'Romeo y Julieta despiertan...' El amor más allá de las arrugas de la vida

Medio siglo después, cuando Romeo y Julieta se levantan del sueño de sus tumbas, cuando se han convertido ya en dos ancianos confusos, el reto que tienen delante no es defender su pasión frente al mundo, frente a los otros, inmolarse cuando todo se ve perdido, como planteó Shakespeare, sino, por el contrario, reconocer que esa pasión sigue viviendo en ellos mismos más allá de las arrugas de la vida, más allá de las mutaciones personales, más allá de los venenos con que los hiere el destino.

'Romeo y Julieta despiertan...' se sitúa en ese umbral en el que cada uno de ellos se pregunta quién soy y si todavía los recuerdos y el futuro tienen algún sentido. Se construye, por ello, un relato de formación antes de que el tiempo ponga definitivamente el punto final, un relato de búsqueda a pesar de la perplejidad triste de Julieta y la amnesia de Romeo.

Petschinka no crea una secuela de Shakespeare, sino que dialoga con él. La obra lo tiene todo: humor, ternura, grandes dosis argumentales de emoción y de sorpresa. Cuenta con una escenografía presidida por las dos criptas que no son el símbolo de la muerte, sino el del reencuentro y la resurrección del amor; con una ambientación musical y una iluminación que intensifican todo lo que los personajes desarrollan sobre las tablas…

Y sobre todo con ese festín interpretativo, oral y gestual que llevan a cabo Ana Belén, José Luis Gómez y un muy sobresaliente José Luis Torrijos. Destacando en ella ese inicio y final sorprendentes, 'Romeo y Julieta despiertan...' cae, de vez en cuando, en cierta falta de tensión argumental, tal vez debida a su propia extensión, pero Eberhard Petschinka crea una obra absolutamente seductora, deliciosamente viva, deslumbrante y verdadera, un canto al amor y al deseo más allá de la belleza transitoria, una lección moral para los tiempos que vivimos. Como decía Oscar Wilde hay que admirar el amor en la vejez, es para toda la vida.