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entrevista

«Descendientes de nazis en España justifican sus acciones»

José Manuel García Bautista, investigador y editor, publica «Nazis en Sevilla»

«Descendientes de nazis en España justifican sus acciones» JUAN FLORES

virginia ródenas

-Como cada Semana Santa, la autenticidad de la Síndone sale a la palestra.

-Porque la Sábana Santa de Turín presenta el inconveniente de que la prueba del carbono 14 determinó que no era del siglo I, sino de entre 1230 y 1390; pero hay demasiados argumentos a favor de su autenticidad para pensar que la prueba era incorrecta: no se tuvo en cuenta la contaminacion biológica, ni que el lienzo es tridimensional ni la impronta de las características anatómicas que refleja y que entonces se desconocían, como el tipo de sangre AB...

-¿Y usted qué quiere creer?

-Que fue mortaja de Cristo. Diferentes premios Nobel de Física han demostrado que en la prueba del carbono 14 no se tuvo en cuenta que el lienzo sufrió en 1532 un incendio que adulteraba el examen. Además, se ha comprobado que es un lino tejido al estilo del siglo I, en un telar egipcio o del sur de Israel, y que en él se observan los datos que aportan los evangelistas sobre la pasión de Cristo con una profusión de detalles anatómicos terribles: no se le crucificó por la palma, sino por el carpo, algo que no sabía un falsificador de la época; la lanzada es de gran minuciosidad, con muestras de sangre y suero, lo que sale de un corazón que ha dejado de latir; el casco de espinas, que no corona, de un arbusto espinoso que solo se da en Israel... Ni con nuestra tecnología se podría falsificar algo así.

-Siguiendo las pautas de la Sábana Santa se ha modelado el Santo Cristo de la Universidad, de Córdoba. El resultado es escalofriante.

-El autor es Juan Manuel Miñarro, buen amigo, y ha creado la imagen auténtica de un crucificado al que han hecho tantas barbaridades como a Cristo. Estamos acostumbrados en el sur a ver en la Semana Santa a un Cristo elegante, casi sin sangre, y lo que nos muestra este artista es a un hombre sometido a 120 latigazos por el flagelo romano, que era triple; coronado de espinas, con un pómulo destrozado por un golpe que le desvía el tabique nasal... Impresionante.

-Ha investigado también otro tipo de vestigios impactantes: el paso de nazis por Sevilla.

-Sobre todo el recuerdo de los que convivieron con ellos en la ciudad. El interés me viene de la relación de mis padres con uno de ellos, Léon Degrelle, comandante de la sección valona belga que Hitler cita como el hijo que le hubiera gustado tener, y cuyo avión cae en la playa donostiarra de La Concha al escapar de la Alemania que se venía abajo. El Gobierno de Franco lo recoge, le da nueva identidad, y este miembro de las SS se refugia en Constantina (Sevilla), donde se dedica a la arqueología y construcción, hasta que el derrumbamiento de unos barracones que levantó para operarios del radar en el Cerro Militar del Negrillo le lleva a trasladarse a Torremolinos, donde muere en 1994. Mis padres lo conocen porque su finca de La Carlina colinda con una de mi familia paterna y porque una de sus hijas se casa con el hijo de Servando Balaguer, dentista local para el que trabaja mi madre.

-¿Y todos sabían que era un criminal de guerra?

-Allí se le conocía como Juan de La Carlina o Juan León; se sabía que era un señor adinerado que gozaba de alta protección, con una dotación policial siempre a la puerta de su casa. En dos ocasiones, el servicio secreto israelí y el francés trataron de raptarlo para juzgarlo como criminal de guerra. Fíjese que el paseo que iba desde la entrada de la finca hasta el Castillo Blanco, donde vivía, estaba adornado con esvásticas, y ya habían pasado años desde el fin de la guerra. Pero Léon es solo uno de los 107 nazis de los que relato sus andanzas por España.

-Hoy sus descendientes habitan entre nosotros.

-Y saben quiénes eran. Para muchos solo fueron patriotas a quienes les tocó vivir en esa Alemania, y así lo justifican. Federico, hijo de uno de los hermanos Ludwig, dice que solo hicieron acciones puntuales para el Tercer Reich, pero la Historia cuenta otra cosa.

-El peso de la culpa contra el recuerdo.

-Muchos no la tienen: la memoria. La vergüenza de servir a un asesino como Hitler, entregado al esoterismo, quiere tapar la dedicación de aquellos espías.

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