Marta Poveda: «Los clásicos son lecciones constantes de filosofía, de vida y de humanidad»

La actriz debuta como directora con 'La francesa Laura', el texto de Lope de Vega cuya autoría descubrió la Inteligencia Artificial

Descubren una obra desconocida de Lope de Vega gracias a la Inteligencia Artificial

Marta Poveda, en los Teatros del Canal Ángel de antonio

Marta Poveda es una casquivana... teatralmente hablando. Lo mismo le da coquetear con Calderón, hacerle mimos a Tirso de Molina o echarse en brazos de Lope de Vega; los clásicos del Siglo de Oro le pueden, qué se le va a hacer... Le remueven. ... Comenzó su idilio hace algo más de una década, cuando Rosaura, de 'La vida es sueño', de Calderón de la Barca, entró en su vida. Después se le ha visto de la mano de Juan Ruiz de Alarcón ('La verdad sospechosa'), Rojas Zorrilla ('Donde hay agravios no hay celos'), Lope de Vega ('El perro del hortelano') y Calderón de nuevo ('La dama duende' y 'La hija del aire')... También se ha acaramelado con Shakespeare ('Macbeth'). Pero con Lope tiene una complicidad especial, y con Lope va a estrenarse como directora; nada menos que con 'La francesa Laura', un texto cuya autoría ha desvelado la inteligencia artificial, y que sube a escena por primera vez. Lo pone en pie la Fundación Siglo de Oro el jueves en los Teatros del Canal, con un reparto que integran Sheila Niño, Macarena Molina, José Juan Sevilla, Manuela Morales, Ángel Ramón Jiménez, Agus Ruiz y Martín Puñal. «Me llegó la propuesta en un momento de mi vida en que tenía muchas ganas de dirigir y me sentía preparada para aprender a dirigir, que es lo que estoy haciendo: aprendiendo a dirigir», dice.

¿Y qué pensó cuando le ofrecieron dirigir 'La francesa Laura'?

Cuando Rodrigo Arribas, de la Fundación Siglo de Oro, me explicó cómo se había descubierto el texto y me preguntó si me apetecía dirigirlo, sentí mucho miedo, pero al tiempo pensé que era algo que no podía dejar pasar.

¿Le dio más o menos confianza el que fuera un texto desconocido?

No. Cuando he afrontado un clásico, aunque haya sido 'El perro del hortelano' o 'Macbeth', que se han hecho mil veces, me he obligado a leerlo como si fuera un texto nuevo. Y más o menos lo consigo. Y con 'La francesa Laura', al ser la primera vez que se presenta, es importante que las palabras se entiendan; me aterra que no se entienda el texto. Me parece más complicado para una directora novel como yo afrontar un clásico nuevo, porque lo principal es que tenemos que enseñar la palabra.

¿Qué es lo que le gusta más del texto?

¡Muchas cosas! Cuanto más lo leo y cuanto más lo veo ensayar, más me fascina. Quizá lo que más me gusta es cómo Lope, a través de la palabra, consigue elevar las altas y las bajas pasiones, las fragilidades humanas y la capacidad del ser humano de errar sin tener por qué. No paramos de meter la pata sin tener por qué hacerlo. Y eso Lope lo cuenta de una manera increíble. Y hace algo fantástico, que es el relato emocional: lo explica todo objetivamente pero al tiempo logra que emocionalmente todo tenga un contenido apasionante.

«A través de los clásicos yo he aprendido a conocerme también como mujer, como ser humano. Los clásicos, sin que te estés dando cuenta, te meten en unas profundidades que en el día a día no estamos acostumbrados a transitar»

¿Ha descubierto en el teatro clásico, o gracias al teatro clásico, muchas claves del comportamiento humano contemporáneo?

Sin duda... Desde Rosaura, que supuso un viaje de aprendizaje increíble, hasta el que estoy haciendo con Lope ahora... Parece una obrita, una comedia de tantas, pero habla de las fragilidades del ser humano, de cómo nuestros miedos pueden ser muy destructivos. Y a través de los clásicos yo he aprendido a conocerme también como mujer, como ser humano. A Rosaura le debo mucho. Los clásicos, sin que te estés dando cuenta, te meten en unas profundidades que en el día a día no estamos acostumbrados a transitar. Son lecciones constantes de filosofía, de vida y de humanidad. Yo me he construido en un porcentaje muy alto como persona gracias a afrontar los clásicos.

