¿Existe la ciencia ficción?
Un libro propone un apasionante viaje a la prehistoria del género, desde el tercer milenio antes de Cristo hasta Julio Verne
¿Existe la ciencia ficción?
Prehistoria de la ciencia-ficción . ¿Luego hay una historia de la ciencia-ficción? Quizá, pero nadie se pone ni siquiera de acuerdo en lo que significa esta palabra compuesta por dos vocablos que casi se antojan contradictorios entre sí.
¿Acaso la ... RAE lo tiene claro? A medias. Veamos lo que dice su Diccionario (DRAE) : «Ciencia ficción: género de obras literarias o cinematográficas cuyo contenido se basa en hipotéticos logros científicos y técnicos del futuro». Parece que todo proviene de una mala traducción del inglés: science fiction , nombre usado en 1851 por W. Wilson en su «Librito serio sobre grandes temas antiguos».
Verne y Wells, padres de la ciencia-ficción
Julio Verne llamaba a sus obras romans scientifiques (novelas científicas). Al autor de «Veinte mil leguas de viaje submarino» le cabe el honor junto a H. G. Wells (además del «Frankenstein» de Mary Shelley, de 1818) ser considerados los padres de lo que más o menos entendemos hoy, literaria y cinematográficamente, por ciencia-ficción.
Ciencia-ficción es «El planeta de los simios» . Pero también «La naranja mecánica» . Y «La guerra de las galaxias». Y «Blade Runner» . Y como olvidarnos de Isaac Asimov y sus leyes de la robótica . Y de Stanislaw Lem y «Solaris» . y de Arthur C. Clarke y su «Odisea en el espacio» ... Dejémoslo aquí. Y pactemos que a partir de ahora hablaremos de literatura fantástica. Aunque el meollo de lo que nos ocupa es otra cosa, otra historia, o mejor, la prehistoria de la ciencia-ficción , es decir todo lo escrito antes de los mencionados Shelley, Verne y Wells. Este es el apasionante viaje que nos propone Pollux Hernúñez en « La prehistoria de la ciencia ficción . Del Tercer Milenio antes de Cristo a Julio Verne» (Ed. Rey Lear).
El Diluvio Universal
Una aventura cuyo puerto de embarque bien puede ser hace 3.700 años, cuando el héroe sumerio Gilgamesh se enfrenta al Diluvio Universal. Que puede seguir hace 3.400 años, en Egipto y el Libro de los Muertos . Y continúa en La Ilíada , hace 28 siglos cuando Hefesto fabrica unos trípodes automóviles ayudado por varios robots de oro con formas de muchachas. La cuarta estación, hace 24 centurias, en «La República» de Platón, cuando el pastor Giges se hace invisible.
En la Edad Media encontraríamos la «Visión de Alberico» (1127), «La navegación de Barandán» (1130, con paso por las Canarias incluido), los Nibelungos, las leyendas artúricas, y ya en el renacimiento el «Orlando furioso» (1516), «Gargantúa y Pantagruel», de Rabelais, la «Utopía» de Tomás Moro, el viaje a la Luna del español Juan Maldonado en «Somnium », «La Nueva Atlántida, de Bacon...
El buen ojo de Galileo
Muchos de estos libros renacentistas integran los avances científicos y sociales de la época, y aprovechan para, literariamente, crear nuevos mundos, gobernados por nuevas políticas, generalmente de aliento democrático y socializante. Los descubrimientos de Copérnico y Galileo , y luego Newton propiciarán nuevos y abundantes libros de literatura fantástica, y de viajes casi interestelares.
A la fiesta también se apunta Don Quijote y aquel jamelgo volador llamado Clavileño , y «El diablo cojuelo» , de Vélez de Guevara. Hasta «El paraíso perdido» , de Milton, una de las obras clave de la literatura universal de todo tiempo y lugar, participa de este mundo de fantasía y fabulación.
Cyrano, a la Luna por narices
Pero por narices que nos faltaba citar a Cyrano de Bergerac y sus viajes a la Luna y el Sol (1657 y 1662). En el siglo XVIII (1726) Gulliver nos brindará aventuras impresionantes, en los que además de existir un soporte científico preciso, Jonathan Swift reflexiona sobre la sociedad de su tiempo. Innumerables son los ejemplos anteriores a Verne y Wells de lo que más o menos coincidimos en llamar ciencia-ficción.
Estas cien páginas de Pollux Hernúñez no pueden abarcarlo todo (ni es su propósito) pero sí que nos abren de par en par las puertas de miles de mundos alucinantes (y alunizantes también). De usted, lector, depende atreverse a cruzar el umbral de esas puerta.
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