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Deconstruyendo a David Bowie

Recorrido por la retrospectiva sobre el artista que inaugura este sábado el Victoria and Albert y por todos los rostros de un autor camaleónico que ha colocado ya su nuevo disco en el número 1

Deconstruyendo a David Bowie

borja bergareche

A sus 66 años, el genio camaleónico por excelencia ha decidido mostrar al mundo la larguísima sombra que su obra ejerce en la cultura contemporánea con una reaparición fulgurante tras una década de silencio creativo. El primer disco de David Bowie en una década, «The Next Day», ha alcanzado el número 1 en las listas de venta británicas en tan solo una semana. Su regreso musical supone un auténtico golpe de estado para la industria, a la que cogió desprevenida el pasado mes de enero con el lanzamiento –en la madrugada del día de su cumpleaños– del single «Where are we know», tras dos años de grabaciones en secreto.

La de este británico afincado en Nueva York es quizás la desaparición artística –atribuida de forma errónea a un inexistente cáncer, después de que el artista sufriera un ataque al corazón en 2004– más emocionante desde que Marcel Duchamp, una de las grandes referencias de Bowie, abandonara el arte en 1923 para intentar entrar en la selección francesa de ajedrez. Ahora, más de 42.000 fans han comprado ya entradas anticipadas por Internet para la exposición « David Bowie is », que inaugura este sábado el museo Victoria & Albert (V&A) de Londres.

Bowie ha batido el récord de venta anticipada de tickets del V&A

Se trata de la primera retrospectiva de un artista tan polifacético en sus propias encarnaciones como en las disciplinas que ha explorado en más de cuatro décadas de trabajo infatigable. La muestra se nutre en un 90% de los fondos del archivo personal del artista, y muestra a través de 300 objetos el poderoso torrente creativo que ha sido siempre Bowie para el rock, el teatro, la moda, el cine o la poesía. «No es una exposición sobre rock and roll, somos un museo sobre creatividad y artes escénicas, aquí aspiramos a mostrar a Bowie en su contexto», nos explica Victoria Broackes, una de las responsables de una exposición abigarrada y dispersa en algunas de sus salas, pero imprescindible por el fascinante nivel de detalle con el que explora un gran interrogante. ¿Quién es David Bowie?

Pleno acceso a un archivo de 65.000 objetos

El artista ha dado pleno acceso a unos archivos personales que repatrió desde el Reino Unido para ordenar y sistematizar en un lugar (no desvelado por el museo) de Nueva York, como reacción a las dudas que le crearon los ataques del 11 de septiembre de 2001 sobre si vivir o no en Manhattan. Los comisarios no han tenido ningún contacto con él, y no consta que el artista haya visitado o vaya a visitar una muestra que ha enfurecido a los más puristas de entre sus fans por el intento de encapsular su obra en un museo. Ha sido su archivista, Sandy Hirshkowitz, la encargada de velar por el punto de vista del músico, que se reservaba por contrato solo la posibilidad de modificar los textos y análisis en el caso de errores «históricos».

La exposición revela que Bowie ha sido un minucioso «curator» de sí mismo, acumulando hasta 65.000 objetos en su colección. Está formada sobre todo por fotografías, pero incluye también unos 200 diseños y trajes originales, de los que la muestra londinense ofrece 60. «Solo rechazó cedernos un saxo de plástico que le regaló su padre», confiesa Geoff Marsh, director del departamento de teatro del V&A, quien define a Bowie como «un chamán, o una metáfora de un mundo post-religioso y post-ideológico como el actual». Eso, y mucho más...

1. Bowie como «un personaje permanente»

Bowie nació como David Robert Jones en enero de 1947 con el «baby-boom» que siguió al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los británicos todavía se alimentaban con cartillas de racionamiento. Creció en Brixton y Bromley, dos suburbios del sur de Londres que le empujaron a buscar la felicidad en otras latitudes. Ser solo David Jones nunca estuvo entre sus planes. «La gente suele olvidarse que David Bowie es un personaje a partir de David Jones, el ser humano, y creo que lo que le anima a levantarse cada mañana, más que componer, es ver hasta dónde le lleva ese personaje», reflexiona Marsh.