Y también como actriz, claro.

Y como actriz, por supuesto. Me han construido una estructura como intérprete, y de verdad pienso que no podía haber tenido mejor carrera que la que he tenido por el tipo de actriz que soy; no me puedo creer lo afortunada que soy por haber hecho los personajes que he hecho.

¿Dirigir es un paso más en su crecimiento como actriz?

Supone ampliar mis conocimientos y mi experiencia como creadora. Para mí es importante para seguir creciendo como persona de teatro. Lo que estoy aprendiendo en esta etapa tiene que ver también mucho con las preguntas que me hago como actriz, y mi relación como directora con el texto y con el elenco me está haciendo crecer como mujer de teatro.

¿Crecer como actriz es sinónimo de crecer como persona?

Es el arte de la empatía, con lo cual tengo que ser cada vez mejor persona para ser cada vez mejor actriz.

«Aparentemente es una comedia; la primera vez que lees el texto tiene frescura, aunque te deja algo tocado al final; la segunda vez que lo lees dices: ¡wow! Y la tercera vez te das cuenta de que es una tragedia del alma»

Volviendo a Lope, ¿está obra está al nivel de lo que ha hecho otras veces de él?

Me he vinculado muchísimo con el texto y creo que no puedo ser objetiva. Pero si intento serlo, le diría que sí es de lo mejor, y tengo razones para decirlo; por ejemplo, por el recorrido de los personajes y su inteligencia. Son muy inteligentes y están escritos con mucha inteligencia. La trama te lleva a hacer una reflexión sobre el comportamiento humano, y eso solo lo consigue un gran texto disfrazado de comedia palatina. Aparentemente lo es; la primera vez que lees el texto tiene frescura, aunque te deja algo tocado al final; la segunda vez que lo lees dices: ¡wow! Y la tercera vez te das cuenta de que es una tragedia del alma. Ahí reside la inteligencia de Lope: te eleva todo, pero van cayendo gotas de sangre y al final te quedas tocado.

Lo que quiere usted es ser un médium entre Lope y el público.

¡Ojalá! Sí, ese es el objetivo, otra cosa es que lo consiga. He querido entregarlo, he intentado respetar el camino de mis compañeros y de los actores y he querido darle vida desde mi manera de ver el teatro, pero necesito que el público entienda lo que estamos contando. Es una pretensión muy alta, lo reconozco.

Si los actores han de ser generosos sobre el escenario, ¿los directores también?

Por lo que estoy viviendo, sí. Es importante desapegarse de la vanidad, porque puede contaminar la historia. Hay que ser generoso con el texto y con los actores. Si un actor está implicado y trabaja, jamás tendrá la culpa si no funciona el espectáculo. Hasta ahora no había caído en ello. si yo les digo a los actores que tomen carrerilla y se estampen contra la pared, este elenco que tengo tiene la fe en mí como para hacerlo. Si no funciona no va a ser culpa de ellos, porque todo lo que están haciendo es intentar seguir a rajatabla todo lo que yo les digo. He intentado conocerlos y que me conocieran, saber qué queríamos contar y hacerlo a partir de las herramientas que tiene cada uno de ellos. En resumen... La generosidad del director ha ser extrema, aunque tengas ansiedad.

¿La dirección de escena es un camino que le apetece seguir?

Sí, porque me he quedado con ganas de más. Éste ha sido un primer contacto. He cometido muchos errores, que me parece que son muy lícitos, y los sigo cometiendo. Uno no aprende a ser actor, uno 'vive' ser actor, uno no aprende a ser director, uno 'vive' ser director. Me encantaría seguir explorando este camino, pero me moriría si no me sigo subiendo a un escenario. No podría dejar de ser actriz.

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Sobre el autor Julio Bravo

Madrileño. Ingresó en la Redacción de ABC en 1985. Ha pasado por distintas secciones, pero siempre se ha dedicado a la información de música y artes escénicas. Es crítico teatral y de Danza

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