Josep Carreras: «Mis hijos quieren que haga vida de jubilado, pero yo aún no quiero»
El tenor barcelonés recibe este lunes el premio Talía de honor, que le concede la Academia de las Artes Escénicas de España, y que se le entregará en una gala en el Teatro Español
Josep Carreras, premio Talía de honor
Madrid
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Iniciar sesiónJosep Carreras cumplió el pasado mes de diciembre 77 años... Es una de las más grandes estrellas de la ópera de las últimas décadas, y por su trayectoria la Academia de las Artes Escénicas de España le ha concedido el premio Talía de Honor ... , que recibirá mañana en la gala que se celebrará en el Teatro Español. Pero este fin de semana toca familia. Su hijo Albert, que se ha convertido en los últimos años en su 'escudero', tiene una hija estudiando en Madrid y aprovechan para pasar unos días en familia. Pero antes, ha accedido a hablar con ABC. Chaqueta clara, gorra en la mano, pañuelo al cuello –los cantantes, ya se sabe, han de proteger sus gargantas del frío y de cualquier otro 'enemigo'– y un andar reposado. Tiene el rostro afilado, el cabello completamente cano y la mirada curiosa y reflexiva.
—Lo más importante. ¿De salud, bien?
—Afortunadamente, sí.
—La pregunta tópica: ¿qué ha sentido al recibir este premio?
—Cuando supe que el año anterior se lo dieron a Lola Herrera ya estaba todo dicho. Lola es una mujer maravillosa y una actriz fantástica. ¡Qué voy a decir! Siento el reconocimiento, que es entrañable, sobre todo para gente de mi edad.... Parece que los premios los dan a partir de los setenta, pero no es cierto. Y es una gran satisfacción para mí que venga de una organización de artes escénicas, no meramente musical. Me hace incluso más ilusión. Siempre es emocionante recibir un premio, y más cuando los recibes en tu país. Es un momento entrañable y estoy muy satisfecho.
—Usted sigue cantando, no se ha retirado.
—No, no. Sigo cantando conciertos por todos lados: en Europa, en Asia, en América. Lo hago porque es mi vida, lo ha sido siempre, y continúa siéndolo. Es una gran satisfacción, en todos los sentidos, poder subir todavía al escenario, con la idea de que quizá es una de las últimas veces, y por lo tanto lo aprovecho. Estoy muy contento de cómo me van las cosas.
—La ópera la dejó hace ya años. ¿Pero sigue al tanto de la actualidad, o está retirado de mundillo?
—Más o menos. Pero cuando estoy en alguna ciudad –Viena, Milán, Barcelona...– y hay una ópera que me interesa, voy al teatro y lo disfruto.
—Dice que se sube al escenario pensando que ese concierto puede ser el último. ¿Lo disfruta más? ¿De manera diferente?
—Saber que es uno de los últimos conciertos hace que tengan una suerte de misticismo... Pero lo importante es la satisfacción de poder transmitir sentimientos, de poder encontrarme con el público, y esto es lo que me hace continuar, esa es la verdad.
«Es una gran satisfacción, en todos los sentidos, poder subir todavía al escenario, con la idea de que quizá es una de las últimas veces, y por lo tanto lo aprovecho»
—Nuria Espert me decía hace poco que el escenario le da la vida. ¿A usted?
—En una parte, sí. Ya lo sabe, yo empecé muy jovencito a cantar, y he tenido la suerte de poder hacer una carrera profesional. Quizás ha sido, junto con los míos, con los hijos y los nietos, la parte más importante de mi vida.
—Tener a su hijo trabajando a su lado debe de ser una satisfacción...
—Bueno, él trabaja conmigo de refilón. En realidad, tiene sus 'negocios'... –Albert Carreras, que está en la mesa contigua, interviene por alusiones. «De refilón significa 365 días al año y cientos de llamadas»– No, tengo una gran ayuda con Albert... Una gran ayuda.
—Lo ha dicho usted: comenzó a cantar desde muy jovencito. Con 11 años se subió al escenario del Liceo para interpretar el Trujamán de 'El retablo de Maese Pedro', de Falla. ¿Qué queda de aquel niño? ¿Mira su foto para conservar la inocencia?
—Si no inocencia, sí tenía inconsciencia. El Liceo, José Iturbi, Falla... Con 11 años, no creo que me diera verdaderamente cuenta de lo que estaba haciendo. Pero lo hacía con gran ilusión y con... Hay otros tenores que han nacido quizá con más facultades que yo. Pero tengo una intuición y un instinto por el canto que quizá otros no han tenido, y que ha compensado las otras carencias. Toda mi vida he sabido cómo cantar las cosas; habrá gustado o no, pero yo tenía las cosas claras cuando leía una partitura y veía el personaje. Al empezar tan joven, además, escuchaba óperas y veía las partituras desde los 10 años. Y esto fue un aprendizaje lejano, pero importante.
