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ABC Cultural

Lejos de ítaca

Una carta a los Reyes Magos

«Quiero una navaja para comprender al ser humano; un ajedrez para descifrar la guerra; un 'Quijote' para reconocer la inteligencia y la bondad»

Manual de instrucciones para quitarle el polvo a Don Quijote

'La Adoración de los Reyes Magos', de Fray Juan Bautista Maíno Museo del Prado
María José Solano

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No había amanecido aún cuando aquellos tres estudiosos emprendieron el camino. Siempre al oeste, decidieron cruzar las viejas fronteras del mundo conocido buscando, como los héroes clásicos, un nuevo mar. Ellos ya conocían las orillas de las dos arabias, las del mar de coral y ... las de las arenas de la ruta de la seda; habían visto en los viejos pergaminos las sentencias de la sabiduría levantadas sobre siete pilares; habían coronado a reyes futuros y contribuido al asesinato de otros tantos monarcas del pasado y finalmente y en el más riguroso secreto, habían logrado conjugar el movimiento de las estrellas de donde extrajeron un único conocimiento: «Cuando un hombre sirve a dos señores, es mejor para él ofender al más poderoso». Por eso decidieron llevar al nuevo monarca el peor de los regalos; un triple presente de odio: el Oro, símbolo de los reyes, para levantar la envidia de los rivales; el Incienso de los templos, para enemistarlo con los dioses del Panteón; las lágrimas de Mirra para recordarle, como a los emperadores de Roma, su inevitable condición de carne mortal. Pero pronto descubrieron que el poder de este reyecito era intrascendente. Ni siquiera le interesaba el mar, lugar de origen del mundo y la literatura, pues él, indolente, había pasado su vida caminando sobre las aguas de un lago. Todo eso lo iban descubriendo en su largo camino estos tres estudiosos que hacía tiempo habían olvidado su condición de sabios para volverse aventureros del primer gran tour de la Antigüedad. Ya no recordaban al niño rey y sobrevivían cambiando por monedas de cobre el oro, el incienso y la mirra para poder alimentar a sus viejos camellos. Al fin, una noche de primavera, acamparon en un monte de olivos cerca de Jerusalén. Un hombre condenado a muerte flanqueado por dos mercenarios del Sanedrín se acercó a ellos, extendió la mano y les entregó una carta que brillaba como una estrella misteriosa: «Queridos Reyes Magos, os he esperado toda la vida; quisiera, este último año, el triple regalo que todo hombre de bien debería poseer: Una navaja para comprender al ser humano; un ajedrez para descifrar la guerra; un 'Quijote' para reconocer la inteligencia y la bondad».

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