Coldplay en Barcelona: hasta el infinito y mucho más allá
La banda británica estrenó su insólita tanda de cuatro noches en el Estadio Olímpico de Barcelona con una eufórica fiesta de luz y color
Coldplay dedica su primer concierto en Barcelona a «la bella Tina Turner»
Las mejores imágenes del concierto de Coldplay en Barcelona
Locos por Coldplay: 200.000 entradas vendidas en una mañana
Barcelona
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Iniciar sesiónEjemplares en su desmesurado crecimiento y en subrayar a cada paso todo lo que el brit pop, al menos aquí, jamás consiguió, Coldplay lo han vuelto hacer. Patadón al área, cañonazos de confeti desde el primer segundo de 'Higher power' y el récord como ... rutina. ¿Dos estadios olímpicos, como cuando vinieron hace siete años con 'A head full of dreams' y arrasaron? ¿Y por qué no tres? Mejor aún: que sean cuatro. Hasta el infinito y mucho más allá. Cuatro noches en el Estadi Lluís Companys de Barcelona y más de 200.000 personas retratadas en taquilla. Lo nunca visto. Nadie antes se había atrevido con tantos conciertos seguidos en el recinto olímpico, aunque tampoco nadie había vendido tantas entradas a semejante velocidad. ¿Inexplicable? Tampoco tanto.
El miércoles, con la noche cayendo sobre Montjuïc y la euforia electrizando el ambiente, bastaba con dejarse arrastrar la suave pendiente de 'Adventure of a lifetime' o perderse en la colorista piñata de exultantes «oooooh» de 'Paradise' para entender cómo hemos llegado hasta aquí.
Antidepresivos y vitalistas a veces hasta el empacho, los británicos son la mejor banda-espectáculo del planeta. Una fiesta de fin de año en bucle. Un parque de atracciones con acceso directo al Dragon Khan. La Casa grande del Pop y del estribillo adhesivo. 'Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum'.
Y, de pronto, pelotas gigantes como esferas planetarias recién salidas de 'Music of the spheres' brincan y rebotan sobre las cabezas de la gente. Y, vaya, ahora suena 'The scientist' y todo el público se derrite mientras Chris Martin arrulla el piano y canta, dulcísimo, eso de 'nobody said it was easy'. Épica y esperanza. Pop y fiesta. El optimismo como lenguaje universal y los londinenses como sumos sacerdotes de 'vivalavidismo'. O algo así.
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«Vamos a tocar el mejor show de nuestras vidas», anunció Martin en castellano antes de dedicarle el concierto a Tina Turner, fallecida pocas horas antes. Al final, y antes de despedirse, la banda interpretó 'Proud Mary' junto a un par de Gipsy Kings desubicadísimos que, al parecer, pasaban por ahí y que acabaron tocaron 'Bamboleo' y 'Volare'. Extraña elección, sí. Cima anticlimática de una velada de envoltorio espectacular y repertorio pelín irregular. En fin, cosas que pasan en Barcelona un miércoles por la noche.
En el público, alguien aguantaba una pancarta en al que se leía 'Sueño cumplido'. Logro desbloqueado.
Hits y confeti
Lo de repartir pulseras luminosas entre el público y activarlas automáticamente a distancia, innovación que ya estrenaron en su anterior gira, es el no va más. El penúltimo truco de estos prestidigitadores del 'stadium rock' que, con Martin a la cabeza, saben que tan importante es lo que ocurre en el escenario como en la pista. Ni siquiera importa que la crítica haya vapuleado 'Music of the spheres', porque los conciertos de Coldplay se juegan sobre las tablas pero se ganan a ras de suelo. En el delirio colectivo de una 'Viva la vida' servida desde el escenario secundario, situado en el centro del estadio; y en la lluvia de confeti multicolor de 'Something just like this'. En la alfombra de leds azules de la emotiva 'O', en la que Martin subió al escenario a una joven que quería dedicarle la canción a su madre enferma; y en la espectacular imagen de 50.000 personas brincando y cambiado de color en 'Charlie Brown'.
Luego, claro, están los neones saturados, los colores ácidos y los momentos imbatibles: el (aún hoy) nudo en el estómago de 'Yellow'; el trote arrollador de 'Clocks'; el gancho hacia el futuro de una pletórica 'My universe' y la siempre imbatible 'Fix you'.
De fondo, un respetable aunque algo ingenuo intento por conciliar las giras mastodónticas con la inevitable barra libre de emisiones de CO2: confeti biodegradable, paneles solares, alfombras cinéticas, árboles plantados por cada entrada vendida y muchos conciertos concentrados en pocas ciudades. Ellos no viajan, pero su público sí, por lo que la huella ecológica no desaparece; simplemente cambia de dirección.
Ecológico era también un escenario abierto y rematado por tres pantallas esféricas y una pasarela gigante. Una nave especial para salir de órbita, cantar 'Human heart' con una suerte de teleñeco gigante y disfrazarse de simpáticos alienígenas en 'Hymn for the weekend'. Un púlpito desde que el dirigir la función, frenar en seco 'A sky full of stars' y volver a empezarla «pero esta vez sin móviles; sólo con manos y almas», como dijo Martin, Y, por extraño que parezca, casi todo el mundo obedeció. Como premio, una salva de fuegos artificiales, los bises más surrealistas de la temporada (la ecuación Tina + Gipsy Kings) y el recuerdo de otro concierto inolvidable.
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