Influido por el movimiento mod, la música que venía de EE.UU., la literatura de JG Ballard, el budismo o las técnicas teatrales que aprendió con el mimo Lindsay Kemp, Jones se rebautizó como David Bowie en 1965. Y su primera aparición mesiánica ante el gran público tuvo lugar en su histórica actuación en directo como Ziggy Stardust en julio de 1972, en el Top of the Pops de la BBC (puedes ver aquí el vídeo). Empujado por su mujer, Angie, a elevar el tono del maquillaje y el atuendo, la aparición de este alienígena andrógino inspirado en «La Naranja Mecánica» sacudió a toda una generación.

Los trajes originales de su amigo Freddie Burretti y las grabaciones de la época se suman en el V&A a textos manuscritos por Bowie con la letra de «Starman», la canción que eligió para la sesión, y cartas de fans que le agradecen el haberles animado a salir de sus respectivos armarios identitarios. «La primera vez que vi a Bowie pensé, no soy el único raro perdido en medio de la nada», ha explicado el cantante Boy George.

«Cuando vi a Bowie pensé, no soy el único raro», ha dicho Boy George

«Por favor guarda esta carta solo para ti, no me gustaría sofocarme por la avalancha de cartas de fans», le pide la madre del cantante a Ian Webb, profesor de moda en la Saint Martins y uno de aquellos jóvenes perdidos a los que Bowie enseñó a volar. «En los vídeos parece estar mirando a la cámara diciendo a aquella audiencia de más de cinco millones de personas, tú también puedes...», cree Broackes.

2. Bowie como ambiguo «transformista»

La reinvención permanente y la ambigüedad sobre la propia identidad son una constante en la carrera del artista. Su padre, «John» Jones, descubrió el arte de volver a empezar cuando se fulminó toda la herencia paterna en cortejar a una cantante austriaca de la que se enamoró perdidamente. Se reinventó abriendo un local de jazz en la londinense Charlotte street. Su hijo, con el preludio del célebre «Changes» del «Hunky Dory» de 1971, se declaró gay en 1972, bisexual unos años más tarde, para decir una década más tarde que fue siempre un «heterosexual en el armario». Y, en lo artístico, mudó de careta una y otra vez.

Bowie fue el «Mayor Tom» de Space Oddity (1969), la canción con la que la BBC puso banda sonora a la llegada del hombre a la luna, y que abre la muestra. Tras Ziggy se reencarnaría en la versión más oscura de alienígena del disco «Aladdin Sane» (1973), vestido por el primer diseñador de moda japonés que expuso en Londres, Kansai Yamamoto. Bowie, siempre inquieto, figuraba entre los visitantes de su primera exposición en 1971. Y varias de sus creaciones para el disco cuelgan de una de las salas de la exposición, con las referencias a los samuráis y al teatro kabuki que recicló Bowie para su personaje.

El año siguiente mezcló altas dosis de cocaína con el «1984» de George Orwell y William Borroughs para convertirse en el personaje paranoico y antiutópico de la gira de «Diamond Dogs». Aquel ser mitad perro-mitad hombre fue retratado, ataviado con sombrero cordobés y junto a un enorme dogo, en una célebre sesión de fotos con Terry O’Neill, de la que la muestra recoge varios de los contactos originales. Le seguirían el marciano de la película «El hombre que cayó a la Tierra» (1975-1976) y el «Thin White Duke», el estiloso y afilado duque blanco a un paquete de «Gitanes» pegado del «Station to Station Tour» de 1976, de inspiración cabaresca y berlinesa a lo Kurt Weil.

Decenas de fotos, vídeos y notas manuscritas dan cuenta de sus transformaciones, que incluyeron también a Halloween Jack o al detective Nathan Adler de «The Minotaur». Asfixiado por la fama y las drogas en Los Ángeles, se mudó a finales de los setenta con Iggy Pop a la capital alemana. Allí alumbró, con un poco de Brian Eno, Kraftwerk y dadaísmo su yo centroeuropeo de la célebre trilogía berlinesa de «Low, «Heroes» (1977) y Lodger» (1979).

3. Bowie como «productor y escenógrafo»

Aunque en ocasiones la exposición en el Victoria & Albert aturde con un intenso salpicado de referencias culturales –Bertold Brecht, Trista Tzara, Luis Buñuel...– la muestra ubica eficazmente este constante travestismo artístico en el gran espectáculo de sí mismo que ha orquestado siempre, minuciosamente, David Bowie. «Bowie es la persona al mando de todo lo que produjo», explica Victoria Broackes, «y el responsable último de su música, sus fotos de portada, su vestimenta y sus escenarios». El Victoria & Albert recopila esbozos de vestuario y escenario de su puño y letra desde que tocaba el saxo en «The Kon-rads» con 16 años.

