Champán y vino de Toro para Bruce

Champán y vino de Toro para Bruce

«Volveré. San Sebastián es una ciudad a la que siempre hay que volver». Un Bruce Springsteen relajado y feliz abandonó a mediodía de ayer el hotel María Cristina de la capital donostiarra, «seducido por un lugar donde uno puede bañarse en la playa, comer ... de lujo y pasear por la calle sin que nadie le moleste, como un ciudano más».

Parece literatura de folleto turístico pero es lo que el Jefe dijo, literalmente, al promotor Íñigo Argomaniz horas antes de dejar la ciudad. «Os aseguro que volveré pronto», anunció Springsteen antes de montarse en el Mercedes que le trasladó al aeropuerto para tomar el vuelo privado que le conduciría a Sevilla, donde actuaba anoche mismo. Y la palabra del Boss se cumple: hace un año, cuando su concierto en Anoeta le trajo unos días a San Sebastián, Springsteen disfrutó de la playa y la gastronomía local y también se despidió con un «volveré». ¡Y vaya que si ha cumplido! Se bañó en la playa de Ondarreta, ha machacado sus bíceps en el gimnasio Hudra del María Cristina y la noche del lunes, 24 horas después de su memorable concierto en San Mamés, disfrutó en el restaurante Zuberoa de Oiartzun de una cena que fue un verdadero fin de fiesta a la guipuzcoana. «Bruce y sus amigos comieron y bebieron como cosacos», contaba ayer divertido un testigo presencial de esa juega gastronómica.

El Jefe se lo había ganado a pulso. Gente de su propio equipo comentaba que el concierto de Bilbao del domingo había sido «uno de los más potentes de la gira». Springsteen estuvo tomando cervezas sobre el propio césped de San Mamés antes del recital ante la incrédula mirada de los espectadores. Luego quiso abrir el recital con un guiño al público local; se sopesó empezar con el «agur jaunak», con alguna otra canción popular, y al final se apostó por el «desde Santurce a Bilbao» como mejor prólogo a un concierto que quería ser una fiesta.

Tras la actuación en la capital vizcaína el Boss volvió a Donostia. El lunes pasó por la ciudad de incógnito y por la noche quiso despedirse del País Vasco con una cena «por todo lo alto». El restaurante Zuberoa de Oiartzun fue el elegido. Primero se dijo que Springsteen iría en petit comité para una cena rápida... y al final se juntaron en su mesa diecisiete personas, más dos escoltas, para una larga velada que se prolongó hasta pasada la medianoche.

Celebración con músicos

La terraza del Zuberoa acogió la fiesta. El cantante estaba acompañado por buena parte de la E Street Band, aunque algunos, como el pianista Roy Bittan, prefirieron irse por libre a otros destinos de la noche donostiarra. El manager de Springsteen, el promotor donostiarra Íñigo Argomaniz y otros amigos se sumaron a una fiesta que tenía sus «condiciones»: los primeros platos debían llegar a la vez al centro de la mesa, como un buffet del que fueron picando todos. Bogavante, atún o jamón fueron demandados una y otra vez por los asistentes antes de dar cumplida cuenta de los segundos platos. El Jefe pidió cordero con puré de patata (pidió otro cuenco de puré) y concluyó con una tarta de queso que, según dijo, «es la mejor que he probado en mi vida: volvería a San Sebastián sólo por probar esta tarta», dijo.

Champán francés y vino Numanthia, de Toro, regaron la cena. Aunque el cocinero y propietario del Zuberoa, Hilario Arbelaitz, no es amigo de salir a saludar al comedor «para no molestar a la gente», esta vez no pudo escapar: Bruce y sus músicos le requirieron para que saliera y le propinaron una larga ovación. Más aún, Springsteen se empeñó en entrar en la cocina y retratarse con todo el equipo de Arbelaitz. Al final de la velada, una niña que cenaba ahí con sus padres se acercó hasta el músico con un dibujo que le acababa de dedicar. Springsteen la besó y se lo agradeció antes de volver al María Cristina.

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