Lluís Pasqual: «He tenido que explicar que la leyenda negra no se corresponde con la realidad»
El director catalán es el primer director de escena español que inaugura la temporada de la Scala de Milán
Riccardo Chailly es el director musical de 'Don Carlo', de Verdi, en la que Daniel Bianco, exdirector de la Zarzuela, firma la escenografía
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Madrid
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Iniciar sesiónHacía más de una década que Lluís Pasqual no dirigía en la Scala de Milán, un teatro en el que se presentó en abril de 1996 con la ópera de Puccini 'Gianni Schicchi'. Pero desde que montó en octubre de 2011 'La donna ... del lago', de Rossini, no había vuelto a la gran catedral internacional de la ópera. Su regreso ahora resulta especial: lo hace para inaugurar la temporada -el 7 de diciembre, San Ambrosio, como siempre- con 'Don Carlo', de Verdi. «Para ellos es la gran fiesta anual de la ópera -dice Lluís Pasqual-. No es lo mismo hacer 'Don Carlo' en la Scala que hacerlo en el Covent Garden de Londres o en la Ópera de Berlín. Yo no sé si lo hubiera hecho igual en estos dos lugares. Por una parte, porque es la ópera que más veces se ha representado en la Scala y porque mis antecesores son nada menos que Visconti, Ronconi, Zeffirelli... Tengo detrás unos nombres... Menos mal que tengo el ego a dieta, pero claro, es un desafío grande. No es lo mismo, tampoco, porque es en el país donde se inventó la ópera, porque la conocen de sobra y porque se representa en italiano y el público entiende lo que se dice -la obra se presenta en la versión italiana estrenada en Milán en 1884-. Pero no siento una presión especial por ser la inauguración, y sí una responsabilidad hacia Verdi y hacia el público, por supuesto. He intentado hacer el 'Don Carlo' que quería, pero sin despegarme de la tradición».
Lluís Pasqual acude a la Scala de la mano de algunos de sus colaboradores habituales: Daniel Bianco (escenografía), Franca Squarciapino (vestuario), Pascal Mérat (iluminación), Franc Aleu (vídeo) y Nuria Castejón (movimiento coreográfico). En el foso estará el director musical de la Scala, Riccardo Chailly, y el reparto -estelar- está encabezado por Michele Pertusi (Felipe II), Francesco Meli (Don Carlo), Luca Salsi (Rodrigo), Jongmin Park (Gran Inquisidor), Anna Netrebko (Isabel de Valois), y Elina Garanca (Princesa de Éboli) -la gallega Rosalía Cid, que interpreta la Voz del Cielo, será la segunda soprano española que participe en la velada inaugural del teatro milanés-.
Carbón a la máquina
Lo ha dicho siempre: «Cuando hago ópera me siento un ayudante del compositor, como el que echa el carbón en la caldera del tren -ya sé que la imagen no es muy contemporánea- para que el maquinista, que es el director de orquesta, pueda llevar al tren a la estación». Con Chailly, recuerda Pasqual, ya había trabajado varias veces. «Lo fundamental es ponerse de acuerdo en la visión que tenemos de la ópera y de qué manera se lleva a cabo. Lo que ha de existir es una confianza mutua; en este caso ha funcionado perfectamente y hemos llegado a la estación llamada 'Don Carlo'».
Basada en la novela homónima de Friedrich Schiller, 'Don Carlo' ha contribuido notablemente a acrecentar nuestra leyenda negra. ¿Siente un director español la responsabilidad y la obligación de mostrar la realidad histórica? «No, pero sí me ha dado mucho trabajo explicar que no es un libreto histórico sino novelado, que responde a esa leyenda negra que crearon los ingleses -los mejores creadores de mentiras-, pero que nada corresponde a la realidad. Explicarles que Felipe II tenía en esa época treinta y tres años e Isabel de Valois catorce; que el Monasterio de El Escorial, donde transcurre la obra, no estaba construido entonces; o que el duque de Lerma, que en la ópera solo es un mensajero, en realidad era un gran corrupto; o que en la Corte visten de negro no porque fuera una Corte triste sino porque el negro era signo de riqueza y el terciopelo y la seda negra eran los materiales más caros del mundo; lo entendieron cuando les dije que Armani nos vistió a todos de negro y nadie dijo que era triste, sino simplemente elegante».
