Crítica
Quevedo lanza su álbum debut, 'Donde quiero estar': La fiesta pocha del algoritmo
El reguetonero canario publica su primer disco tras el monstruoso éxito de 'Quédate' con Bizarrap
Quevedo ha lanzado este viernes su industrialmente esperado disco debut, el otro estreno a este nivel en la 'fan zone' nacional sería el de Chanel, que tras quedar tercera en Eurovisión debe estar preparando el 'Chinese Democracy' del perreo o algo ... así, pero ni de lejos como el cantante y pulsador de la bomba nuclear de las cifras, o sea 'Quédate', con este 'Donde quiero estar', disco conceptual sobre su elección como santuario vital de sus Islas Canarias en lugar de Madrid, Miami o Nueva York pero que, en verdad, también va mucho de ligar y no ligar, hete aquí la eterna turra sin cuestión. Un disco largo, con ritmo autómata, bases poco memorables y donde no destaca por lo imaginativo de sus 'barras' y, lo más preocupante para el 'business', el quizá menor pegamento de los estribillos aunque aquí dudamos pues tiene varios momentos tiktokeabilísimos. El algoritmo ya nos dirá si nos gusta mucho o muchísimo, no agobiarse.
Sería por Bizarrap, por la propia magia de la canción, por sus hipnóticos mofletes o por un mix de todo ello pero 'Quédate' fue la séptima canción más escuchada en el mundo el año pasado y eso no lo olió ni la egregia Rosalía. Hablamos de un hit planetario nivel 'Macarena' que ejerce de impulso y trastorno para un chaval de 21 años con la cabeza, parece, bien amueblada que se desenvuelve natural entre lo ñoño y lo desinhibido, no desentonaría en 'El Hormiguero' como sí Yung Beef u otros pata negras de la escena urbana, y que, por supuesto, aborda su lugar en el mundo después del maremágnun existencial tras su sesión con el productor argentino (su vida ha dado un vuelco copernicano en seis meses como pocas) y cuyo lugar de análisis discográfico está casi más en lo mercantil que en lo artístico, como el propio Bizarrap. ¿Qué teclas han pulsado para tocar así a los niños?
Sin riesgo y sorpresa musical, ahí Rosalía está en otra liga, tampoco vemos en esta retahíla de reguetones la chispa de los maestros del género, como Daddy Yankee, pero sí a un tipo creíble y jovencísimo con aspecto de exfutbolista melancólico y con una serenidad especial en un mundo de gritos desencajados en Twitch. Y con cierto aplomo a artesano veterano de su rol: expeler melodías pegadizas para la verbena, o sea 'Playa del Inglés', 'Punto G', 'Muñeca' o 'Wanda'. Aunque distinguimos tres: 'Sin señal' (con Ovy The Drums, sobre la confusión que podría tener su mejor videoclip en las escenas de discoteca de la película 'Pacifiction', de Albert Serra), la balada 'Me falta algo' (amor desesperado con teclados y vientos de la Orquesta Nacional de España, más que nada por salirse de su propio molde reguetonero) y el cierre con la homónima 'Donde quiero estar', canción descarnada con las líneas más intensas. Ahí dice: «Tú títere de las multinacionales, yo de mi mente». Haciéndole caso, es hasta peor. Pero no peor que el resto de Góngoras en la fiesta pocha del algoritmo.