Sebastián Castella disfruta con un sabroso «Lenguadito» en San Isidro
Brinda una faena de oreja al Rey Don Juan Carlos con un gran sobrero de El Torero
andrés amorós
De nuevo acude a la Plaza Don Juan Carlos, esta vez acompañado por la Infanta Elena: recibe brindis y el cariño del público, que abarrota la Plaza.
Núñez del Cuvillo lidió una buena corrida en Valencia y otra, mejor, en la Feria de Abril . ... Esta vez, en cambio, la extremada flojera de los toros está a punto de dar al traste con la tarde. Felizmente, un sobrero de El Torero resulta excelente: Castella aprovecha la oportunidad y corta una oreja, después de una buena faena. También agrada la clase de Diego Urdiales en el cuarto, sin redondear el trasteo. Talavante espera a otra ocasión...
Diego Urdiales vive un momento de esperanza. Se acaba de publicar un libro sobre él, que recoge muchos testimonios, incluidos los de dos figuras como El Viti y Curro Romero. Va a actuar tres tardes en esta Feria, con la consideración de figura. Su trayectoria no ha sido fácil pero ha mantenido siempre la dignidad torera, dentro de una línea de clasicismo, que merece el respeto de los aficionados. El primero es un inválido. Brinda a Don Juan Carlos. En cuanto le baja la mano, rueda por la arena. Escucho a un vecino: «No puede con su alma» (si tienen alma los toros inválidos, pienso yo). Resumen conciso de una joven: «Ná de ná». El cuarto tiene más casta y fuerza, casi derriba en la primera vara, protesta en banderillas. Brindis a Curro Romero, muy aplaudido. (Después de un Rey, un «Faraón»). Enlaza Urdiales derechazos templados, de gran suavidad; naturales clásicos, dando el medio pecho. La faena es desigual porque hay varios enganchones pero también buenos muletazos: un precioso remate por bajo levanta un clamor. Logra una estocada, arriesgando mucho, pero el toro tarda en caer y escucha dos avisos: la vuelta al ruedo suscita división.
Metáfora culinaria
Primera actuación en la Feria de Sebastián Castella, ahora dirigido por la empresa de Las Ventas. El segundo es tan flojo como el primero, se queda corto y parado. Sebastián hace la estatua, prolonga un trasteo tedioso y mata mal. El castizo vecino juzga: «El toro no valía ni pa carne». Devuelto el quinto, tan flojo como sus hermanos, sale el sobrero de El Torero: «Lenguadito», negro, de 539 kilos, cinqueño. Brindis a Don Juan Carlos. Con las fuerzas justas, el toro embiste con gran clase, humilla, mete bien la cabeza, repite, le permite desplegar al diestro todo su repertorio: muletazos cambiados, derechazos con temple, naturales a cámara lenta. Le dan un aviso toreando pero corta una oreja. La metáfora culinaria es inevitable: ha disfrutado saboreando un sabrosísimo «Lenguadito meunier». El vecino resume: «¡Para llevárselo a casa!»
Talavante cortó la oreja a un toro del Ventorrillo, con su toreo sedoso, fácil, personal. Esta tarde, sigue mostrando su estilo atractivo pero irregular. El tercero, algo rebrincado, es manejable. Se luce Trujillo, como siempre, con los palos. Alejandro torea muy suelto y fácil, liga bien los derechazos, logra dos naturales suaves... pero el toro canta la gallina y pincha mal, sin estrecharse. El último comparte el nombre, «Arrojado», con el que Manzanares indultó en Sevilla, pero no su comportamiento: también flojea y embiste sin gracia. Cuando hace un extraño, Talavante corta en seco y mata mal. La gente no se queda contenta: no está bien ponerse pesado pero lo contrario tampoco es bueno.
Como casi siempre, los toros han marcado la diferencia. Si una res no tiene la fuerza necesaria, todo lo que haga el torero será inútil. ¿Aprenderán la lección alguna vez los profesionales?
Postdata. La historia se repite. En una Feria que sucede a la vez que San Isidro, con primeras figuras, leo estas frases de dos críticos de los que me fío: «Tan dulce como inválido... sin atisbo de vitalidad... no podía con su esqueleto... de embestidas cansinas... rajado desde el principio... adormilado, falto de pujanza... carente de todos los atributos que debe tener un toro...» ¿Es ésta la Fiesta que queremos?
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