Pugna por el Cristo más alto de España

«Si el Egipto creó la enigmática Esfinge (...) y talló las estatuas faraónicas en la piedra viva de las montañas graníticas; y los asirios narraron sus victorias guerreras sobre grandes superficies monolíticas y pusieron ante el pórtico del palacio de Khorsabad los formidables toros alados...», comenzó diciendo Macho a las autoridades eclesiásticas y los presentes que acudieron a escuchar su proyecto en el palacio episcopal. Si el budismo había levantado grandes estatuas a su dios, si los griegos concibieron el imponente Júpiter de Olimpia y la bella estatua de Atenea en la Acrópolis del Partenón, en la isla de Rodas su célebre coloso de bronce fue asombro del mundo pagano y hasta en época moderna «existe la tan vulgar cuanto grande estatua de la Libertad a la entrada del puerto de Nueva York», continuó el escultor. Nunca había entonces había sido construida «una imagen de Jesucristo como la que nosotros nos esforzamos en elevar en medio de este paisaje bíblico de tierras de Palencia», afirmó el artista con una elocuencia que convenció a su auditorio.

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Sobre el cerro del Otero, el escultor palentino levantó una colosal figura sin pedestal de 21 metros de altura que desde entonces es el Cristo más alto de España. Sin embargo, la sobria escultura de cemento de Macho podría perder pronto su título. Una asociación de devotos está buscando fondos para levantar un monumento al Sagrado Corazón de Jesús en Boadilla del Monte (Madrid) de 37 metros de altura y 60 de envergadura.

«En una sociedad acelerada y dividida, este corazón –herido, abierto y ardiente– quiere ser un faro de reconciliación», señalan los promotores de esta estatua de hormigón y fibra de carbono que pretende «acoger con los brazos abiertos». Obra de Javier Viver, la escultura arrodillada estará hueca para ser visitada y pretenden que se escuche en ella el latido de un corazón dorado de 2,5 metros. De realizarse finalmente, desbancará al Cristo del Otero español, veterano de los colosos cristianos, y rivalizará en altura con el Jesús Buntu Burake, de Sulawesi (Indonesia), de 40 metros, y del Cristo Rey de Swiebodzin (Polonia), de 33, como la edad de Jesús, con una corona sobrepuesta que suma otros tres.

Menos mal que la modernidad trae consigo más medidas de seguridad para los limpiadores de estas gigantescas esculturas. En 1962, con motivo del 30 aniversario del también llamado Cristo del Corcovado de Río de Janeiro, dos valientes hermanos se encaramaron hasta los 38 metros que suma la estatua con su pedestal para dejarla de nuevo reluciente.

Provistos de cubos de agua, jabón, escobas y escaleras, Dilson y Florián Gonçalves recorrieron como hormiguitas el cuerpo de la enorme figura, arrastrándose peligrosamente por los brazos y la cabeza sin arnés. Ambos hermanos decían que ese trabajo les correspondía por derecho propio. Siendo niños ya vendían recuerdos para los turistas que subían al Pan de Azúcar y habían asistido admirados a la inauguración de la estatua en 1931.

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«El Cristo Redentor forma parte de sus vidas», constató Blanco y Negro. Tanto Dilson, que pesaba 135 kilos, como su hermano Florián estaban acostumbrados a la altura de vértigo del Corcovado y aunque no era un trabajo fácil limpiar una imagen de estas dimensiones, sobre todo en un día de viento, se movían con tranquilidad por la escultura, para admiración de los asustados visitantes. Posteriores limpiezas ya se han realizado con protocolos de seguridad, como se hizo aquí en la intervención de 2015 que sacó al Cristo palentino de la Lista Roja de Hispania Nostra. Si construir un gigante es un desafío, también lo es mantenerlo.