'Wozzeck' arrasa en Valencia
La ópera de Alban Berg cierra la temporada 2021-2022 con gran éxito
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Iniciar sesión'Wozzeck', la ópera de Alban Berg, pasa estos días por Palau de les Arts de Valencia dejando una impresión difícil de olvidar. La receta corría a favor del éxito: la producción de Andreas Kriegenburg , estrenada en la Ópera Estatal de Baviera ... en 2008, mantiene un prestigio que corre en paralelo a la obra; el reparto impecable, con Peter Mattei y Eva-Maria Westbroek en los roles protagonistas; y también la solvencia y prestigio del director titular del teatro, el americano James Gaffingan , prácticamente inédito en Valencia. Estos días se ha explicado que han sido muchas la horas de trabajo, mucho el esfuerzo en torno a una escenificación plagada de dificultades y que aún mantuvo el estreno del jueves pendiente de la resolución de una huelga de personal del teatro desconvocada en la tarde del día anterior.
'Wozzeck' no es una obra fácil ni con semejante predisposición. A las dificultades intrínsecas de la ópera se suma el de una producción que reclama condiciones técnicas muy superiores a lo habitual. En estas mismas páginas se apuntaba hace días la magnitud de los elementos que conforman la escenografía que con diseño de Harald B. Thor alcanza lo milagroso, con efectos mágicos y soluciones dignas de un malabarista del escenario. El vestuario de Stefan Bolliger , con el añadido del maquillaje, es mucho más que un elemento evocador pues penetra en la carne de los personajes, enfatizando, cuando es necesario, los rasgos más patéticos. Algo hay de caricatura a la manera de George Grosz en esta colección de tipos propios de la década de los veinte del pasado siglo. Está el ejemplo del ortopédico mecanismo que sujeta las piernas del doctor luego acentuado por su andar mecánico, los enormes pechos caídos y humillantes del capitán, hinchado, gordo, de cuello seboso y constitución apoplética tan y como señala el libreto, y la aparente naturalidad y estrechez con la que se exponen Wozzezk, Marie y el hijo de ambos. Además de la iluminación de Stefan Bolliger que constituye un personaje más pues en su mano está la posibilidad de transitar entre la realidad y su traducción emocional según Wozzeck la siente y distorsiona.
El marco de lo inmediato lo configura un habitáculo cuadrado y flotante, de sorprendentes dimensiones, que se desplaza frontalmente, sube y baja hasta casi rozar el suelo. Hay una sensación de peligro inminente cuando se mueve por primera vez, coincidiendo con la primera alucinación de Wozzeck mientras está junto a su compañero Andres. El agua chorrea por las paredes de cemento. El espacio, "un lugar maldito", se dice, carece de referencias. Cómo funciona la tramoya, cómo salen y entran los personajes, es algo que permanece oculto a los ojos del espectador haciendo difícil encajar la realidad inmediata con un proceso racional. Pero a poco asoman detalles que demuestran que Kriegenburg es enormemente fiel a la obra y que todo constituye una gran metáfora con encaje en la perspectiva espacio-temporal que vive Wozzeck en fusión con el mundo de lo alucinante, allí donde la paranoia y la esquizofrenia gobiernan sus decisiones.
También en la magia de la escenografía está la lámina de agua que cubre el escenario sobre la que todo se refleja y desde donde surge a través de sus propios destellos un mundo espectral. Sobre ella desfilan soldados como si chapotearan entre las trincheras; en ella habitan figurantes fantasmagóricos que reclaman dinero y trabajo. 'Wozzeck' nace junto al sicoanálisis , en el contexto de una fuerte crisis social, la música de sustancia atonal pero sometida a formas clásicas representa el desmoronamiento de una manera de entender el mundo. Kriegenburg está atento a todo ello sin desdeñar que la miseria, la angustia, la humillación y el arrebato pueden elevarse más allá de lo aparente mostrándose con un profundo sentido poético. Sin duda, en la cautivadora belleza, incluso en el perfil esteticista de la producción, podría intuirse la contradicción con un texto plagado de miseria, crueldad y arrogancia. Quizá es así porque Kriegenburg se niega a emitir un juicio y su propósito es limitarse a contar una historia que en sí misma encierra suficientes rasgos como para dejar noqueado al espectador. Los sobretítulos que anuncian el comienzo de los actos obligan a creerlo... la visión de algo tan fascinante solo produce inquietud.