«Hay otros tenores que han nacido quizá con más facultades que yo. Pero tengo una intuición y un instinto por el canto que quizá otros no han tenido, y que ha compensado las otras carencias»
—Pero para cantar tantos años las facultades tienen que estar.
—Sí, evidentemente, hay un mínimo. Pero quiero decir que habrá habido tenores quizá con una mayor facilidad en la emisión, en la zona aguda...
—De todos modos no le ha ido mal...
—No, no me puedo quejar.
—¿Hay alguna obra que se le haya quedado en el tintero, que le hubiera gustado cantar?
—'Los troyanos', de Berlioz. Desde que se la vi a Plácido en el Metropolitan en 1883 he tenido ganas de cantar esta obra. No sé si hubiera podido o si es el personaje adecuado para mí, pero es de una belleza extraordinaria y conservo el recuerdo de Plácido cantando esta obra.
—¿Y hay alguna a la que le tenga especial cariño?
—Bueno, las tres o cuatro obras que he cantado con más asiduidad: 'La bohème', 'Carmen', 'Don Carlo', 'Andrea Chénier'; es como si me preguntara a cuál de mis cinco nietos prefiero... Pero si tuviera que quedarme con un título, sería 'Carmen'. Sí, 'Carmen'. No solo por el aspecto vocal, también por su parte escénica. Es quizás la ópera que he cantado con más pasión, si cabe, y con más gusto.
Josep Carreras recibe la Medalla de Honor del Festival de Peralada
ABCEl tenor regresó a la cita ampurdanesa para actuar junto a Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu
—Los actores aprenden de sus personajes cosas que les hacen crecer como seres humanos. No sé si los cantantes de la ópera tienen el tiempo suficiente de ensayos para hacerlo también.
—De entrada, depende mucho del director de escena; si quiere trabajar el personaje y si tiene tiempo. Hay directores de escena que no se preocupan de la interpretación escénica del cantante, y sí del conjunto de la producción. Me parece muy bien, cada uno tiene su elección; y entonces lo que ocurre es que poco a poco vas cogiendo aspectos de cada uno de los directores que has tenido, y a través de tu propia intuición resulta el personaje.
«No hay duda de que pasar por esa situación: una leucemia, un trasplante de médula ósea, once meses de hospital... te cambia la vida. Y si no la vida, la manera de pensar. Y esto a mí también me ocurrió. Das más importancia a ciertas cosas que has olvidado»
—¿Hay alguno que le haya marcado en cuanto al trabajo?
—Giorgio Strehler... También Franco Zeffirelli y Jean-Pierre Ponelle. De cada uno de ellos he aprendido, y he admirado muchas de las cosas que han hecho.
—Imagino que a usted también le admiran muchos jóvenes cantantes... ¿Trabaja con ellos?
—Odio la expresión 'master class', y más todavía 'curso de perfeccionamiento'. De vez en cuando hago cosas con jóvenes: en Oriente, en Italia –mi pianista ha sido catedrático en el Conservatorio de Pésaro y me han pedido que imparta clases–. Lo hago encantado. Me gusta trabajar con los jóvenes, pero es difícil; lo último que quiero es que algún consejo mío sea nocivo para ellos, hay que tener mucho cuidado. Hay voces magníficas, con un estupendo instrumento, pero yo lo que quiero es encontrar una voz verdaderamente... Que tenga esa dicción, que se involucre con los personajes, que comprenda el aspecto musical. Es difícil, es difícil. Pero hay voces magníficas y con mucho futuro.
—Hay buenas voces, pero menos personalidades, ¿no?
—Esa es la cuestión. No aparecen con facilidad un Luciano Pavarotti y una Montserrat Caballé, no suelen...
—Pero ocurre lo mismo en la sociedad, no es solo cosa del mundo de la música. ¿Ha pensado alguna vez por qué ocurre eso?
—Hay cada día más preparación. Los cantantes están muchísimo más preparados, conocen el repertorio... Pero los jóvenes quizá olviden que a veces, para llegar al público y para cantar, tienes que dejarte ir; no solamente pensar en cómo voy a dar esta nota, cómo voy a cantar la otra, cómo voy a... Hay que preocuparse menos de la técnica vocal, que es absolutamente indispensable, pero siempre al servicio de la interpretación, y no al contrario. Esta es mi opinión.
«Hay cada día más preparación. Los cantantes están muchísimo más preparados, conocen el repertorio... Pero los jóvenes quizá olviden que a veces, para llegar al público y para cantar, tienes que dejarte ir; no solamente pensar en cómo voy a dar esta nota, cómo voy a cantar la otra, cómo voy a...»
—¿Usted se ha dejado llevar por la emoción hasta el punto de descontrolarse?
—Creo que he tenido la suerte de poderme controlar, a pesar de que llegan momentos... En el último acto de 'Carmen', ¿cómo no te vas a emocionar? Y digo esa escena, pero podría hablar de cientos de momentos del repertorio.
—Como espectador de ópera, ¿echa algo de menos?
