Crítica de ópera
'Tránsito', la ópera como relato
La pieza, producida por el Teatro Real y el Español, rescata valores históricamente comprobados y que pone todo su peso en la capacidad de la música para someterse a una realidad diferente
Alberto González Lapuente
Avanzado el siglo XX, la ópera se disolvió en un género sin límites en el que cada compositor define su propio territorio formal. Al teatro musical pertenece, por ejemplo, el espectáculo que César Camarero ha presentado recientemente en los Teatros del Canal ... . 'Es lo contrario' es un proyecto desafortunadamente demasiado vago y tedioso que se escucha en una oscuridad absoluta y en la que se pretende ensamblar lo filosófico, lo social y lo artístico. Desde un punto de vista muy distinto, Jesús Torres estrenó 'Tránsito', una ópera de cámara producida por el Teatro Real y el Español, que rescata valores históricamente comprobados y que pone todo su peso en la capacidad de la música para someterse a una realidad diferente.
Tras la ópera de Torres está la obra de teatro homónima de Max Aub , escrita en 1944 y ambientada en una noche de duermevela en la que el exiliado Emilio dialoga con el fantasma de su mujer, que permanece en España, mientras convive con su nueva pareja mexicana. En 'Tránsito' se canta de manera expresiva sobre un complejo conjunto instrumental. Los interludios, desde el primero de carácter 'marino', manifiestan la depuración tímbrica y la preocupación por encontrar un soporte sonoro que suscite, oriente y transforme la acción, y que lo haga con equilibrio, sin perturbar las voces. Con ello se dibuja la compleja posición anímica del protagonista, la angustia irresoluble que se evoca mediante arrebatos rítmicos como el que acompaña el diálogo de Emilio y Alfredo. La partitura de 'Tránsito' aporta sólidas herramientas musicales para la configuración de un relato dramáticamente poderoso.
El director teatral Eduardo Vasco toma todo ello con exceso de prudencia y convención. La propuesta escenográfica se basa en un escenario inclinado en el que las plataformas y paredes fugan irregularmente y sobre el que se proyecta un tibio audiovisual en momentos puntuales. La correspondencia entre la música de Torres y la escena es difusa y aún se desvanece en la levedad de un movimiento escénico sin fuerza, Hay un exceso de rutina en la propia disposición del espectáculo, que vive ajeno a la inquietante desnudez de la nave 11 del Matadero con los músicos en el frente pero sin foso, convertidos en una incómoda distracción.
'Tránsito' merecería una mayor concentración visual sobre el muy digno trabajo de los cantantes. Isaac Galán, incansable en su exigente papel sufre en el grave y fuerza el falsete; María Miró resuelve con calidad y Anna Brull añade, además, buen gusto y encanto. Javier Franco y Pablo García-López son importantes colaboradores. La seguridad y la disposición del director Jordi Francés sirvió anoche para aunar a los dieciocho instrumentistas en una versión muy bien armada. Lejos de la tensión del estreno llegarán otras sutilezas y un más rotundo contraste. En definitiva, la consolidación de una obra con la que Torres ha declarado su fe en la ópera como conjetura de una vivencia.
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