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«Alejandro Magno» emprende la conquista de Mérida

El festival de teatro clásico presenta la obra de Racine, dirigida por Luis Luque y con Félix Gómez como protagonista

El reparto de «Alejandro Magno» Enrique Cidoncha
Julio Bravo

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Alejandro Magno , el gran conquistador, no se ha adueñado apenas de los escenarios. En 1665, el dramaturgo francés Jean Racine llevó a las tablas la historia del gran Rey macedonio, y esta pieza es la base sobre la que se ha edificado la producción que hoy se estrena en el festival de Mérida. La dirige Luis Luque (que firma la versión libre junto a Eduardo Galán ), y la interpretan Félix Gómez (en el papel de Alejandro), Armando del Río (Efestión), Amparo Pamplona (Olimpia), Aitor Luna (Taxilos), Unax Ugalde (Poros), Diana Palazón (Cleófila) y Marina San José (Asiana).

Félix Gómez, como Alejandro Enrque Cidoncha

«No quería hacer una de romanos », asegura Luis Luque, que hace gravitar su puesta en escena sobre las dos grandes pasiones humanas, el amor y el odio, con los cuatro elementos aristotélicos - tierra, agua, fuego y aire - sometidos a su presión. Es algo muy telúrico, que tiene mucho que ver con nuestros ancestros». Los cuatro elementos no solo marcan el ritmo interno de la dramaturgia; también están muy presentes en el escenario y serán muy visibles para el público. A punto de comenzar el ensayo general, Luque muestra su asombro por el escenario emeritense -donde había trabajado solo como ayudante de dirección de Miguel Narros -: «es impresionante la energía que tiene y que transmite».

Asegura el director que se siente impresionado y también asustado. «Pero no le tengo miedo al escenario del teatro romano ; le tengo miedo a que el público no se vaya distinto de como entró, a que no sepamos comunicarnos con él. Ése es mi miedo real. Por eso quiero crear en la función la poética para que la gente se emocione, poder contar la historia desde un lugar que no la convierta en “una de romanos”». No le teme a la palabra «popular». «Ése es el teatro que quiero hacer. No entendería un teatro que no fuera para los ciudadanos, un teatro para poder hablar, expresarme y comunicarme, para emocionar y, ojalá, conmocionar».

En este montaje, Alejandro no es un mito, sino solo un hombre . «¿Conocerme? -dice el personaje en un momento de la obra-¿Quién me conoce? ¿Sé yo acaso quién soy? Ni yo mismo lo sé. Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego nuestra cordura». «Los seres humanos estamos muy solos y muy perdidos, y de eso habla “ Alejandro Magno ”: de quiénes somos, de cuál es nuestro papel en el mundo. Él se pregunta si es un dios, un hombre, un guerrero, un rey...» «¿Quién eres, Alejandro? -se pregunta el protagonista en el monólogo que abre la escena novena-. ¿A qué has venido al mundo? ¿Quién eres, hijo del fuego? ¿Qué buscas en cada nueva conquista? ¿Por qué no se calma tu sed de continuar, siempre hacia adelante, incansablemente, como si tus ansias de conquistar el mundo no tuvieran fin? Ni tú mismo, Alejandro, lo sabes».

Luis Luque Jero Morales

El legendario rey macedonio, dice Luis Luque, «tiene miedo ; no sabe cómo actuar ni como reinar, si con magnanimidad o con crueldad... Todos tenemos miedo, todos estamos perdidos y nos sentimos solos , como Alejandro. Y ese miedo es el que te lleva a contar la historia de uno u otro modo; yo volcaba mis propios miedos en el personaje a la hora de escribir la versión».

Y es que la obra presenta a Alejandro -cuya madre, Olimpia, acaba de morir- a las puertas de la India , dispuesto a conquistar sus reinos. «Alejandro se transforma a raíz del amor que siente por Cleófila, una de las reinas indias -explica el director-. Y se convierte en un héroe nuevo ; un héroe que está sujeto a las leyes de la Justicia y no las de la venganza y otro tipo de sentimientos, que tienen más que ver con lo visceral que con lo racional».

La propuesta de Luque no presenta una lucha de buenos contra malos. Sus personajes son poliédricos , «como lo es el ser humano. Lo complicado es que todas nuestras esencias convivan, que todos nuestros lados se vayan juntos a tomar café... La envidia y la rabia conviven con la compasión y la justicia... Y es bueno que lo hagan, siempre que después se vayan por el sumidero».

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