Ian McEwan: «No se puede frenar ni controlar la imaginación de otras personas»

El británico condensa toda una vida y siete décadas de historia en la colosal 'Lecciones'

Ian McEwan da 'Lecciones' maestras

Ian McEwan, durante una de sus últimas visitas a Barcelona INÉS BAUCELLS

David Morán

Barcelona

«Vaya, esto es una experiencia única para mí», exclama Ian McEwan (Aldershot, 1948) mientras su cara aparece en la pantalla del ordenador y más de cuarenta periodistas se cuelan como por arte de ensalmo en el despacho de su casa en Gloucestershire. El ... británico, como las estrellas de rock en horas altas y los artistas realmente de vuelta de casi todo, ya casi no viaja a provincias, menos aún desde que el pangolín achicó espacios y acortó el mundo, así que aquí estamos, como Mahoma y la montaña, viajando virtualmente al 'countryside' inglés al encuentro del McEwan doméstico y hogareño.

A su espalda, siete estanterías atiborradas de libros, una chimenea fabulosa y una butaca con pinta de muchas de horas de vuelo y más aún de lectura. Dan ganas de pedir tanda por si acaso llega otra pandemia. «Yo he vivido prácticamente toda mi vida en confinamiento. Es mi estado ideal, así que mi experiencia fue muy afortunada: mi agenda estaba completamente vacía y pude abandonarme a mi trabajo», asegura. Su trabajo, en este caso, no es baladí, porque McEwan aprovechó el encierro para dar forma a 'Lecciones' (Anagrama), novela que nació como experimento a cuenta del tiempo y la memoria y que se ha convertido en portentoso ochomil literario. «Esta novela es mi lección, el único consejo que puedo dar», resume.

Una clase magistral que funde la vida de Ian con la de Roland Baines, niño de la posguerra criado en un internado y abandonado por su mujer que McEwan convierte en brújula para desplazarse por los siglos XX y XXI. «Es una visión general de todas las crisis políticas que tuvieron un impacto en mi vida», asegura. Y ahí, añade, caben desde la guerra de Suez al asalto del Capitolio pasando por la caída del muro de Berlín, el Brexit y la pandemia. «La mayoría de los problemas, crisis y pérdidas, incluyendo momentos de alegría y satisfacción, forman parte del equipaje que llevamos con nosotros», defiende un autor que, reconoce, ha brindado a Roland sus propias respuestas «ante cualquier situación».

Ahí está, a plena vista, un poso autobiográfico que McEwan tampoco se esfuerza demasiado en disimular. «Roland es el tipo de persona que podría haber sido yo de no haber descubierto la escritura. Quizá hubiese acabado tocando el piano en un bar o trabajando como albañil», asegura. He aquí, pues, ese libro de memorias que sus editores llevan un cuarto de siglo reclamándole y ante el que McEwan no podía más que hacer oídos sordos y seguir despachando títulos como 'Amsterdam', 'Sábado' o 'Chesil Beach'. Un libro que cubre siete décadas de vida, concentra casi todas sus obsesiones y adapta la historia de ese hermano dado en adopción del que no supo nada hasta que cumplió 59 años. «Estas son mis memorias, sí, pero sólo en cierto modo. Parte de mi vida familiar está aquí», relativiza.

Sin miedo a molestar

Ese 'en cierto modo' es lo que enriquece 'Lecciones' y lo convierte en una novela monumental. Un ejercicio magistral de un autor que cree que «la novela es una de las maquinarias más bellas jamás inventadas para investigar la vida privada». La Gran Novela Británica, en palabras de Fresán, de quien empezó convencido de que Philip Roth no andaba errado al decir que había que escribir «como si tus padres estuvieran muertos, sin miedo a molestar». «Yo seguí su consejo y mis primeros dos libros los escribí así: mi padre, claro, acabó horrorizado, aunque al final decidió sentirse orgulloso y compró treinta copias para regalar a sus compañeros del ejército», cuenta.

Normal que, a estas alturas, le inquieten sobremanera los intentos por poner trabas a la imaginación y puertas a la creatividad. «No puedes frenar ni controlar la imaginación de otras personas. Se pueden tener opiniones contrarias, pero no limitar ni coartar», defiende un escritor que, apodado 'Ian MaCabro' por lo escabroso de sus primeros textos, considera que vivimos «una gran recesión de la libertad de expresión». «Quienes vivimos en sociedad libre también tenemos coartada nuestra imaginación, ya que no queremos molestar a los demás. Eso está vinculado con lo que vemos, por ejemplo, en Estados Unidos, donde se retiran libros supuestamente incómodos», denuncia. La buena noticia es que, parece, la novela lo aguanta todo. O casi todo. «Si la novela literaria tuviese que morir, lo habría hecho hace años», zanja.

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