John le Carré, sale el espía
David John Moore Cornwell pasará a la historia de las letras –junto con Sir Francis Bacon; así lo precisa y define y reconoce el Oxford Dictionary– como aquel que dotó de un nuevo y permanente sentido a la palabra topo
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJohn le Carré (nombre clave de David John Moore Cornwell) pasará a la historia de las letras –junto con Sir Francis Bacon; así lo precisa y define y reconoce el Oxford Dictionary– como aquel que dotó de un nuevo y permanente sentido a la ... palabra topo. Y, sí, que levante la mano quien no recuerde haber vuelto a sentir la inolvidable y ya más familiar y bienvenida extrañeza (porque uno entraba en las novelas de Le Carré con el mismo paso y cautela que en lo de Iris Murdoch; los suyos eran siempre thrillers de ideas, de muchas ideas) cuando abrió esa novela. Algo más cerca de las ácidas y amargas «comedy of manners» edwardianas que de los divertimentos pulp con disparos entre nieblas de un puente de frontera.
Porque en «El Topo» –de 1974; título original «Tinker, Tailor, Soldier, Spy»; primer asalto en el gran duelo ajedrecista entre George Smiley y Karla, su némesis-contraparte al otro lado del muro de Berlín– alcanzaba su máximo esplendor lo que Le Carré venía puliendo desde sus inicios y asentó para siempre la fundacional «El espía que llegó del frío» (1963) y a la que regresó en esa casi despedida/coda en 2017 que fue su muy brillante y anteúltimo título, «El legado de los espías». El mundo gris y burocrático de los alguna vez universitarios brillantes haciendo carrera secreta con la deslealtad y el cambio de bando como pecado tan original como inevitable.
Todo en horario de oficina para luego volver a un hogar con esposa infiel previo paso por el pub para gruñir acerca del éxito del improbable James Bond y preguntarse que andará haciendo el tan inspirador Gran Desertor Kim Philby por las calles de Moscú. Todos ellos tema y textura para una posible muy british y un tanto depresiva canción de The Kinks que Ray Davies no ha escrito aún (aunque su «The Informer» se acerca bastante) y muy conscientes de que «aunque la historia la escriban los vencedores, son las víctimas quienes la recuerdan; porque los vencedores tienen muy mala memoria».
Sonrisa desencantada
A esa historia perteneció Le Carré y sobre ella escribió con ojo clínico de cronista sin silenciador y patriota sonrisa desencantada pero, también, sabiendo que ahí había algo digno de ser narrado y que era su misión hacerlo. Y lo hizo como ninguno. Así, ni su más noble contraparte «made in USA» (Charles McCarry) o ninguno de sus alumnos aventajados (el mejor entre ellos, aquí y ahora, es Olen Steinhauer) le hizo sombra.
Admiradores confesos de su estilo y tempo y clima fueron y son Philip Roth (quien consideró a esa dickensiana novela de de/formación que es la casi autobiográfica pero encriptada «Un espía perfecto», de 1986, como «la mejor novela inglesa desde la Segunda Guerra Mundial»), Ian McEwan, Stephen King, William Boyd, John Banville y siguen las firmas. Incluyendo la de su fan declarado y alguna vez colega en «El Circo» Graham Greene, quien, con esa cumbre que es «El factor humano», le rindió oblicuo pero sentido homenaje.
Su editor Robert Gottlieb lo expresó con claridad de editor: «Si John es apenas un escritor de thrillers, entonces Joseph Conrad es solo un escritor de viajes y Jane Austen nada más que una novelista romántica». A lo que me permito añadir algo que ya puse por escrito: «Le Carré es a la ficción de agentes secretos lo que ese otro gran estilista que es J. G. Ballard a la ciencia-ficción: un subgénero superior dentro del género mayor. Un clásico vanguardista. Un ‘idioma’ que empieza y termina en sí mismo a la vez que ha fundado e implantado tantos de los ahora inevitables lugares comunes sobre traidores y traicionados».
Discreción
Se sabe, también, que al actual mando del MI6 no le causaban mucha gracia sus tramas o sus exabruptos contra la muy poca caballerosa Guerra contra el Terror de Bush II, el Brexit, Trump, «ese deporte nacional británico que es la hipocresía», las miserias de la industria farmacológica (Le Carré se marcha y extrañaremos lo suyo que hubiese tenido al coronavirus como telón de fondo) o las cosas que un Imperio de rodillas permitía hacer a «turistas» rusos.
Pero, también deben reconocerle que siempre fue muy discreto: sus muy esperadas memorias –»Volar en círculos», 2016– estuvieron más cerca de la cortina de humo o de la amnesia selectiva. E incluso la exhaustiva y fascinante biografía que le dedicó Adam Sisman en 2015 parecía inclinarse respetuosamente ante el mito y no revelar aquello que no correspondía de sus años en servicio. Lo que no impidió que, ocasionalmente, Le Carré confesara sin presiones info casi «classified» con prosa/dicción/fraseo exquisito e inquietante: «Una de las cosas perturbadoras de mis tiempos como espía es que resultaba imposible saber cuán tontos o inteligentes eran mis colegas. Todos eran encantadores. Y alguno de ellos, de pronto, desaparecía del mapa. Y nadie hacía preguntas... Y, claro, era normal que todo oficial, enfrascado en una relación tan íntima con sus adversarios, se imaginara, intelectualmente, en los zapatos del otro y fantaseara con cómo sería recorrer esa distancia tan corta y a la vez tan larga, y comprender cómo son las cosas al Otro Lado. Y yo entendía claramente esa atracción magnética y podía simpatizar con ella. Cuestión que, como ya saben, no es un tema muy nuevo en mi obra».
En cualquier caso, Le Carré siempre se supo si no del lado de los buenos al menos del lado de los menos malos. Ahí está ese final crepuscular –en «El legado de los espías»– defendiendo la idea de Europa como mundo mejor y donde el aprendiz de brujo Peter Guillam conversa con el maestro hechicero George Smiley. «En ocasiones tuvimos que hacer cosas malas, de hecho, cosas muy malas; porque no puedes permitirte el ser menos malo que tus enemigos», se justifica un cada vez menos convencido Guillam. «Pero no fuimos despiadados. Nuestra piedad siempre fue mayor que la de ellos», casi lo exculpa Smiley.
Descanse en paz (Exit Spy) al Otro Lado.
Noticias relacionadas
- Pérez-Reverte: «Le Carré era el titular de la cátedra mundial de literatura de espionaje»
- Las mejores obras de John le Carré
- John le Carré: «Tengo cáncer. No tengo miedo. Solo quiero morir cómodamente»
- Las mejores adaptaciones de John Le Carré
- John le Carré, el mayor escritor de novelas de espías de todos los tiempos
- Muere a los 89 años John le Carré, el escritor que surgió del túnel
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete