Ni lleno, ni toros, ni emoción
Hermoso de Mendoza rescató la única oreja de una tarde anodina
andrés amorós
La noche del jueves se ha recuperado la tradición, tan valenciana, de las nocturnas: toros de Las Ramblas de seria presentación y buen juego. Triunfa rotundamente Miguel Abellán , al que se ve segurísimo; tan confiado está que su segundo enemigo le da una fuerte ... voltereta, quedando conmocionado. Pasa a la enfermería con lesión de costillas pero corta tres orejas y sale en hombros. También logra un trofeo El Fandi, siempre espectacular . Padilla parece acusar algo el peso de la temporada.
Abundan las combinaciones de toreros a pie con rejoneadores: me resultan extrañas, por buenos que sean todos ellos. Valencia es feria de primera categoría pero solo dos primeras figuras, El Juli y Perera, han aceptado venir (quizá se esperó demasiado a José Tomás ). Con este cartel, en el día grande de Feria, la Plaza no se llena: muy mal síntoma. Los toros de Victoriano del Río, que dieron magnífico juego en Pamplona, pecan de flojedad y sosería.
Muestra su maestría Hermoso de Mendoza en el primero, bonancible pero flojo: galopa de lado con «Disparate»; «Pirata» levanta un clamor al hacerle un quite, mordiendo al toro moribundo. Mata a la segunda: corta oreja y hace saludar al caballo. «Duende» juguetea a placer con el cuarto, justo de fuerza y casta; «Habanero» gira en la cara del toro; con «Pirata», de nuevo, clava a dos manos pero lo desluce al matar descordando.
A pesar de los éxitos, El Juli no parece muy feliz: la temporada que planteó, con tantas guerras y un «tour» fijado de antemano, no le está resultando todo lo bien que esperaba. En el segundo, noble, que humilla pero flaquea, quita por chicuelinas de compás abierto, como hace José Tomás. La flojedad del toro quita emoción a un trasteo con mucho oficio pero algo mecánico. Mata caído, con el habitual salto: decepción. También es flojo y deslucido el quinto: El Juli le enjareta muletazos por los dos lados, con más técnica y voluntad que armonía, hasta que el toro canta la gallina, rajándose a tablas: allí le saca algunos muletazos y mata mal.
Perera ha seguido arrasando, después de las dos salidas a hombros en San Isidro. Flojea de salida el tercero, queda muy corto. La seguridad del diestro, sin una duda, logra meterlo en la muleta, mandando mucho; pero, para brillar, necesita más toro. Falla con la espada. Al sexto, que renquea, apenas lo pican, cae varias veces, levanta protestas de este santísimo público. Perera hace el poste, le consiente, conduce con temple las apagadas embestidas, hasta que también este toro se raja; se ha justificado pero... No cabe más. Mata fácil y se culmina la decepción general.
Mi amigo Vicente, un valenciano típico, se ha pasado la tarde lamentando el tono bajo de la corrida. Lo que a él -y a este público- le encanta es la mascletá, la explosión de entusiasmo y admiración por un héroe (por ejemplo, Jaime Marco y Jaime Ostos, en el día de su santo), como tantas veces han vivido en este coso. Lo malo es que Vicente ha tenido razón: no ha habido lleno, ni toros encastados, ni faenas emocionantes... ¿Cabe el optimismo? Me temo que no.
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