y dos jaleados pares antes de que el toro se partiera un pitón al estrellarse contra el burladero.

Sí pudieron ver el mismo saludo al siguiente, cosido esta vez a unos despaciosos lances como previo al quite por lopecinas. Y a un tris estuvieron de contemplar la fractura de otro cuerno. El ganadero, desde el callejón, miraba temeroso cuando Ofendido se dirigía a la trinchera de los subalternos. Por suerte, esta vez no hubo daños que lamentar y el violinazo puso la música antes del brindis de un toro con más bravuconería que bravura, con un explosivo inicio de hinojos. Un molinete descorchó la ‘Concha flamenca’ y una serie diestra, pero fue con la zurda, la mano dorada de Fandila y el buen lado del toro, por donde brotó lo de mayor calidad. Inteligente, oxigenó mucho al de Daniel tras cada tanda de naturales. Ya en el epílogo atacó la ‘fandimanía’: los desplantes rodillas en tierra causaron sensación. La efectiva estocada desembocó en una oreja, aunque sus paisanos pidieron con fuerza las dos.

Las ocho y veinticinco marcaba el reloj (¡una hora para un capítulo!) cuando salió el segundo, que traía hechuras para embestir. Aunque no ayudó nada el trasero puyazo y se descompuso algo el viaje, también prometía por el izquierdo, aunque sería a derechas por donde subiría la intensidad. Hasta el criador del buen castaño aplaudía desde el callejón. Temple y sometimiento exigía Fanfarria, con la virtud de la fijeza. Se echó en falta mayor acople de Manzanares, pero el espadazo recibiendo tapó bocas. Tanto apuró el presidente que cortaron la peluda cuando ya sonaban los cascabeles en el patio de arrastre.

Lentamente nacieron las verónicas de Roca Rey al tercero, al que apenas picó. Y pausada también la apertura, tan ceñida que se llevó un pisotón de su pareja de baile, que lo mismo obsequiaba una pieza de mucha calidad que otra de tornillazos, lo que hacía que unos muletazos fueran un mar en calma y otros de oleaje sin limpieza. Aplomadísimo el peruano, suyas fueron las series más rotundas hasta levantar al público de los asientos en cada parón. En las cercanías tiró de la embestida –obediente y noble siempre–, con lo inverosímil de muletazos por delante y por detrás a un lado y a otro. De infarto las bernadinas, con los pitones planchando la chaquetilla. Bárbaro de valor, asustó a sol y sombra, pero pinchó. Una vez más, la tizona fue su cruz.

Un gato en el ruedo

Más trapío tenían los bocatas que comía el personal a dos carrillos que el sobrero de Vegahermosa (y alguno que otro de la ganadería titular). Faltó el «¡miau!» del 7 de Madrid, pero, cosas de Granada, un gato cruzó el ruedo antes del vistoso quite de David Fandila . Hasta las botas se puso con las sobras de la merienda. Otro festín se pegó el torero en banderillas, seguidas con algarabía, aunque para locura la desatada en el inicio de rodillas, con Caudillo embistiendo imparable. Se comía la muleta el de Borja Domecq, que repetía y repetía. Y el granadino allá que seguía plantándole cara con sus armas de la entrega y el oficio al toro de nombre dictatorial. Embestidas dictaba y para dictar el toreo fue. Por ambos lados acudía el ejemplar, tan bravo y exigente como justo de presencia. Los guiños al tendido pusieron al sol como una olla a presión. Se sucedieron entonces los «¡vivas!» a España y al Rey. El premio gordo se presentía, pero el pinchazo frenó la recompensa a una oreja. De vuelta al ruedo era la casta de Caudillo, aunque con solo una ovación se despidió. Apoteósica, eso sí, la del profeta en su tierra, con gritos de «¡Fandi, Fandi!», garantía de éxito.

Los «¡vivas!» crecieron en el quinto. Para Andalucía fue el último de un espectador que dio un mitin cuando Manzanares deletreaba unos naturales de mucha clase a un Daniel de ídem. Para gozar su ritmo, como hizo el alicantino.

El toreo más macizo estaba por llegar. Bárbaro Roca Rey en el sexto, desde el recibo mixto al arranque pendular y a las mandonas tandas con la derecha. Arrastraba las telas con un dominio absoluto . «¡Torero, torero!», coreaba la extasiada plaza antes de solicitar las dos orejas de otro notable toro de Daniel Ruiz. Qué buena corrida. Y qué bravura la del sobrero y la de Roca. Aplastante Rey en el triunfal estreno.

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