perdigones de plata

Morder la mano

Sé que soy de otro tiempo porque jamás mordí la mano que me ofreció comida

Casquería (21/08/2023)

El percal (18/8/2023)

Sé que pertenezco a otro tiempo porque el reguetón me resbala, porque las películas de superhéroes me aburren, porque no entiendo los videojuegos, porque la Inteligencia Artificial me la trufa y porque los 'influencers' siempre empeñados en vender la pacotilla que jalona ... sus vidas me dan risa. Pero sobre todo sé que soy de otro tiempo porque jamás mordí la mano que me ofreció comida. Ni en casa ni en las empresas donde, con mayor o menor fortuna, trabajé.

A lo mejor esto se debe a la austera educación de antaño que muchos recibimos, pero si en alguna parte no sentí que cierta ilusión arañaba mis entrañas, me largué sin causar problemas y en silencio. Lo que jamás practiqué fue la mezquindad de recolectar el sueldo a fin de mes y luego poner a caldo a los que me lo concedían con sagrada puntualidad. ¿No estás contento en un sitio? Pues marcharte a otro o, por lo menos, ten la dignidad de no criticar en plan salvaje adoptando pose de listillo a los que contribuyen a sufragar tu hipoteca.

Por eso me siguen pasmando, y mira que estamos acostumbrados, esos diputados que se ciscan en España y en sus símbolos pero continúan levantando pasta gansa a su costa, dinero para taxi y kilometraje junto a otras mercedes tecnológicas que se apalancan por la cara, por su cara de hormigón armado, por su jeta de luchadores de salón municionados gracias una empanada mental y a unas ensoñaciones misteriosas que se acabaron creyendo porque la política exige mayores dogmas que cualquier secta. No soportan España pero sus bolsillos emiten el metálico tintineo de las españolísimas monedas que les alimentan con absurda generosidad de pagafantas.

Porque al final, uno no sabe qué es peor, si los que llenan su buche con aquello que desprecian o los que sufragan su linda fiesta como verdaderos panolis. Esto de ser cornudos y tragar con el ramaje que decora nuestras testas algunos lo llevamos bastante mal. Claro que, ahora que caigo, lo de ser cornudo y consentirlo me huele que no era de otro tiempo, de ahí que se nos atragante.

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