José Mari Manzanares, artista excepcional

Hijo de Pepe Manzanares, novillero y banderillero, José María mostró, desde el comienzo de su carrera, una suma de virtudes taurinas muy difícil de reunir: toreaba de maravilla con el capote, era un magnífico muletero y - cuando quería – uno de los mejores estoqueadores de su tiempo. Lo tenía todo. Y, además, todo lo hacía con facilidad, con natural elegancia, con armonía. Unía la claridad de mente, la técnica, la capacidad lidiadora con una plasticidad mediterránea que entraba por los ojos. ¿Qué le faltaba? Sin duda, carácter, regularidad, no dejarse llevar, en ocasiones. por la abulia.

Siempre he dicho que los dos toreros mejor dotados que yo he admirado han sido Paco Camino y José María Manzanares. Los dos han sido muchísimo, en el toreo, pero podían haber sido más. Paco me replica que no: que, si no ha sido más, es porque no ha podido, no porque no ha querido. A José Mari no le hacía gracia, lógicamente, esta opinión, pero yo sigo creyéndolo.

Recuerdo los testimonios de dos maestros y amigos. Marcial Lalanda me elogió «lo bien que torea Manzanares, mejor que casi todos. Lo suyo es torear con temple, con arte».

Y Enrique Ponce me dijo: «Manzanares es el torero en el que más me fijaba y el que más me influyó en mi concepto de la Tauromaquia. Era mi torero, desde niño».

Descanse en paz José María Manzanares, personaje bohemio, artista excepcional.