Fernán-Gómez regresa al mito de la locura de Don Quijote en su nueva obra teatral
«Morir cuerdo y vivir loco», que supone su regreso a los escenarios como director de Fernán Gómez, llega el viernes próximo al teatro María Guerrero
MADRID. «Morir cuerdo y vivir loco» es una tragicomedia en seis cuadros, un prólogo y un epílogo, en donde descubrimos al Don Quijote más fieramente humano, tierno y amante. Fernán-Gómez ha compuesto y culminado esta obra mientras escribía su novela «El tiempo de los ... trenes» y madruga para rodar la película «Para que no me olvides», de Patricia Ferreira.
-¿Está de moda hoy distinguirse por la ternura?
-En este trabajo no fue mi intento seguir ninguna moda, sino componer, utilizando fragmentos del Quijote, un texto teatral que estuviera muy concretamente al servicio de los actores y sin olvidar nunca el propósito de entretener al público. En cuanto a la pregunta de si hoy está de moda distinguirse por la ternura, más bien, aunque puede que me equivoque, me parece advertir todo lo contrario.
(Alonso Quijano «el Bueno» sale por la puerta de su locura a buscar venturas por tercera ocasión. La primera vez lo devolvieron atravesado sobre un jumento, molido a palos. La segunda llegó en un carro de bueyes, metido y encerrado en una jaula. Flaco, amarillo, los ojos hundidos en los últimos camaranchones del celebro, que para volverle algún tanto en sí gastó el Ama más de seiscientos huevos).
-¿Cómo ha conseguido enhebrar Fernán-Gómez ese maravilloso sentido del humor en esta tragicomedia a la mayor gloria del autor del «Quijote»?
-Cuando acepté este encargo, una de mis preocupaciones prioritarias era que al trasladar la obra del libro al escenario no perdiera su característica de obra de humor. Tiene muchas otras características, pero prima sobre todas ellas el sentido del humor. Para conservar esta primacía me he visto obligado a prescindir de muchos fragmentos de indudable valor. Pero ya contaba con este inconveniente al iniciar el trabajo.
-Una mujer le tiene sorbido el seso a don Alonso el Bueno: «Dulciflora», según el Ama; «Dulcinea», aclara Sansón Carrasco, el bachiller. ¿Cómo puede la moza sacar de sus casillas al bueno de don Alonso?
-No al comienzo, pero durante el desarrollo de la obra, creo que queda claro que Dulcinea no es una persona de carne y hueso, ni siquiera un personaje teatral, sino una imaginación, un producto del cerebro trastornado, quizás en este caso para bien, de Alonso Quijano, el Bueno. Un producto así no es raro que sacara de sus casillas al ingenuo hidalgo.
-¿En «Morir cuerdo y vivir loco» ha encontrado la transformación de la locura a la cordura desde un punto de vista más personal y humano?
-El tema de la locura y la cordura no me preocupó al iniciar el trabajo, ni durante las relecturas preparatorias del Quijote, ni tampoco una vez entregado a la composición, por tener clara consciencia de que me faltaba preparación adecuada para profundizar en él.
-¿Existen los locos cuerdos?
-Es posible, pero yo, por el motivo expuesto en la contestación anterior, quizás no sabría reconocerlos.
-¿Cree que mucha gente, sin saberlo, vive loca y fallece cuerda?
-Debo disculparme, pero me remito a mis dos respuestas anteriores. Soy un poco escritor, otro poco director de cine y teatro, y otro poco más actor, pero sus últimas preguntas son para un psiquiatra.
-«Voy a buscar a una princesa y en ella al sol de la hermosura de parte del famoso caballero Don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos y da de comer al que tiene sed y de beber al que tiene hambre», dice Sancho Panza. La solidaridad es otro de los elementos esenciales de su obra. ¿No cree que faltan seres más solidarios en este universo?
-Si un tema tan trascendente como el de la solidaridad existe en «Morir cuerdo y vivir loco», debe de haberse colado sin que yo me diera cuenta. No obstante, la respuesta por mi parte a su pregunta es «sí».
-«Este mi amo por mil señales he visto que es un loco de atar», dialoga Sancho consigo mismo. «Y yo no le quedo en zaga». ¿Estaba tan loco Sancho como su señor don Quijote?
-Algunos estudiosos creen que en la segunda parte de la novela Sancho Panza se ha contagiado, aunque levemente, de la locura de su amo. Sigo viéndole más cerca de un exponente de lo que solemos considerar sentido común.
-¿Los locos canonizan sus locuras? ¿Cómo? ¿De qué modo?
-Pregunta para el psiquiatra.
(Hasta el «alma entretenida» de Merlín en lóbregas cavernas llega la voz doliente de Dulcinea del Toboso. Supo su encantamiento y tras revolver cien mil libros viene a dar el remedio que conviene a tamaño dolor. Don Quijote le pide presto el remedio: «Para recobrar su verdadera apariencia y espléndida hermosura la sin par Dulcinea del Toboso, es menester que Sancho se de tres mil azotes y trescientos en ambas sus orondas posaderas». Sancho tortura a un árbol con su cinto y no libera de su encantamiento a Dulcinea. «Tú no eres culpable de tu necedad», le perdona Don Quijote.
-¿El alma «poseída» de don Quijote abriga un hueco para la generosidad? ¿No cree que los locos son seres generosos?
-El único aspecto del tema de la locura que me planteé al componer la obra fue el del amor de don Quijote por Dulcinea, un ser incorpóreo o inexistente. En los demás aspectos del tema no pensé, ni pienso ahora.
-A punto de muerte, don Quijote se desengaña de los libros de caballerías y abomina de las historias profanas andantes. Fue loco y ya es cuerdo. ¿Cómo consigue traspasar ese umbral?
-Por voluntad de Cervantes. Había llegado a las mil doscientas páginas (en la actual edición de Francisco Rico) y el loco ya no daba para más, ni con la ayuda de Cide Hamete. También convenía ofrecer la mano a la gente de orden.
-«Tuvo a todo el mundo en poco, fue el espantajo y el coco del mundo, en tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco», concluye el bachiller Sansón Carrasco. Este final, absolutamente sobrecogedor, hará reflexionar a más de uno sobre las locura de la sinrazón, ¿no cree?
-No estoy muy seguro. Puede ser un exceso de optimismo por parte de usted.
-Ha detectado en el mundo de hoy alguna locura (en persona humana) comparable a la de don Quijote?
-Sencillamente, no.
-¿Prefiere antes a un loco como don Quijote que a Bush?
-Una cosa es la novela o la obra tetral y otra la realidad. En la realidad los dos me dan miedo.
-Por último, usted ha escrito esta tragicomedia con absoluta libertad. ¿Cree -como han denunciado algunos actores españoles en la reciente Gala de los Goya- que no existe libertad de expresión en este país?
- Me alegra que usted sepa la cantidad de libertad de que he dispuesto para componer (no escribir) esta tragicomedia. De cualquier forma, y para incrementar modestamente su información, le diré que yo soy partidario de un sistema en el que la libertad de expresión no esté supeditada al dinero.
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