Coincidiendo con las representaciones de 'Wozzeck' vuelve al foso del Palau de les Arts su director musical James Gaffigan quien se estrenó al comenzar la temporada con el 'Réquiem' de Mozart en la también perturbadora producción de Romeo Castelucci. Tiene su importancia que en Valencia se le haya conocido de la mano de dos propuestas inconformistas, musicalmente tan dispares y ambas lejanas a la comodidad del gran repertorio. Pero mucho mejor es que Gaffigan haya podido demostrar con ambos trabajos que su presencia en el Palau de les Arts no es un acto decorativo. Si la propuesta escénica de Wozzeck alcanza lo milagroso , la realización musical es, en sí misma, un acto de fe hacia una obra que en su mano adquiere una dimensión sobrecogedora. Gaffigan tiene en contra la enorme apertura del foso del Palau, incómoda para una orquesta de tamaño straussiano a pesar de que Alban Berg la ordene con sentido camerístico cuando acompaña a las voces. Pero salva el inconveniente consiguiendo que la Orquestra de la Comunitat Valenciana haga recordar sus mejores años, con una versión que clarifica los planos, que extrae timbres inéditos, que profundiza en un rugir matérico convirtiendo el sonido en algo turgente, rugoso y vehemente como escaparate para una narración musical cargada de intensidad.
Andreas Conrad representa al capitán en un momento en el que la voz se estrecha con un color chillón y ridículo, asqueroso incluso, como el tambor mayor de Christopher Ventris , lo que lleva a las voces masculinas a un registro paródico que defiende estupendamente Tansel Akzeybek en el papel de Andres a la cabeza de grandes secundarios. El doctor de Franz Hawlata tiene una consistencia más abundante, muy propia de un personaje de primaria astucia. Y sobre todos ellos quedan momentos cumbre: el comienzo del acto tercero en el que la orquesta acompaña el remordimiento de Marie y en el que Eva-Marie Westbroek se recoge reconociendo la premonición de su muerte. La soprano holandesa vuelve al Palau trece años después de su Sieglinde en "Die Walküre" conservando el calado dramático de una voz que crece en el registro agudo con espesura. Su presencia escénica es siempre imponente , el sentido desgarrador de sus interpretaciones apabulla, y es en esa escena claustrofóbica donde Westbroek logra mirar con ojos sangrantes. La del baile junto al tambor mayor implica a una orquestina que se coloca sobre una plataforma sostenida sobre la espalda de los figurantes a cuatro patas. Ahí, la naturaleza interpretativa de Westbroek encuentra réplica en la pegajosa caracterización personal y vocal de Ventris. A su alrededor y sobre el agua de desarrolla una escena de conjunto impecablemente coreografiada.
Definitivamente, el agua es un agente imprescindible de la narración. El ruido del chapoteo cuando cae desde la altura al comenzar el acto tercero se mezcla con la orquesta añadiendo un plus tenebroso que anuncia la muerte de Marie. 'Wozzeck' llega a su fin . Ella y el protagonista están en el centro del escenario, cogidos de la mano, mirando a los espectadores. Peter Mattei ha conducido a Wozzeck por un territorio de ingenuidad, de bondad, de incrédula confianza y estupor ante los contradictorios arrebatos que bullen en su interior. La interpretación alcanza el límite de la estupidez. La altura de Mattei es un factor que juega a favor del personaje pero, mejor aún, la redondez de una voz que suena con un poso de desbastada humildad, incluso en los momentos de obcecación. La madurez que transfiere al personaje implica que Wozzeck se despoja de lo excesivo y gana en extravagancia y a jidad: mientras da la mano Marie, mientras se reflejan sobre la pared del fondo del habitáculo las sombras ondulantes del agua, mientras intenta olvidar el crimen que parece haber cometido; cuando la orquesta y el agua encuentran en los cambios de luz, en la luna roja y en la niebla gris, la consecuencia final de sus actos. "El agua es sangre", dice Wozzeck, al tiempo deja caer que los sobre la lámina y la muñeca ensangrentada muestra el deshonor. La ópera de Berg concluye de forma humillante con los niños riéndose del hijo de Wozzeck, al que encarna Adrián García en una interpretación extenuante, digna de los mejores. Se ha divulgado la muerte de Marie. En entonces cuando Kriegenburg enuncian el último gesto. El niño aparece de pie, solo, en el centro de la habitación. Entre las manos tiene un cuchillo. Es imposible no sentir un escalofrío ante semejante pesadilla.
Ficha técnica
Alban Berg: 'Wozzeck'. Intérpretes: Peter Mattei (Wozzeck), Eva-Maria Westbroek (Marie), Christopher Ventris (tambor mayor), Franz Hawlata (doctor), Andreas Konrad (capitán), Adrián García (el hijo), Cor de la Generalitat, la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats, Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director de escena: Andreas Kriegenburg. Director musical: James Gaffigan. Lugar: Palau de les Arts, Valencia. Fecha: 26-V.
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