lejos de ítaca
«Dolce Maniera»
El encuentro entre Luis García Montero y el Papa Francisco marca una nueva era de colaboración cultural entre España e Italia
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Iniciar sesiónRecién llegada a Madrid leo que se acaba de firmar el primer acuerdo de colaboración entre el Instituto Cervantes y la Società Dante Alighieri. Ambas instituciones tienen una función similar en el ejercicio de amor a la lengua, así que es natural ... que español e italiano, lenguas hermanas, hijas del latín, estén cada día más unidas. También leo con interés que el poeta Luis García Montero, director actual del Instituto Cervantes, aprovechando aquella firma y su estancia en la ciudad eterna, fue recibido en audiencia privada, ayer mismo, por el Papa Francisco.
Si esta estupenda noticia me hubiese pillado, no sé, en Valladolid, quizás no me habría enterado. Pero hacía apenas unas horas que había regresado de Roma, donde volví a contemplar el sepulcro de Julio II; recordar a su archienemigo, el valenciano Papa Alejandro VI Borgia; cruzar veinte veces el Ponte Sixto (mi favorito sobre el Tiber), imaginar los dispendios de León X aquella primavera fastuosa en San Juan de Letrán; releer sentada al sol, en las escaleras de San Pietro in Montorio, la magnífica novela «Adriano VII» en la que el Barón Corvo narra con maestría y crudeza los entresijos de la vida vaticana.
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También leí en la prensa italiana que nuestro Pontifice recibía al poeta español a las 8 en punto de la mañana pues, contaba el diario, Francisco era un gran madrugador. De hecho, se dice por los mentideros romanos que, cuando consigue distraer a la Guardia Suiza, el Santo Padre se escapa de madrugada a tomar dulces y pequeños bocadillos de salmón con gorgonzola a «Dolce Maniera», un lugar casi clandestino, abierto 24 horas, cercano al Vaticano. Recordé mi reciente visita a la galería Doria Pamphilj adonde siempre pago sin rechistar el escandaloso precio de la entrada solo para ponerme delante del retrato de otro papa, Inocencio X, pintado por Velázquez con un poderío, una osadía, una lucidez y una humildad que sólo poseen algunas almas grandes. En aquella «Roma Caput Mundi» dos miradas enfrentadas: la del investido con el poder de Dios en la tierra, y la del poseedor de la eternidad en los pinceles. Un duelo a muerte de dos titanes que ya dura cuatro siglos. Y bueno, pues oigan. De nuevo un artista español y un Papa romano enfrentados cara a cara, aunque esta vez con un «dolce» sabor en la mirada. O tempora, o mores.
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