'El proceso', una fábula absurda que no termina nunca
Ernesto Caballero ha adaptado y dirige en el Teatro María Guerrero una versión de la obra maestra de Kafka, con Carlos Hipólito como protagonista
Madrid
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Iniciar sesión«Alguien debió haberme calumniado, porque, sin haber hecho nada malo, una mañana fui detenido. La cocinera de la señora Grubach, mi casera, que me traía todos los días a eso de las ocho el desayuno, no había aparecido. Era la primera vez que ocurría ... algo semejante. Esperé un rato más. Poco después, un hombre al que no había visto nunca entró en mi habitación». Con estas palabras comienza 'El proceso', la función que hoy se estrena en el Teatro María Guerrero -dentro de la programación del Centro Dramático Nacional-, con adaptación y dirección de Ernesto Caballero. Apenas difiere de las que conforman el comienzo de la novela de Franz Kafka. Difiere, fundamentalmente, en el narrador; el escritor checo contó la historia de Josef K. en tercera persona y Caballero ha preferido que sea el propio protagonista quien la relate.
'El proceso' es una de las grandes novelas de la literatura del siglo XX. Franz Kafka dejó al morir en 1924, con apenas 40 años, un manuscrito sin concluir que su editor y amigo Max Brod publicó al año siguiente. Cuenta la desasosegante historia de Josef K. -«un trasunto del propio autor», explica Caballero»-, un gerente bancario que una mañana recibe la visita, en la pensión donde vive, de dos funcionarios que le dicen que se le acaba de abrir un procedimiento judicial cuya causa desconocen, y que ha de presentarse de inmediato en los juzgados para aclarar su situación. A partir de ese momento, la vida de K. se va a ver atrapada en un absurdo e interminable proceso que, como indica uno de los miembros del tribunal, incluye en sí la propia condena del acusado. «Es un eterno retorno en una fábula que no termina nunca», dice Ernesto Caballero.
Ocho actores componen el reparto de 'El proceso'. Carlos Hipólito encarna al protagonista, Josef K. Le acompañan Felipe Ansola (estudiante, azotador, fabricante), Olivia Baglivi (señora Bürstner, Leni, Niña Titorelli 1), Jorge Basanta (Willem, Huld), Alberto Jiménez (Franz, el pintor Titorelli, el capellán de la prisión), Paco Ochoa (Juez instructor, hombre alto, el tío Albert, Block), Ainhoa Santamaría (señora Grubach, mujer del juzgado, Niña Titorelli 2) y Juan Carlos Talavera (inspector, ujier, jefe de departamento). La escenografía, el vestuario y la iluminación la firman, respectivamente, Mónica Boromello, Anna Tusell y Paco Ariza. El montaje cuenta además con música original de José María Sánchez-Verdú, que se convierte casi en escenografía, según palabras de Caballero, que define su puesta en escena como «poética, esencialista y dinámica, con acción constante».
«'El proceso' es uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo -afirma Ernesto Caballero-; su campo expansivo es muy amplio, y la anécdota particular, el laberinto burocrático-administrativo en el que se ve envuelto el protagonista, es en realidad una metáfora de la condición humana, de un mundo del que los dioses parecen haberse desentendido».
Sitúa la obra el director en dos planos: el primero es «el de la ley mundana, demoledora, que deriva en inseguridad jurídica. Y en ella nace el totalitarismo; de ello nos advierte la obra, de que un sistema jurídico endeble conduce al totalitarismo y por tanto al aplastamiento del ser humano». La inseguridad jurídica es la expresión de un sistema, añade, «que no permite que nos quedemos fuera, que nos pide colaboración incluso. Josef K., el 'héroe', es un muñeco del destino pero no es pasivo; colabora a determinar su suerte. Se podría haber desentendido, pero va labrando su propio futuro». 'El proceso', insiste, habla de que somos al tiempo «víctimas y agentes de un sistema que es, finalmente, autodestructivo».
Completa Ernesto Caballero su lectura de la obra y dice que también hay en ella «una ley ultramundana, filosófica y hasta teológica. Esa imposibilidad de acceder a una ley superior tiene que ver con nuestra ceguera con respecto al misterio, a lo trascendente». Y califica la obra de «enigmática», en la estela de otras como 'Esperando a Godot', de Bertolt Brecht.
'El proceso' ha sido llevada al cine en varias ocasiones; Orson Welles dirigió en 1962 la más destacada adaptación -cambió incluso el final-, con Anthony Perkins como Joseph K. También son numerosas las conversiones al teatro; pero no solo de esta obra, sino de otros títulos del autor checo, como 'La metamorfosis' -el bailarín Mikhail Baryshnikov debutó como actor en una versión de esta obra que dirigió en Broadway Steven Berkoff- o 'Informe para una Academia'. «En cualquier relato de Kafka -dice Ernesto Caballero- vemos personajes que parecen arrojados a un escenario. Son personajes que no tienen antecedentes, que no están cerrados, y eso permite muchas sugerencias al actor que los interpreta; induce a completarlos». Tienen algo, concluye, de calderonianos, porque su peor delito es haber nacido. Todos son activos, quieren saber, y están movidos por un personajes interno que es la culpa».
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