Ambiente extraordinario y faenas discretas en el regreso de los toros a Sevilla
Roca Rey corta una oreja y Morante deja aroma de torería en una corrida de Victoriano del Río de escaso juego
Roca Rey, por bajo con el segundo toro
¡Qué alegría! ¡Por fin, vuelven los toros a Sevilla! Conviene matizar: vuelven las corridas (casi dos años después del festival del Baratillo, que organizó Joaquín Moeckel, el 12 de octubre de 2019). Pero los toros nunca se han ido de Sevilla. Sin toros, Sevilla ... no sería la misma. Volvemos, eso sí, a la ilusión, a las aglomeraciones en la calle Iris y en la Puerta del Príncipe, a deleitarnos con la belleza de esta Plaza de los Toros absolutamente incomparable, a las tertulias con los amigos sevillanos, entendidos y educados...
Sevilla es única, por supuesto. Decía Rafael Alberti, citando a El Secundí, un viejo poeta árabe, que, si alguien buscase leche de pájaro, allí la encontraría. No menos singular es una Feria de Abril en San Miguel, una corrida del Domingo de Resurrección que tiene lugar un sábado de septiembre: todo es posible en Sevilla. Después del desencanto de abril, la empresa ha hecho muy bien manteniendo unos carteles (catorce, nada menos) de enorme atractivo.
En un ambiente increíble, con el público puesto en pie, se escucha el Himno Nacional, tocado por la magnífica banda. Abre Feria un cartel de toreros difícil de mejorar: el mismo de la goyesca de Ronda, con Morante por delante. Los toros de Victoriano del Río, con pitones pero de escasa fuerza y juego, en general; destaca el muy noble segundo, al que Roca Rey corta un trofeo. Morante malogra con la espada una preciosa faena. Pablo Aguado queda en blanco.
Éste es, sin duda, el año de Morante . Sabemos de sobra lo bien que torea pero este año está asumiendo su responsabilidad de primera figura, siguiendo por fin el ejemplo de su admirado Gallito: por actitud, por aceptar variedad de encastes, por número de festejos, por repertorio... En el primero, dibuja tres lances de categoría y ni uno más. El toro aprieta a tablas, hace hilo, pone en aprieto a los banderilleros. Morante lo prueba por bajo y muestra al público que el toro no tiene un pase. Corta por lo sano y mata mal, entre la lógica decepción. Alivia al cuarto con el capote y, aún así, se cae. Por falta de fuerza, se defiende. Se lo lleva al platillo y traza muletazos suaves, preciosos, al son de ‘Suspiros de España’. Cuando el toro se acobarda a tablas, le saca todo lo que tiene y más, le hace esas ‘cositas’ que tanto gustan en Sevilla -y en todas partes-, con valor, recursos y variedad. Acaba cogiéndole el pitón, como hacían Domingo Ortega y los lidiadores antiguos. Pierde el seguro trofeo por pinchar pero ha mostrado voluntad y recursos. No ha decepcionado.
Me preguntaba esta semana mi querido José Luis Garci mi opinión sobre Roca Rey y la respuesta era bien fácil: un gran torero, por unir capacidad, valor estoico y una enorme ambición. Esto último es lo que ahora quizá más está destacando: no se deja ganar la pelea por nadie. (Desde el comienzo de su carrera, me dijo que le apasionaba la figura de Luis Miguel). Por eso manda en la taquilla y en el toreo. Debe también pulir su estética. En el segundo, el mejor toro de la corrida, muestra su cara más clásica. Desde la primera tanda de muletazos, lo torea a placer , con suavidad y ligazón, en un palmo de terreno; sólo falta algo más de chispa. Pincha en hueso antes de un sopapo tremendo: oreja. Apostilla mi cortés vecino: «Con un toro tan bueno, cada uno es cada uno...» Se ha cortado en la pantorrilla izquierda, con la espada. (Me ha alegrado comprobar la recuperación del banderillero Domínguez, después de su muy grave percance). En el quinto, que se para pronto, recurre a los alardes de valor, muletazos de rodillas, aguanta parones, metido entre los pitones. Tiene mucho mérito pero falta la emoción del toro y no mata bien: petición y vuelta.
Recordamos todos aquella tarde de abril en la que Pablo Aguado deslumbró, cortó cuatro orejas, resucitó un toreo sevillano hecho de naturalidad y buen gusto. Desde entonces, lo ha vuelto a mostrar varias veces pero le falta volver a dar otro golpe en la mesa... El tercero, un bonito sardo, flaquea ya de salida. Corre la mano Aguado con elegante naturalidad, sin estrecharse. Una faena aseada pero en su tierra se esperaba más de él. Mata a la segunda. En el último, que se mueve, rebrincado, dibuja verónicas de salida y prometedores ayudados por bajo pero el toro puntea la muleta, el diestro no logra el necesario mando. No mata bien y se resiente de una lesión de rodilla por la que ha tenido que pasar a la enfermería antes del festejo. Es buen torero pero, en Sevilla, hay que apretar más.
Me quedo con el aroma de torería de Morante y con el extraordinario ambiente. Han vuelto los toros a Sevilla: ¡Gaudeamus!
Posdata. Ha fallecido Aquilino Duque, valioso escritor, singular personaje, defensor del valor aristocrático de la cultura popular andaluza. También, gran aficionado a los toros, autor del libro 'El torero y las luces'. Su edad de oro fue la de Pepe Luis. La lidia -decía- exige sabiduría, no astucia. A una veintena de escritores les preguntaron que hubieran querido ser. Sólo dos, Aquilino y Alberti, contestaron: «Torero». En 2004, ABC le concedió su premio Manuel Ramíre . Entonces proclamó que la Tauromaquia se ha convertido en «el último refugio de los patriotas». El tiempo le ha dado la razón.
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