Crítica de 'Parthenope' (***): La gracia de la belleza, la juventud y la protagonista, Celeste Dalla Porta
«Y hay que reconocerle a Sorrentino que tiene un pulso especial para juguetear con lo suntuoso y lo grotesco, con lo estrafalario (¡ese obispo!) y lo magnífico, con la carne y el hueso»
Paolo Sorrentino, director de 'Parthenope': «Las películas salvan al ser humano de la injusticia de la vida»
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Iniciar sesiónPaolo Sorrentino es el director de la gran belleza y de la juventud, que además son los títulos de dos de sus películas más valoradas; también es el director de Roma y de Nápoles, ciudades a las que les ha dedicado su cálida y ... también ácida mirada. Parthenope es el nombre que le dio a la ciudad de Nápoles la hermosa sirena de la mitología griega que pretendió seducir a Odiseo, y también es el nombre de la protagonista de esta película, que la recoge al nacer y la sigue a lo largo de casi dos horas y media en varias épocas de su vida.
Hay dos ingredientes en 'Parthenope' que hacen posible elogiar una vez más el cine de Sorrentino. El primero es su capacidad para escribir con su cámara una caligrafía elegante y serena que recoge con suavidad, con paladeo, las imágenes de una ciudad llena de belleza y también de su completo contraste, un feísmo que rasca en la costra y el carácter napolitano. Y el segundo y más apabullante, es la actriz que elige como protagonista, Celeste Dalla Porta, la primera película que hace esta joven de veintiséis años y que, sin entrar en valoraciones sobre sus cualidades para la interpretación (que quedan en un muy segundo plano, pues no es su faceta como actriz la que le interesa a Sorrentino), le ofrece a la cámara del director y a la mirada del espectador todo el caudal de su encanto físico, una de esas bellezas inapelables, con más estilo, gracia y finura que rijo y concupiscencia.
Y ahí está el objetivo de Sorrentino y de su cámara, en el modo de estar, caminar, sonreír y comportarse su Parthenope, en su relación como mujer con todo lo demás, el estudio, el trabajo, los hombres, los deseos, el sol, el agua, la juventud que tiene y controla… Es casi un documental obsesivo sobre ella y cada centímetro de su geografía e historia. El reproche o, en fin, pequeña queja, es si esta película logra algo más que un alelado general con las descriptibles gracias de la hermosa Celeste Dalla Porta; si Sorrentino cuaja algún recado además de la juventud de su personaje y la vejez de su ciudad; si la claridad y luminosidad de su imagen casa bien con la solemnidad y petulancia de sus textos. Lo cierto es que ante esta película de Sorrentino se puede estar muy embobado por lo que se ve y muy receloso con el calibre alto y resonante de lo que se oye.
Entre los personajes con los que la vida de Parthenope se cruza hay alguno interesante, como el profesor de antropología que interpreta el gran Silvio Orlando, un hombre que baja los humos al texto a la vez que le proporciona sustancia, ideas; y resulta casi absurda la incorporación a la trama del escritor John Cheever, que interpreta Gary Oldman con excesivo subrayado alcohólico, homosexual y empapado de clichés.
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El paso del tiempo, la nostalgia y la tristeza del ciclo vital forma parte de la sustancia de la película, toda alegría, toda belleza, toda juventud y, sin embargo, con un poso mustio, alicaído y vencido en su trayecto; algo de lo que ya había hecho sentir el exquisito Jep Gambardella de 'La Gran Belleza'. Y hay que reconocerle a Sorrentino que tiene un pulso especial para juguetear con lo suntuoso y lo grotesco, con lo estrafalario (¡ese obispo!) y lo magnífico, con la carne y el hueso. Aun siendo una película larga y en algún tramo reiterativa, es muy posible que a nadie se lo parezca, y gracias sobre todo a las que derrama en la pantalla su impresionante protagonista.
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