«Tiene que ser tridimensional, no me basta solo con palabras», dijo en una entrevista en 1974. La maqueta del set del tenebroso «Diamong Dogs Tour» –que Bowie ideó con unos bocetos realizados mientras se hospedaba en el Hotel Pierre de Nueva York– recoge los ecos de las instrucciones claras que dio Bowie a los montadores: «Poder, Nurenberg, “Metrópolis”» (en referencia al filme de Fritz Lang). Y una espectacular sala audiovisual, con dos pantallas gigantes superpuestas a algunos de los modelos del vestuario de la gira, muestran imágenes inéditas de una gira con la que Bowie que cambió para siempre la presencia del rock en un escenario. Supone también la apoteósis escénica de «David Bowie is», que se detiene menos en los irregulares años 80 y del artista. De las décadas de los 90 y 2000 destaca el diálogo de Bowie con diseñadores de moda como Alexander McQueen, que le abrigó con la «Union Jack» para la gira «The Earthling» (1997), y con Hedi Slimane unos años más tarde.

4. Bowie como «buscador de referencias»

La muestra ofrece una curiosa aportación original, realizada por el artista-curator Paul Robertson, a quien los comisarios retaron a intentar visualizar el denso y sofisticado universo de referencias del artista. La propuesta resultante es la «Tabla Periódica de los Elementos de David Bowie», que recoge los distintos metales con los que está forjado el aluvión creativo de un ser humano con resonancias marcianas llamado David Jones. «Bowie, antes de ser Bowie, operaba como un buscador de referencias, y uno de los problemas con él es que nunca sabes de dónde sacaba sus ideas», explica Broackes, «lo mezclaba todo».

Figuran, además de los ya mencionados, Oscar Wilde, Dali, Picasso, Andy Warhol, Greta Garbo, Bob Dylan, o Steve Jobs, su ex mujer Angie o su mujer la supermodelo Iman, y personalidades de la música y la moda en los que Bowie ha tenido una influencia definitiva, como Lady Gaga o el fotógrafo Helmut Newton, y actrices como su amiga Tilda Swinton.

Transformó las técnicas de escritura de Burroughs en «tecnología de los sueños»

En ese afán de ser un aspirador de referencias, Bowie convirtió las técnicas de escritura de William Burroughs en un artefacto tecnológico de su propia cosecha, el Verbasizer, un aparato que mezcla y remezcla de forma aleatoria las frases y palabras introducidas por el artista. «Es una tecnología de los sueños», explica Bowie en un vídeo, que le permite «generar ideas sin el aburrimiento de tener que pasar por unas horas de sueño o colocarte hasta perder la cabeza», dice.

5. Bowie como trabajador infatigable

David Bowie realizó más de 1.000 actuaciones en directo entre 1972 y 2004, incluidos doce tours internacionales que le llevaron a más de 230 países. Un adicto al trabajo que ha logrado grabar un disco-sorpresa en secreto durante dos años, mientras el mundo no dejaba de preguntarse, ¿dónde está Bowie?. Su regreso triunfal al Planeta Azul, unido a una gran retrospectiva en un museo, no debe confundirse con un final de carrera. Como explica en un vídeo el diseñador británico Jonathan Barnbroke, autor de la portada del último disco, «sus discos siempre intentan captar el espíritu de la música contemporánea, aunque hay también un aspecto reflexivo y una mirada al pasado».

En el caso de «The Next Day», esa mirada repasa los ecos berlineses y reelabora la portada de su célebre «Heroes», en línea con el juego de espejos que el propio Bowie parece haber jugado consigo mismo durante casi medio siglo. Nada que deba ser confundido con nostalgia por la nostalgia. «Yo lo veo más como un punto y coma, no le veo dispuesto a hablar de su pasado hasta aburrirnos con ello», aventura Geoff Marsh, que reconoce que, aunque tuvieron sospechas de que algo ocurría en un par de instantes, nunca pensaron que Bowie iba a «inaugurar» su exposición con los fuegos artificiales de un nuevo disco.

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