En varias ocasiones reconoce Pasqual que ha pensado que era una desgracia para un español hacer 'Don Carlo'. «Hay que olvidarse de la Historia; el libreto no tiene nada que ver con ella». «Durante los ensayos he tenido que explicar que Felipe II sería lo que fuera, pero no desde luego lo que contaron los ingleses de él. Que era un hombre al que le gustaba cuidar su jardín y que la princesa de Éboli no era su amante».
No ha querido en su puesta en escena deshacer equívocos históricos. «Es que no se puede... Don Carlos era una persona 'débil mentalmente' -no sé si la expresión es políticamente correcta o no- con crisis de epilepsia casi diarias; con raptos de ira en los que tiraba a los criados por la ventana, y por eso su padre lo encerró... Pero en la ópera no llega a ser un héroe, pero sí tiene un canto lírico hermosísimo, noble, y de él están enamoradas tanto Isabel de Valois como la princesa de Éboli. No se le puede presentar como en realidad era. ¿Cómo se iban a enamorar estas dos mujeres inteligentes de un débil mental? No tiene sentido».
La clave, añade el director catalán, es mantener el equilibrio, «seguir el libreto y olvidarse hasta cierto punto de la Historia, que se recupera en detalles como el maquillaje de los Reyes, muy blanco, porque los Austrias tenían que ser muy pálidos cuando se presentaban en público».
Pasqual es consciente de que a él no le toca hacer historia, sino hacer ópera, teatro. «He intentado darle a 'Don Carlo' una visión shakespeariana. Verdi era un gran lector y admirador de Shakespeare -dice-, y explica, al igual que Shakespeare, las bambalinas del poder, lo que hay detrás. En esta ópera, salvo en el Auto de Fe, no vemos al Felipe II 'oficial', sino al más íntimo, con su inmensa soledad». Tiene, continúa Pasqual, una estructura shakespeariana. «John Gielgud decía que Shakespeare es uno que habla y cinco que escuchan, y en 'Don Carlo' hay uno que canta y uno que escucha».
Acto de propaganda
Se le nota a Lluís Pasqual absolutamente ebrio de Verdi; cuenta lo que ha querido conseguir con escenas como el citado Auto de Fe -«un grandísimo acto de propaganda para demostrar el poder de la Corona y de la Santa Inquisición, del que yo he querido mostrar la parte de atrás»-, cómo ha querido mostrar los temas que obsesionaban a Verdi: el amor, los conflictos padre-hijo... «Y sobre todo la lucha por el poder. No es casualidad que la escena central, el nudo fundamental, sea la escena entre Felipe II y el Gran Inquisidor, que para mí es la más hermosa de toda la obra, y en la que esa lucha no tiene solución, porque al Rey es la Iglesia la que le otorga el poder, y a la Iglesia le viene del Espíritu Santo».
Verdi, sigue Pascual, «era un anticlerical absoluto y no se ahorraba nada: lo que dice el Gran Inquisidor es terrible... Por ejemplo, le dice a Felipe II que puede sacrificar a su hijo porque Dios hizo lo propio con el suyo por el bien de la humanidad...»
La escenografía tiene, para Lluís Pasqual, una importancia capital, porque si bien hay escenas monumentales -«en el Auto de Fe hay doscientas treinta personas en escena»-, la mayoría son de uno, dos o tres personajes. «Hay que crear un espacio que pueda permitir las grandes escenas y las más íntimas, que en estas no parezca que se hablan a gritos y que se produzca el clima y la tensión necesaria».
Lluís Pascual y Daniel Bianco lo han intentado con un único decorado que va cambiando de formas, y con un elemento que es la base de toda la escenografía: el alabastro. «Durante la pandemia hice un pequeño viaje con Daniel Bianco -lo que se permitía en esos días- por Castilla, una zona que me gusta mucho. Estuvimos en la Colegiata de Santa María la Mayor, de Toro, en Zamora, donde hay una ventana enorme de alabastro, y de ahí nos vino la idea de este material, que huele un poco a iglesia, a incienso».
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SuscribeteMadrileño. Ingresó en la Redacción de ABC en 1985. Ha pasado por distintas secciones, pero siempre se ha dedicado a la información de música y artes escénicas. Es crítico teatral y de Danza
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