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ABC Cultural

De negronis, amigos con piscina y mesas que son altares

Contra el verano

Siempre está el amigo con piscina, ese amigo encantador, educado, hospitalario, ese perfecto anfitrión que tiene un casoplón como los Reales Alcázares y una piscina que podría ser homologada para cuatro o cinco pruebas de los mundiales de natación

El problema no son las piscinas sino lo que haces alrededor de ellas ABC
José F. Peláez

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Y cuando crees que te has librado, que has reventado la banca, que has ganado al sistema y que por fin puedes meterte debajo de la cama en posición fetal y pasar un par de días llorando por el cambio climático e increpando al G8 ... en perfecto sueco, llegan los amigos con finca, con terrenito, con patio trasero o con lo que sea, que da igual como se llame: con que haya un poco de hierba y sitio para una mesa de Ikea ya te plantan una barbacoa y una piscina. Aunque sea un corral, un tentadero, una carretera comarcal. Al final, siempre llegan las piscinas de las narices. Yo entiendo que todos tenemos epidermis, sistema nervioso y, por lo tanto, sensaciones físicas, pero esta manera de dejarse llevar y abandonarse a lo que te pide el cuerpo me parece sorprendente. Si me lo contaran como idea, no daría un duro por ello, diría que es casi imposible pedir a la gente que vaya semidesnuda a una bañera comunitaria, pero, en fin, tampoco daba un duro por los kebabs e incluso fui de los que se compró un vídeo Beta, así que no me hagan mucho caso.

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