Juan Eduardo Cirlot, el poeta del eterno femenino
Hoy cumpliría 100 años. Su ciclo «Bronwyn» le convierte en uno de los creadores más brillantes de la poesía española del siglo XX
JESÚS GARCÍA CALERO
Creador de una de las obras más deslumbrantes de la poesía española, Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) fue un autor casi secreto hasta hace quince años, condición que ha abandonado gracias a la publicación de su obra en Siruela, al cuidado de su ... hija la gran medievalista Victoria Cirlot.
Primero fue compositor y divulgador de figuras como Schönberg o Stravinski. Pero un día decidió silenciar esa veta creativa y quemó las partituras de sus obras. «Mis muertes», decía cuando se refería a estos reinicios.
A pesar de ello vivió siempre en pos de las luminosas visiones que surgen de los símbolos de nuestra cultura, que estudió con una profundidad y erudición inverosímiles . Cirlot siguió toda la vida siendo crítico y divulgador de las artes plásticas y la música, pero su actividad creadora se volcó con la poesía.
Fue un creador próximo a las vanguardias , en las que nunca militó gregariamente, a pesar de que cultivase el surrealismo o el postismo y llegase a trabar amistad con hombres como Bretón o Carlos Edmundo de Ory.
Pero una noche de 1966, en la penumbra de un cine barcelonés, Cirlot tuvo una visión que cambiaría para siempre su vida poética. La película «El señor de la guerra», en la que Charlton Heston encarna a un guerrero cristiano del año 1000 cuyos dominios sobre pueblos paganos acaban empujándole a perder todo por su amor por Bronwyn, la núbil campesina celta que interpretaba Rosemary Forsyth .
Ella surge de las aguas de un lago y deja una estela de flores , y esa visión dispara en el poeta catalán una supernova de símbolos que conectan con Ofelia, la Shekina, el eterno femenino, el ángel y de ahí a la dei dad . Un ciclo poético de preparación para la muerte que produjo una febril etapa creativa en Cirlot (confesaba que quemó tanta obra como la que publicó, y eso que compuso dieciséis libros entre 1966 y 1971 ). «A la que renace de las aguas», dedica el primero de ellos.
Cirlot fue un individualista feroz en el siglo de los totalitarismos . Ahora conocemos la cicatriz que la censura dejó en su obra , que nunca recibió la valoración que merecía. Él ya lo sintió lúcidamente y lo dejó dicho: «España me oculta y me niega» .
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