El nuevo disco de David Bowie, canción a canción

Grabada junto al productor de varios de sus discos más reconocidos –también de alguno de los menos consistentes–, Tony Visconti , la nueva entrega de Bowie mantiene sólidas conexiones con su más glorioso pasado, lo que en este caso se convierte en una magnífica noticia. No se aprecia en el disco una clara voluntad de emular los viejos y buenos tiempos, pero sí aparecen signos reconocibles: algunas melodías brillantes, riffs de guitarra que podría haber firmado Mick Ronson, ecos del glam-rock más característico de sus mejores álbumes…

Se trata, de cualquier manera, de un regreso inesperadamente sólido y convincente, una especie de golpe sobre la mesa que le reivindica como músico inquieto que combina como casi nadie energía y sofisticación y que, sobre todo, dispone todavía de sustanciales dosis de talento.

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Comienzo prometedor… una canción corta y rápida, muy rítmica y directa. Un estribillo sencillo pero efectivo. Un gancho resultón para empezar.

Algo más rara e inquietante, como si se hubiera pasado Tom Waits por el estudio. La canción vuela cuando arranca el estribillo y Bowie canta como en sus mejores tiempos.

El segundo sencillo es mucho más cautivador y completo que su predecesor. Una bonita melodía impecablemente arreglada e interpretada por un Bowie espléndido.

Un poco más de leve oscuridad y el dramatismo propio de los discos más oscuros de su autor.

Curiosamente, la primera canción nueva en toda una década, el que fue el adelanto del nuevo álbum, es una bonita balada de ambiente taciturno pero que no está entre lo más inmediato del disco.

Fantástica. De lo más clásico del disco, empezando con un sencillo y elegante riff de guitarra a lo Mick Ronson.

Psicodélica y dura, rítmica y bailable, pero también desasosegadora, con conexiones cercanas a la trilogía berlinesa.

Otro formidable regreso al mejor y más clásico Bowie, con otra línea de guitarra sobre el que avanza la canción casi de principio a fin.

Medio tiempo soulero un poco a la manera de sus discos más comerciales de los primeros años ochenta, pero, nuevamente, menos luminoso y accesible.

De las más rápidas y potentes del álbum, con un estribillo sencillo y efectivo.

Una pieza sencilla y leve, entre lo menos consistente del álbum.

Un riff casi heavy domina las estrofas de esta canción poderosa y pegadiza. Incendiario también el solo de guitarra.

Hermosa balada nuevamente teñida de melancolía y con un cargamento épico que resulta enormemente familiar.

Nuevamente, una intensa y un tanto melodramática balada para cerrar, adornada con guitarras acústicas y ambiente misterioso.