El renacimiento de Beyoncé, un show a la altura de la diva definitiva
Los conciertos del 'Renaissance Tour' juegan con el hechizo emocional del contraste entre la persona y la diosa pop
Su estilismo: melena extralarga, auriculares de diamantes y marcas de lujo
Así es el vestuario hecho a medida de la artista
Papel higiénico rojo y otras extravagancias de la artista en Barcelona
Nacho Serrano
En su tres camerinos, porque uno no le vale, el mobiliario tiene que ser de color blanco. El papel higiénico, rojo. Si en cada uno de ellos no hay dos palmeras en macetas, de color blanco, no se siente a gusto. Exige un palé de ... botellas de agua alcalina a 21 grados, y algunos hielos para chupetear después de la actuación. Y es que el único dato normal del 'Renaissance Tour' es el concerniente a los 'pipas', los que prueban los instrumentos antes del show. Uno para las guitarras y los bajos, otro para la batería, otro para el teclado, y otro para los pregrabados.
El resto de recursos humanos de la gira de Beyoncé deja patidifuso al más pintado: Veintidós técnicos de iluminación, cincuenta de vídeo, veinte de audio, veinte para el montaje de decorados, una decena para 'efectos especiales', sesenta para las labores de producción visual, cuarenta conductores, treinta ayudantes de vestuario, una decena de abogados, casi treinta miembros de seguridad, una docena de chefs responsables del catering… La cantante incluso lleva veinte personas encargadas de documentarlo todo, seis asistentes personales, tres enfermeras y dos fisioterapeutas consigo a todas partes. Y con esto no vamos ni por la mitad del repaso de la comitiva de Beyoncé, digna de una presidenta del gobierno de los Estados Unidos.
Con semejante ejército a sus espaldas, la Beyon convierte sus conciertos en experiencias religiosas casi sin parangón en la industria del pop (por ahí andan Coldplay). De hecho, en el arranque de sus conciertos lo único que se ve en las pantallas gigantes es una imagen del cielo, como si ella fuera a descender para bendecir a sus fieles. Poco a poco, las nubes se van apartando y lo que queda es el cuerpo de ella tendido como una Venus del espejo. Sí, se cree una diosa porque eso es lo que le hace sentir tener todo un planeta rendido a sus pies.
Beyoncé derrocha estilo y poder ante 53.000 personas en el Estadio Olímpico de Barcelona
EPLa artista norteamericana encandiló al público con un 'show' de casi tres horas y unos 30 temas, con éxitos como 'Break My Soul' o 'Crazy In Love'
Cuando la artista toma el escenario en carne y hueso intenta rebajar el egotrip mostrándose cercana, saludando y arrancando con 'Dangerously in love' un tema sencillito, muy natural, sin 'coreos' ni fuegos artificiales, como si quisiera mostrarse humana antes de pulsar el botón que la convierte en diva. Ese juego del «soy como tú, aunque tú nunca puedas ser como yo», es un ingrediente fundamental del conjuro que cocina en cada estadio.
Sentada sobre el piano para cantar 'Flaws and all' y 'I'm going down', Beyoncé se hace querer y sigue mostrando su lado menos sintético, rompiendo el hielo sin la espectacularidad digital de una diva del siglo XXI, y con la genuinidad analógica de una del XX. Pero con 'I care' empieza a pisar el acelerador, camina por el pasillo central que se mete en la pista, y el prólogo del concierto culmina con una versión atemperada de 'River deep, mountain high', añadida al repertorio tras la inesperada muerte de Tina Turner, su antecesora más evidente a casi todos los niveles.
La conversión en divinidad pop se materializa cuando canta 'I'm that girl'. Desde ese momento ya no es sólo una cantante. Ahí empieza el mega-show, la superpoblación del escenario, el contoneo, los gritos, el efectismo. Pero quiere llegar a ese instante habiendo dejado claro quién es en realidad, y durante el resto del concierto no deja de lanzar mensajes expresando sus valores. No al racismo, a la desigualdad, a la opulencia... Y eso que desde ahí en adelante todo se torna supervideoclip en directo, que es por lo que los espectadores han pagado un pastón. Ahí la colosal dimensión de la logística antes mencionada muestra sus frutos, sometiendo al público a un espectáculo inmersivo y multimedia que quita el aliento.
Gira solidaria
Pero no todo es negocio y bombasticidad en esta gira. Al igual que en tours anteriores, Beyoncé también hace honor a sus proclamas dejando huella fuera del escenario con BeyGOOD, la iniciativa que fundó en 2013, ahora convertida en una organización benéfica pública para apoyar personas y proyectos en todo el mundo, con el objetivo de alcanzar «la equidad económica» dando soporte a las organizaciones que trabajan con las comunidades marginadas y desatendidas, ofreciendo acceso a becas, fomentando prácticas que conduzcan a la inserción laboral y destinando recursos para alentar el espíritu emprendedor.
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Además, en varias paradas de Renaissance World Tour, BeyGOOD está dando apoyo a los emprendedores a través de almuerzos Black Parade Route, homenajeando a los propietarios de las pequeñas empresas, dándoles la oportunidad de acceder a subvenciones y a servicios para promover la sostenibilidad empresarial a través de socios globales. Un millón de dólares serán destinados a impulsar estas entidades. BeyGOOD también apoya a los estudiantes a través de becas otorgadas a colegios y universidades de diez ciudades diferentes de la gira. Cada centro recibirá 100.000 dólares y seleccionará a los alumnos que se beneficiarán de esta donación. Durante esta gira mundial, BeyGOOD dedicará en total un millón de dólares a estas becas. Así que al menos no queda todo en mensajes vacíos en pantallas gigantes.
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