El millonario que quiso crear 'superhombres' con un banco de esperma Nobel
Decíamos ayer
Robert K. Graham promovió en los años 80 la inseminación de mujeres inteligentes con semen de científicos premiados. El físico William Shockely se prestó al experimento
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Iniciar sesiónConquistar el premio Nobel no es sinónimo de una mente superior. Basta -«y no siempre»- con sobresalir en la aplicación de una facultad humana y a veces es el fruto de la tenacidad o de la intuición. Así lo advirtió Joaquín Navarro Valls, doctor ... en Medicina y corresponsal de esta Casa en Roma, cuando en 1980 saltó la noticia de que tres premios Nobel, todos ellos estadounidenses, habían facilitado su esperma para que otras tantas mujeres con alto cociente intelectual, también americanas, concebieran bebés superdotados.
El promotor de este experimento de inseminación artificial fue un empresario californiano de 74 años, «quien por edad y otras razones», anotaba Navarro Valls, no aportaba más que su dinero para este intento supuestamente racional de traer genios a este mundo. Robert Klark Graham se había hecho millonario inventando unas lentes de plástico para gafas y, animado por las ideas del genetista Hermann Muller, quiso ver más allá que el resto de la humanidad con la creación del Repository For Germinal Choice (Depósito para la Elección Germinal) que abrió en Escondido (California).
El banco de esperma Nobel, como se le llamó popularmente, pretendía producir un promedio de cien 'superhombres' al año gracias al semen donado por científicos premiados, según contó este periódico. Solo por 'Nobeles de Ciencia', insistía Graham al principio. No le interesaban los galardonados con el de Literatura o el de la Paz. Con las futuras madres era algo más flexible. Le bastaba con que fueran jóvenes sanas y de comprobada inteligencia, debían estar casadas con un marido estéril y contar con recursos suficientes.
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Multitud de mujeres se prestaron a ser fecundadas en este banco de esperma Nobel, aunque no siempre cumplieran los requisitos. «Imposible detener el alud», contaba José María Gironella en una tribuna abierta en 1984. «Ha habido falsificaciones de documentos, intentos de soborno, toda una picaresca montada por millares de mujeres anhelantes de tener un hijo superdotado. Lo cual no es de extrañar. Si las 'fans' del Puma o de Julio Iglesias gritan con histerismo: 'Puma, Julio, queremos un hijo tuyo', es lógico que los premios Nobel recauden, aunque es de suponer que en menor cuantía, peticiones equivalentes».
Entre los Nobel la respuesta no fue tan entusiasta y ante la escasez de donantes y la baja calidad de su esperma, debido a su elevada edad, Graham tuvo que ampliar su criterio a empresarios de éxito, intelectuales o grandes deportistas, a los que se les aseguró el anonimato. Solo el coinventor del transistor William Bradford Shockley, Nobel de Física en 1956 y conocido por su defensa de la superioridad de la raza blanca, no tuvo inconveniente en hacer pública su aportación a este banco de esperma, que fue muy polémico. Muchos críticos recordaron los experimentos nazis de eugenesia y cuestionaron su base científica de la iniciativa, que no ofrecía garantías. ABC aludió, a este respecto, a la famosa respuesta del dramaturgo Bernard Shaw a una bella actriz que le propuso tener un hijo juntos: «¿Y si en vez de salir como usted quiere sale al revés, es decir, tan guapo como yo y tan inteligente como usted?».
Hasta su cierre en 1999, más de 200 niños fueron engendrados gracias a este banco de esperma y, salvo algunos casos, como el de la primera bebé nacida en 1982, Victoria Kowalski, o del segundo, Doron Blake, la mayoría se mantuvo en el anonimato por lo que se desconoce si destacaron por su inteligencia o sus condiciones físicas. El periodista David Plotz, que contactó con una treintena de ellos para su libro 'The Genius Factory' (2005), se encontró con varios brillantes o con un talento físico extraordinario, pero también con niños con un rendimiento escolar inferior a la media, con uno autista y con una niña con una enfermedad muscular debilitante. «En resumen, están por encima del promedio como grupo, pero el abanico es muy amplio», escribió en Los Ángeles Times, con dudas de que la muestra diera la razón a Grahamn pues «medir la contribución del donante es imposible». Los niños provenían de hogares de clase media y alta, contaban con madres inteligentes y se habían criado en entornos intelectualmente desafiantes. «La mayoría de los niños prosperarían en un entorno así», consideró.
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