Sobredosis de Herzog y el globo hinchado de Patrice Chereau

Sobredosis de Herzog y el globo hinchado de Patrice Chereau

Tal vez les pareció poco la película de Werner Herzog «Bad lieutenant: Port of Call New Orleans», pero el caso es que los responsables de este Festival han decidido poner otra más del director alemán en la competición, «My son, my son, what have ye ... done?», que se presentaba ayer tras la máscara de «película sorpresa». Dos películas, pues, del mismo director en la competición, y otra más en una de las secciones paralelas y un cortometraje titulado «La Boheme». La pregunta es obligada: ¿Werner Herzog no será primo o cuñado de Marco Muller, el director del Festival?

Al «My son, my son...» de Herzog se le sumó ayer en competición un globo hinchado de Patrice Chereau titulado «Persecution» en el que, por supuesto, no se perseguía a nadie. La jornada se completó con dos películas orientales: la china «Accidente» y la japonesa «Tetsuo The Bullet Man».

Pere Portabella

Además, ayer era el día que el Festival dedicaba a Pere Portabella, presidente del jurado de la sección Orizzonti y del que se proyectó el cortometraje «Mudanza», una reflexión sobre el silencio, el vacío y el desalojo mediante unas imágenes tomadas en la casa museo de García Lorca mientras la vaciaban para una rehabilitación. Dijo antes Portabella que su intención era despojar también la imagen que ofrecía para así permitirle a los espectadores llenar esos huecos con su propia idea e impresión, con lo que demostraba Portabella que no había perdido la confianza en sus espectadores y que era un cineasta optimista. Durante la proyección de «Mudanza» se pudo comprobar por alguna reacción del público que no siempre está la botella medio llena.

Tras todo esto, el tiempo sobrante lo podía dedicar uno a dar largos paseos y a leer a Proust tranquilamente. En fin, que alguien le debería decir al señor Muller que no es preciso verse siete películas diarias para ser feliz.

El segundo título a competición de Herzog, «My son, my son...», era más flojo si cabe que el primero, aunque tenía el dudoso atractivo de estar producido por David Lynch, con lo que al menos se aseguraba uno la presencia de algún enano misterioso y varias canciones lastimeras en español. La historia es demencial, con un tipo que mata a su madre y se encierra en casa con dos rehenes (un par de flamencos, animales, no artistas), mientras que la policía mira desde fuera a ver qué pasa. No pasa nada, salvo que unos cuantos personajes, la novia, el amigo... cuentan retazos de los hechos.

Y si esta fugaz reseña da la impresión de que puede tener interés la cosa, siento haberla explicado mal. Se fue (momentáneamente) Herzog y llegó Patrice Chereau con un personaje todavía más perjudicado mentalmente que el de Herzog, un tipo cuyo interés reside en que fuma, no se afeita y siempre está de mal humor, al que le dedicará el prestigioso cineasta más de cien minutos de nuestro tiempo, que no es oro sino, por lo visto, viscerillas de pescado. El fulano tiene una novia (Charlotte Gaingsbourg, algo más serena que en «Anticristo») y se quieren tanto que prácticamente se detestan.

En el cubo de la basura

Hay escenas en «Persecution» que no pasarían el test de alcoholemia y personajes, como el vecino filósofo enamorado del joven desaseado, que parecen encontrados en el cubo de basura de una teleserie barata. Por lo demás, la película, como es habitual en (casi) todas las de Chereau, es de una intensidad que cualquiera diría que hay algo dentro. Afortunadamente, la china de Taiwan «Accidente» era media película estupenda, lo cual, y tal como estaba el día, daba para un brindis. Arranque espectacular de un argumento ingenioso: una banda que se dedica por encargo a fabricar asesinatos que parecen accidentes, y comienza con uno, un prodigio de azares y de montaje que resulta prometedor. Tic, tac, tic, tac... La película sigue un ritmo minucioso y ofrece varios ejemplos de cómo simular un crimen con aparentes casualidades. Pero nada que dure es perfecto, o sea que «Accidente» busca un precipicio por el que despeñarse mediante el eficaz modo de enloquecer al protagonista.

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