Circuito cerrado
J. CORTIJO
Valiente y lleno de baches el camino elegido por Gabriel Velázquez para su debut en solitario: ensayar un cruce entre cierto cine europeo mineralizado por autores como los hermanos Dardenne y un casticismo vallecano contenido, como si a Fernando León le hubiesen extirpado ... el bazo social. Para ello acomoda su cámara en una historia con posibles (hija localiza a padre con asterisco) dándole una pátina seca, severa y casi desagradable desde sus primeros compases. A pesar de sus buenas maneras, al filme le falta una vuelta para optar al bronce, quizá por el excesivo riesgo de confiar todo su peso en dos actores «amateurs», que hace recordar peligrosamente a recientes bodrios patrios como «Nevando voy». Aunque también en ello reside su encanto, la verdad.
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