'El barbero de Picasso', historia de una extraña pareja
El Teatro Español estrena la obra de Borja Ortiz de Gondra, dirigida por Chiqui Carabante, y con Pepe Viyuela y Antonio Molero como protagonistas
El barbero de Picasso
Madrid
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Iniciar sesiónLos libros de Historia cuentan que Pablo Ruiz Picasso y Eugenio Arias se conocieron en Francia en los años cuarenta del siglo pasado. Vivían los dos en un pueblo de la Provenza llamado Vallauris, El pintor malagueño se había trasladado allí tras la ... Segunda Guerra Mundial; Arias era un barbero de la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya, comunista, exiliado tras nuestra Guerra Civil. En la silla de su barbería, a la que acudía Picasso, se forjó una amistad que se mantuvo durante 26 años; Arias no permitió nunca que el artista le pagara sus servicios, y éste le regaló a cambio varias obras, que hoy conforman un museo en la localidad natal del barbero.
Sobre esta historia real ha fantaseado Borja Ortiz de Gondra en su obra 'El barbero de Picasso', que se estrena el jueves 5 -más de veinte años después de ser escrita- en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español. Pepe Viyuela, como Picasso, y Antonio Molero, como Arias, encabezan el reparto, que completan Mar Calvo y José Ramón Iglesias. La dirección es de Chiqui Carabante.
«La obra no pretende ser un retrato exacto de lo que pasó entre los dos -aclara Ortiz de Gondra-; es una comedia que trata de imaginar qué pudo pasar entre ellos. No es ni una obra documental, ni política ni histórica. Es una obra que habla de dos seres muy distintos unidos por sus pasiones -entre ellas la tauromaquia-, y con un sentido muy profundo de la amistad; son inseparables pero discuten día sí, y día no. La definiría como una comedia dramática que cuenta la nostalgia por un país perdido de dos personas que se han quedado varadas en una tierra, en un lugar que ya no existe».
Chiqui Carabante -una de las cuatro patas de esa irreverente y deslumbrante compañía que es Club Caníbal- dirige la función, cuyo texto ha «magreado», y de la que le atrajo, dice, «la historia de amistad que cuenta; construyen entre los dos una España que perdieron, que ya no existe, y que solo lo hace cuando están juntos. Picasso y Arias son una generación perdida, una generación con principios, que echa de menos la libertad por la que lucharon. La barbería se convierte en una isla en la que se construye ese país que añoran».
Ortiz de Gondra rubrica: «los dos tenían un hilarante sentido del humor que les llevaba a superar todos los desacuerdos. Sus diferencias acerca del arte contemporáneo, que podían llegar a ser enconadas, siempre terminaban por resolverse con una buena carcajada. Podían pelearse a muerte y al día siguiente, o a los diez minutos incluso, terminar con una risa». El autor no cree en el 'teatro con mensaje'. «Lo que hemos tratado de contar en esta función es cómo estos hombres sueñan una España que no existió; quizás el espectador pueda pensar qué hubiera ocurrido si hubiera existido o si Arias hubiera podido regresar a España, que es en parte el motor dramático de la comedia… Pero no cuenta la nostalgia de estos dos personajes; cuenta sus ganas, la amistad entre dos hombres que se comen la vida a dentelladas; que disfruta, con los toros, con la comida, con la vida».
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Pepe Viyuela habla, para referirse a la obra, de una «fantasmagoría», e insiste en que no es un retrato de los personajes que aparecen en la función -Picasso, Arias, Jacqueline Roque, su segunda esposa; y un imaginarioValdés-: «contamos la historia de una forma evocadora y ensoñadora; la función es un ejercicio creativo alrededor de un personaje, que por otra parte, todos creemos conocer, pero al que no conoce absolutamente nadie. Lo tenemos que reconstruir a base de su obra, a base de los testimonios de otras personas… que son muy contradictorios. Para algunas personas Picasso era un auténtico monstruo y para otras era sencillamente un genio. Y para otras, ni más ni menos que un ser humano, que un hombre con sus contradicciones y sus dificultades incluso para entenderse a sí mismo. Y con esos mimbres hemos querido jugar, que es lo que uno hace cuando hace teatro, jugar».
Recuerda el actor una entrevista de Paloma Picasso en la que decía que su padre no era ni un monstruo ni un genio, sino simplemente un hombre. «Y eso es lo que hemos tratado de buscar: al hombre; con sus complejidades, con sus claroscuros, con sus contradicciones. Hemos intentado buscar al hombre; a un hombre que se enfada con su amigo Eugenio porque le dice la verdad, lo que de verdad siente, con respecto a su pintura. Y él, que tenía un gran ego, no es capaz de encajar una crítica, pero al mismo tiempo admira a un hombre que es capaz de decirle la verdad. En la relación con Jacqueline hay un amor profundísimo, pero al mismo tiempo aparece, de pronto, una especie de fiera, minotáurica, que le sale de las entrañas y que solo ella sabe gestionar. No hemos querido establecer un juicio sumarísimo sobre Picasso.
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