Lejos de ítaca
Ensalada Sorrentino
Al director de 'Parthenope' la cosa se le ha ido de las manos porque lo ha querido contar todo incluyendo a todos los maestros con todas sus obsesiones
Entrevista con Paolo Sorrentino por 'Parthenope'

'Parthenope', la última película dirigida por Sorrentino, me ha sabido a la 'ensalata della mia mamma': mujer nacida en el 36 en el seno de una buena familia, fue educada en la austeridad de la posguerra, acostumbrándose al puchero y a coger una ... lechuga, partirla a cachos y rociarla con aceite, sal y vinagre transformando aquella cosa esencial en un delicioso arcano cuyos secretos todavía no he logrado descifrar. Hasta que un buen día descubrió en internet la cocina gourmet, que se materializó en la elaboración de una ensalada posmoderna consistente en agregar ingredientes hasta alcanzar un batiburrillo de elementos que terminaban inevitablemente anulándose los unos a los otros. «Mamá, esta ensalada está malísima». «¿Cómo va a estar mala, si todo lo que tiene es bueno?» Tras probarla con cara de asco, soltó una sentencia muy útil para la vida, y ahora para Sorrentino: «Es incomible, pero te la comes. Lo que no mata, engorda».
Como consecuencia del hambre que me dejó 'Parthenope', me volví a dar un atracón de cine italiano, y ahí hallé la clave: un creador puede y debe emular (ese verbo tan defendido por Javier Marías) a sus maestros, que en el caso del cine italiano son muchos y extraordinarios: Pietro Germi, filósofo del estoicismo cinematográfico; Bertoluci, grecolatino en los límites del amor carnal; Pasolini, angustiado poeta encerrado en la mente de un genio; Fellini, cruce extraño entre Bernini y Ovidio; Visconti, enfermo patológico de belleza; De Sica, Virgilio de Cinecittá. Cada uno de ellos exploró una obsesión particular, concreta, de la trilogía clásica: El sexo, la muerte y Dios. Y lo hicieron saboteando con maestría la literatura, la filosofía, el arte, la familia, los templos y las fronteras hasta dar (cada loco con su tema) con un sabor armonioso; una lechuga propia, fresca y única, aliñada con su personalidad.
A Sorrentino la cosa se le ha ido de las manos porque lo ha querido contar todo incluyendo a todos los maestros con todas sus obsesiones: el 'carpe diem' y el 'in ictu oculi'; el tálamo y el incesto; la belleza y la monstruosidad; la culpa y el perdón; la carne y el intelecto; Apolo y Dionisio; la Iglesia y Dios, la luminosa Sorrento y la oscura Nápoles, o al revés. Algunos a esto lo llaman Arte Barroco, pero yo lo llamo Ensalada Sorrentino: ¿Cómo va a ser mala, si todo lo que tiene es bueno?
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