—No... El nivel de las orquestas y el nivel medio de los cantantes es magnífico, el nivel de las producciones y de las puestas en escena se ha elevado muchísimo... Pero sí falta algo. Faltan Karajan. Su carisma, su poder de persuasión hacia el público.
—¿Es la mayor personalidad que se ha encontrado en su carrera?
—Es uno de los que he admirado sobremanera.
—¿Cuántas veces le odiaba más que le quería?
—No, no, nunca le odié. Tuve con él una relación maravillosa. Era casi una relación padre-hijo, si me puedo permitir decir esto. Él me cuidaba y se preocupaba por mí. Y si había alguna cosa, me lo decía, pero siempre de una manera constructiva. Mi relación con el maestro Karajan fue extraordinaria.
—Al margen de la música, imagino que su principal actividad es su Fundación contra la Leucemia...
—Sí, sí. Hace un par de años inauguramos un instituto de investigación con 350 empleados, al margen de la fundación que creamos en 1988. Nos da mucho trabajo y nos da mucha alegría poder contribuir e intentar ayudar a las personas que padecen la enfermedad que yo padecí.
—Que le cambió...
—No hay duda de que pasar por esa situación: una leucemia, un trasplante de médula ósea, once meses de hospital... te cambia la vida. Y si no la vida, la manera de pensar. Y esto a mí también me ocurrió. Das más importancia a ciertas cosas que has olvidado. ¿Pero qué ocurre? Gracias a Dios, afortunadamente, te encuentras bien, y van pasando los años, y vuelves a caer en algunos defectos de antes... Evidentemente no eres perfecto. Al principio piensas: voy a hacer todo como dice el libro y no voy a equivocarme en nada. Pero vuelves a equivocarte.
«Cada uno tiene sus ideas, sus ideales. Y tenemos que respetarlos; no hay otra. Es exagerado tanto decir que el catalán se habla en demasía como decir que el catalán desaparece. Usted sabe de mis sentimientos catalanes, que siguen igual. Pero quizás estamos exagerando tanto por un lado como por otro»
—¿Encuentra más satisfacción en ayudar a la gente desde la fundación o desde el escenario?
—Es muy distinto, porque el cantante o el actor es egoísta, intenta dar lo mejor de sí mismo y transmitir al público todos estos sentimientos que tiene. En cambio, lo otro es una cosa incondicional. La satisfacción que te da saber que un niño –o un adulto, pero muy particularmente un niño–, gracias al trabajo que hacemos en la fundación con el registro de donantes no emparentados, ha podido recibir un trasplante, es una satisfacción que no tiene ningún parangón, que no se puede comparar.
—¿Cuántos conciertos más o menos ofrece al año?
—Veinte o veinticinco.
—¿Y el resto del tiempo está en Barcelona...?
—Sí. Bueno, mis hijos quieren que haga vida de jubilado, pero yo no quiero todavía. Llegará el momento, no sé cuándo... Dependerá de cómo me encuentre. No se puede olvidar que nosotros llevamos el instrumento con nosotros. Los cantantes tenemos un condicionante físico que no tienen, por ejemplo, los pianistas –Rubinstein tocó hasta los noventa y tantos– ni los directores de orquesta. Aunque Plácido está cantando con 82 años.
—¿Habla con él de vez en cuando?
—Sí, sí. Y cantamos juntos. Hemos hecho conciertos juntos y tenemos alguno próximamente; siempre es un placer.
—¿Y cómo le ve? ¿Le apena que lo que pasó oscurezca todo lo que ha sido como artista?
—Todos sabemos quién es Plácido Domingo. Yo siempre he dicho, y lo repito ahora, que le conozco desde hace más de cincuenta años y en todo este tiempo no le he visto en una situación que no fuera correcta. No tengo absolutamente nada que decir. Tengo una buena amistad con él, tengo una gran admiración hacia el artista y para mí es un placer volver a compartir el escenario con él algunas veces al año.
«En este momento, el Barcelona no está en la mejor situación, y los culés, los socios, le tenemos que dar al Barça nuestro apoyo. Es muy fácil criticar, ver los toros desde la barrera»
—¿Cómo percibe el ambiente político desde Barcelona?
—Se exagera. Tanto de un lado como del otro. Cada uno tiene sus ideas, sus ideales. Y tenemos que respetarlos; no hay otra. Es exagerado tanto decir que el catalán se habla en demasía como decir que el catalán desaparece. Usted sabe de mis sentimientos catalanes, que siguen igual. Pero quizás estamos exagerando tanto por un lado como por otro.
—Termino. Como buen culé, ¿es partidario de que Xavi se quede o no?
—(Largo silencio) En este momento, el Barcelona no está en la mejor situación, y los culés, los socios, le tenemos que dar al Barça nuestro apoyo. Es muy fácil criticar, ver los toros desde la barrera. Si Xavi es la solución, será fantástico que se quede. Lo hemos admirado durante muchísimos años, y quizás sea uno de los mejores, si no el mejor jugador, catalanes que ha habido. Y si ha de ser Xavi, que sea Xavi.
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